Lunes, 23 de diciembre de 2024

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Nuestra vida íntima

por Juan del Carmelo

           Es en esta, en nuestra vida interior, en la que tenemos sumo cuidado de que ella no trascienda al conocimiento de los demás. Es nuestro recóndito interior, donde se hallan, nuestros íntimos pensamientos, nuestros sentidos posesivos Se trata de nuestra vida interior, en la que no queremos que nadie participe de ella, que nadie participe de esos deseos secretos que solo el Señor y nosotros mismos conocemos, de esos sueños, de esas fantasías, que nuestra desbordada imaginación nos ha hecho concebir, creándonos en mundo que nunca encontraremos, de esas secretas ambiciones, de esos secretas fobias a determinadas personas, que no tenemos el valor de hacerlas públicas, de esos sanos deseos de triunfo, de esos escondidos fracasos que hemos tenido y que no queremos humillarnos cuando los demás los sepan. Todo esto y mucho más es el contenido de la vida interior de la persona.

 

            Pero como resulta que nosotros somos cuerpo y alma, hay que considerar que nuestra vida interior tiene dos vertientes, una material y mundana que corresponde a nuestro cuerpo y otra espiritual y relativa a nuestras relaciones con nuestro Creador. Las primeras son las llamadas vida íntima, las segundas son las llamadas vida espiritual.  En la primera de ellas, en la que denominamos vida íntima, se encuentra en general todo aquello que afecta a nuestras relaciones con los demás y el mundo que nos rodea, y a nuestros secretos deseos y ambiciones dentro de ese mundo. En el segundo caso, en el relativo a la vida espiritual, aquí nuestra intimidad se centra en nuestras personales relaciones con el Señor.

 

Las dos clases de vida interior que tenemos, está, entrelazadas y  ellas dos, tienen la peculiaridad, de que en la medida en la que una crece, la otra disminuye. Cuando ponemos más énfasis en ocuparnos de nuestra vida espiritual, y dedicarle al Señor más tiempo y más pensamientos, y exponerle nuestros deseos, en esa misma medida, decrece nuestra vida íntima mundana, y el tiempo y los pensamientos que dentro de ella, le dedicábamos a la resolución de nuestro problemas humanos, porque nuestra confianza en el Señor aumenta, y con el tiempo vamos viendo, como el Señor nos guía y nos protege, con más eficacia de la que nosotros antes obteníamos. Existe púes una distinta consideración y tratamiento de estas dos clase de vida interior, que los seres humanos tenemos.

 

En la vida interior, es donde más funciona nuestra imaginación y asimismo nuestra fantasía, ellas son en la mente humana eslabones previos, a la formación del pensamiento que luego nos dará origen a la creación del deseo. San Juan de la Cruz, escribía: “Distingo dos sentidos corporales internos: imaginación y fantasía. Ambos se ayudan recíprocamente. La imaginación discurre imaginando. La fantasía compone lo imaginado fantaseando”. La imaginación, debido a que es un poder del alma, puede imaginar lo infinito. Pero la realidad tiene límite, está restringida, enjaulada y encerrada. De aquí nace, la desproporción entre lo que imaginamos ser y lo que resultamos ser en concreto. La desproporción entre lo que nos gustaría ser en el orden material, y los que realmente podemos llegar a ser.

 

Pero en el orden espiritual, dada su su carencia de límites, podemos siempre llegar a ser lo que desearíamos ser, solo es o será una cuestión de voluntad. Me viene a la memoria una anécdota de Santo Tomás de Aquino, al que por su gran corpulencia y lo escueto de sus respuestas, le llamaban en el convento, el “buey mudo”. Pues bien cuando estaba ya al término de su vida y su fama de santidad era pública, su hermana un día le dijo preguntándole: Tomás que hay que hacer para ser santo, a lo que el futuro santo, escuetamente como era su costumbre, le respondió: “querer”. Por ello todo lo que deseemos ser o tener en el orden espiritual, siempre lo conseguiremos, si ponemos en marcha nuestra voluntad, con la suficiente fuerza, que desde luego todos tenemos.

 

Existe una unánime identidad en todos los escritos de santos y autores, consultados, en considerar a la imaginación y por supuesto a las fantasías y a los sueños humanos, como una rémora u obstáculo importante en el desarrollo de la vida espiritual de un alma. La imaginación, que es la más baja de las potencias o capacidades de nuestra alma, es la que más desmandada quedó por el pecado y menos sujeta a la razón. De donde nace que muchas veces se nos va de casa, como esclavo fugitivo, sin licencia. Conocida es la frase de Santa Teresa de Jesús, que la llamaba “la loca de la casa”.

 

            San Josemaría Escrivá escribía que: La mayor parte de los conflictos que se plantean en la vida interior de mucha gente, los fabrica la imaginación. Mentalmente enseguida nos montamos una película, acerca de la opinión que los demás tienen sobre nosotros; que si han dicho de mi tal cosa, que será lo que pensaran, que si me consideran o no, que si aprecian lo guapa que soy o lo listo que soy, etc. A esta clase de imaginaciones acerca de la opinión que los demás tienen sobre nosotros, se refiere Jean Lafrance, recogiendo el pensamiento de Sor Isabel de la Trinidad, cuando escribe: “Un alma que transige con su yo, que se preocupa de su sensibilidad, que se entretiene en pensamientos inútiles, que se deja dominar por sus deseos, es un alma que dispersa sus fuerzas, y no está totalmente orientada hacia Dios”.

