Verbum Domini
por Rubén Tejedor
Verbum Domini. Estas dos palabras (traducidas del latín, Palabra del Señor) dan comienzo al último gran documento papal, en esta ocasión relativo a la Palabra de Dios. Verbum Domini es fruto de las reflexiones profundas, serenas y de gran nivel y categoría de la XII Asamblea General del Sínodo de los Obispos que se celebró en la Ciudad del Vaticano del 5 al 26 de octubre de 2008.
Es claro que no todas las declaraciones y afirmaciones del Papa sabio tienen la misma resonancia. Hace unos días todas las primeras páginas de los rotativos españoles estaban centradas en Benedicto XVI y sus acertadísimas declaraciones sobre el laicismo agresivo y beligerante, parecido al de los años treinta del siglo pasado, que hoy acecha a la Iglesia española.
Sin embargo, tanto la presentación del documento papal como el mismo documento han pasado totalmente desapercibidos para la inmensa mayoría de los periodistas españoles. Pocos, muy pocos, han sido los medios de comunicación que se hicieron eco de la presentación de Verbum Domini el pasado jueves 11 de noviembre en el Aula Giovanni Paolo II del Vaticano.
Sin embargo, son muchos los retos y desafíos que la Exhortación plantea para la reflexión y vivencia de la fe desde la Palabra de Dios sobre la que se funda, nace y alimenta la Iglesia (cfr. VD 3), así como para la relación de la Iglesia con el mundo actual. En efecto, en un mundo en el que el laicismo beligerante e irrespetuoso con las creencias religiosas quiere apagar la voz de Dios, el Papa Ratzinger recuerda la sinfonía de voces mediante las cuales llegamos a descubrir que Dios ha dejado oír su voz (cfr. VD 7), una voz clara que se dirige a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos. No obstante de esto, como afirma Benedicto XVI con un cierto tono de tristeza “en nuestra época se ha difundido lamentablemente, sobre todo en Occidente, la idea de que Dios es extraño a la vida y a los problemas del hombre y, más aún, de que su presencia puede ser incluso una amenaza para su autonomía” (VD 23).
Contra esas ideologías antirreligiosas o irreligiosas levanta la voz el Papa teólogo -suaviter in forma, fortiter in re- para dar un rayo de luz y de esperanza a una Humanidad cansada, abatida y cargada con el peso de un mundo dejado de la mano del hombre al que sólo le queda Dios. A ese mundo es al que la Iglesia nunca podrá dejar de “anunciar el Logos de la esperanza (cfr. 1 Pe 3, 15) pues el hombre necesita la «gran esperanza» para poder vivir el propio presente, la gran esperanza que es el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo (Jn13,1)” (VD 91)
Entre las reflexiones más sugerentes del documento se encuentra aquella que el Papa hace sobre la implicación de los cristianos, así como de todos los hombres de buena voluntad dispuestos a escuchar la voz del hermano que sufre, a comprometerse con la justicia social. Un compromiso que el Benedicto XVI enraíza en la Palabra de Dios. Así afirma: “La Palabra divina ilumina la existencia humana y mueve a la conciencia a revisar en profundidad la propia vida (…) En nuestro tiempo, con frecuencia nos detenemos superficialmente ante el valor del instante que pasa, como si fuera irrelevante para el futuro. Por el contrario, el Evangelio nos recuerda que cada momento de nuestra existencia es importante y debe ser vivido intensamente (…); la misma Palabra de Dios reclama la necesidad de nuestro compromiso en el mundo y de nuestra responsabilidad ante Cristo, Señor de la Historia. Al anunciar el Evangelio, démonos ánimo mutuamente para hacer el bien y comprometernos por la justicia, la reconciliación y la paz” (VD 99)
Igualmente, es importante el llamamiento que hace al diálogo el Papa ecuménico, que en este campo ha dado pasos de gigante y de una importancia que pocos se podían imaginar, a pesar de las polémicas superficiales y falsas que algunos se han empeñado de crear. Benedicto XVI hace una llamada al diálogo con judíos (los hermanos mayores en la fe), musulmanes y con los miembros de otras confesiones que “contienen valores de respeto y colaboración que pueden favorecer mucho la comprensión entre las personas y los pueblos” (VD 119)
Diálogo, creación de caminos de justicia y paz, encuentro, escucha al prójimo y al Otro… son algunos de los muchos conceptos que se encuentran en el trasfondo de este fundamental documento del Papa Benedicto que ha pasado tan desapercibido. Es seguro que si se hiciera publicidad de estos mensajes de la Iglesia, con el Sucesor de Pedro a la cabeza, y se vivieran desde la profesión religiosa de cada uno (o desde la no-profesión religiosa, pues son valores que están entroncados en la Ley natural) lograríamos un mundo más humano y fraterno a imagen del creado por Dios en el principio de los tiempos; el mismo mundo al que Dios miró con un amor infinito al ver que era bueno (cfr. Gn 1 25)