Sed felices, no pequéis
Tal como lo has leído, así es y así suena. Este es el saludo insólito con que se despide un programa vespertino de la Cope. Extraña por cierto, en el panorama general de los medios, más bien anodinos y superficiales, oír tal recomendación que encierra, al menos para los creyentes, la gran verdad que se deriva de la fe en Dios y su Cristo.
La felicidad. He aquí el objetivo principal buscado consciente o inconscientemente, por la inmensa mayoría de los mortales. El alcanzarla o no, ya depende de lo que cada persona entienda por felicidad. Los cristianos entendemos por tal, la paz interior de la conciencia y el saber que somos objeto del amor infinito de Dios nuestro Padre bueno, al tener la certidumbre de que obramos siempre haciendo el bien, y cumpliendo su santa voluntad expresada, en sus mandamientos.
Para un cristiano es algo opuesto la paz de Dios y el pecado personal grave. Nada más fuerte se opone tan directo a la paz interior, que el vivir habitualmente en pecado mortal La voz de la conciencia no es otra cosa que la voz insistente e inquisidora de Dios, que pregunta tras las acciones malas cometidas con lucidez y plena voluntad: “¿Qúe has hecho, por qué te escondes, por qué has desobedecido?”. Mal camino es buscar excusas. Lo suyo es reconocer el mal hecho y pedir perdón a quien lo sabe todo y nada se le oculta. Excelente recomendación la del locutor radiofónico, deseando a la audiencia que traten de ser felices, pero sin pecar.
La felicidad. He aquí el objetivo principal buscado consciente o inconscientemente, por la inmensa mayoría de los mortales. El alcanzarla o no, ya depende de lo que cada persona entienda por felicidad. Los cristianos entendemos por tal, la paz interior de la conciencia y el saber que somos objeto del amor infinito de Dios nuestro Padre bueno, al tener la certidumbre de que obramos siempre haciendo el bien, y cumpliendo su santa voluntad expresada, en sus mandamientos.
Para un cristiano es algo opuesto la paz de Dios y el pecado personal grave. Nada más fuerte se opone tan directo a la paz interior, que el vivir habitualmente en pecado mortal La voz de la conciencia no es otra cosa que la voz insistente e inquisidora de Dios, que pregunta tras las acciones malas cometidas con lucidez y plena voluntad: “¿Qúe has hecho, por qué te escondes, por qué has desobedecido?”. Mal camino es buscar excusas. Lo suyo es reconocer el mal hecho y pedir perdón a quien lo sabe todo y nada se le oculta. Excelente recomendación la del locutor radiofónico, deseando a la audiencia que traten de ser felices, pero sin pecar.
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