 

¿Es posible que el hombre, ese ser que continuamente está fabricando sueños e ilusiones que él cree que le ayudan y le permiten vivir, no llegue a encontrar nunca un apoyo verdadero? La fe nos enseña, que solo Dios lo es. Por eso mientras el corazón del hombre no se apoye exclusivamente en el Señor, tiene que experimentar sufrimientos relacionados con el derrumbamiento de sus sueños e ilusiones y con la lucha por evitar los apoyos humanos. La meta de nuestra vida es permitir que Cristo se adueñe de nosotros y que se vuelva todo para nosotros, solo así se puede hallar un algo de felicidad en esta vida, porque está será la única que aunque pobremente se asemeja a lo que nos espera si es que queremos aceptar el amor que Dios nos ofrece.

 

La opinión más conocida sobre la imaginación, es la que expresa Santa Teresa de Jesús, que tratando acerca de la forma de adquirir la oración de quietud o del corazón, señalaba que en esta clase de oración, de las tres potencias del alma la única importante es la voluntad, y esta potencia debe de acallar a las otras dos. La memoria e imaginación son la locas de la casa, y por otro lado el entendimiento armando continuamente ruido, es para ella un pelmazo, que solo aporta sesudos y grandes razonamientos que son como grandes troncos, que como se sabe no se puede encender una hoguera. La hoguera del fuego del amor a Dios, hay que encenderla con pequeñas briznas y pajitas con hojarascas, no con grandes troncos, y esto es lo que aporta la inteligencia, según la santa de Ávila.

 

Evidentemente, tal como nos dice Santa Teresa, la imaginación es una loca incontrolada, y sin embargo, ¡cuántas veces la elegimos, más o menos conscientemente, para consejera de los problemas más delicados de nuestra alma! Esta loca, que nos hace salir de la realidad con fantásticos ensueños, llenos euforia o de pesimismo, y que nos destila suavemente el veneno de la sensualidad y del amor propio… es la gran enemiga de nuestra vida interior, es la eterna aliada del mundo, del demonio, y de la carne.

 

El poder de la imaginación es enorme, tan poderosa es nuestra imaginación, que una vez transformada en convicción y evidencia, influye fuertemente en el organismo hasta llegar a crear realidades, que al principio eran solo imaginadas. Cuántas persona empiezan contando historias imaginarias, en las que ellas actúan de protagonista, y con el paso del tiempo y a base de repetir la historia llegan a la convicción de lo que cuenta fue real y sucedió. Se dice que la imaginación creativa no está solo reservada a los poetas sino que forma parte de la vida ordinaria de todas las personas. Los éxitos o los fracasos no se deben tanto a la voluntad cuanto a la imaginación, o sea, a la convicción, a la fe. Somos realmente lo que creemos que somos.

 

Pero no pensemos que todo es negativo en la imaginación. No solamente no menosprecia la santa el entendimiento, la memoria y la imaginación, sino que siempre procura ella, tenerlos santamente ocupados y prudentemente ordenados y dirigidos hacia Dios. Por otro lado entiende la santa, que la oración es un ejercicio de entendimiento y de imaginación, según la capacidad de cada persona, para mirar y admirar a Dios y en su mirada hacer florecer el amor y que el amor lo llene todo con su fragancia. También el ejercicio de la imaginación, puede tener un sentido positivo, cuando ella nos ayuda a ponernos más cerca del Señor.

 

La imaginación purificada mediante una constante mortificación, desechando a tiempo los pensamientos inútiles, debe ocupar un lugar importante en la vida interior, en el trato con Dios. San Josemaría Escrivá decía: Mezclaos con frecuencia, imaginativamente, con los personajes del Nuevo Testamento. Yo te aconsejo que en tu oración, intervengas en los pasajes del Evangelio, como un personaje más. Y esto naturalmente solo se puede hacer echando mano de nuestra imaginación en sentido positivo.

 

Antes de conocer Tierra Santa, personalmente necesitaba saber, cuál era el entorno material donde se habían desarrollado los hechos evangélicos y así echaba mano de mi imaginación pero esta se alimentaba pobremente, con unas imágenes desvinculadas de la realidad. Solo cuando conocí palmo a palmo todo lo que me interesaba de Tierra Santa, pude alimentar mi imaginación más correctamente y cuando medito veo imaginativamente al Señor, en Cafarnaúm, en el Monte de los olivos o en la tumba de Lázaro. Comprendo perfectamente, la obligación que tiene un buen musulmán de ir a la Meca al menos una vez en su vida. Y ellos lo tiene a gala y orgullo el haber visitado la Meca, hasta tal extremo, que en sector musulmán, de la parte vieja de Jerusalén, no es raro encontrar algún dintel de la puerta de una casa, con figuras pintadas y alusivas al viaje a la Meca que hizo su propietario.

 

Pero existe un lado negativo de la función de la imaginación en el desarrollo de la vida espiritual de la persona, y dada su importancia y extensión de su contenido, dejaremos este tema para una próxima glosa.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-        Libro. LOS DESEOS HUMANOS. Isbn. 978-84-613-1629-8

-        Libro. RELACIONARSE CON DIOS. Isbn. 978-84-612-2058-8.

-        Importancia de la vida espiritual. Glosa del 07-03-10.

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