Viernes, 22 de noviembre de 2024

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(I) Noche oscura del alma

por Juan del Carmelo

No podía San Juan del Cruz, carmelita descalzo, sustraerse al amor al Carmelo, y por ello su obra máxima lleva por título: Subida al monte Carmelo. La “Noche oscura” para San Juan de la Cruz, es todo el itinerario espiritual del alma hacia Dios, en su última fase: es el itinerario mismo, o el camino por donde ha de ir el alma a esta unión que desea tener con su Señor. Para San Juan de la Cruz, noche quiere decir privación y desnudez. Las noches, son las privaciones y purificaciones por las que el alma tiene que pasar para alcanzar la unión con Dios. Se las llama noche, porque el alma camina por ellas a oscuras, como en una noche cerrada y sin luna.

 

En este libro, el santo nos da cuenta de las distintas etapas, por las que un alma ha de pasar en el desarrollo de su vida espiritual, si es que el alma de que se trate quiere alcanzar el sumo grado de la perfección de la santidad, que tras una incondicional entrega al amor del Señor, ella llegará a una perfecta unión con Él. Este es el camino de un alma, para alcanzar la realización  de ese grado de perfección en su amor al Señor que alcanzó San Pablo cuando exclamó: "No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí”. (Gal 2, 20).

 

San Juan de la Cruz, miembro fundador del Carmelo descalzo y doctor de la Iglesia, escogió la imagen del monte que le da nombre a su Orden religiosa, para crear una metáfora, en su libro: “La subida al Monte Carmelo”. Este monte, situado sobre la costa norte de Palestina, es el monte de las hazañas del profeta Elías, padre espiritual, de la Orden del Carmelo. A los pies del monte Carmelo, en su umbría, se asienta hoy en día, la ciudad de Haifa, y frente por frente al otro lado de la ensenada está San Juan de Acre, que fue el último reducto cristiano mantenido por los cruzados en Tierra santa. Y en lo alto del monte, en la antigua gruta del eremita profeta Elías, está situado, con una incomparable vista sobre el mar mediterráneo hacia occidente, el santuario de “Stella Maris”, que es el Santuario madre de la Orden de Nuestra Señora del Carmen.

 

Sobre San Juan de la Cruz, la santa carmelita descalza Edith Stein, hoy en día Santa Teresa Benedicta de la Cruz, martirizada  y gaseada por los nazis en el campo de concentración de Auschwitz el 9 de agosto de 1942, en razón de su etnia hebrea, ella ha escrito abundantemente, sobre San Juan de la Cruz, con su fuerte preparación filosófico-teológica, ya que antes de su conversión y entrada en el Carmelo teresiano, era catedrática de filosofía, y así nos dice: “El santo no ha escrito sus obras para todos. No es que pretenda excluir a alguien expresamente, mas sabe que solo puede ser comprendido por un limitado círculo de personas, con una experiencia de vida interior. Y piensa en primer lugar, en los Carmelitas y las Carmelitas cuya vocación propia es la contemplación”. Y lo que afirma tiene pleno sentido, porque el paso de la lucha ascética a la mística, solo se consigue cuando se accede perfectamente a la contemplación.

 

La muerte de Cristo, escribe Hugh Benson, no solo hizo posible una mera amistad, sino distintos grados de ella, a los que ni siquiera los ángeles pueden aspirar. Y, gracias a esa preciosísima sangre, un alma no solo puede pasar de la muerte a la vida, sino que, por sucesivos peldaños, etapas y niveles, puede llegar a la perfección de la santidad misma, aun viviendo en este mundo. Es San Juan de la Cruz el que nos habla sobre esta perfección, y entre otras muchas cosas nos dice que esto sucederá en un alma, cuando esta haya entrado en el pleno ejercicio de los llamados sentidos espirituales, que empiezan a despertar en la persona a medida que su alma va muriendo a la satisfacción de los deseos corporales.

 

Con ese extraordinario don de entendimiento y con la sabiduría que Dios da, al que alcanza la unión mística con Él, San Juan de la Cruz ha sido el místico que con más exactitud y extensión ha escrito sobre la  importancia que en el desarrollo de la vida espiritual de un alma, tiene, el paso de la ascética a la mística, porque hay una distinción radical entre la unión con el Señor por razón de gracia y la unión mística, lo que determina una distinta manera de la presencia divina en el alma. Son dos distintas vías escalonadas, en la que la primera, la unión por gracia, es decir la que es más general en la vida ordinaria, prepara el camino a la segunda, a la unión mística.

Para que el alma entre en la segunda vía, en la de la unión mística, se hace necesario e imprescindible que esta alma, sea previamente purificada por las angustias y sufrimientos, que proporciona lo que él santo carmelita denominó, por primera vez la “noche oscura”. En términos de espiritualidad, “Noche” es todo el camino del recorrido espiritual del alma hacia Dios: es el camino mismo o como escribe San Juan de la Cruz, el camino por donde ha de ir el alma a esta unión. Noche para San Juan de la Cruz, quiere decir privación y desnudez. Las noches, son las privaciones y purificaciones por las que el alma tiene que pasar para alcanzar la unión con Dios. Se las llama noche, porque el alma camina por ellas “como de noche oscura”.

 

San Juan de la Cruz, nos hace ver, que la finalidad de la “noche oscura”, no es la de castigar o afligir, sino que radica en la necesidad, de que nuestro corazón de hombre, sea liberado, purificado e iluminado en el amor perfecto. El camino que Dios nos hace recorrer, por estas sendas oscuras del miedo, no nos conduce a la desesperación, sino al gozo perfecto, no al infierno sino al cielo.

 

La noche oscura, es la crisis de sufrimiento que arranca las raíces que nos unen a este mundo, es un puro don de Dios. No obstante es un don que debemos en cierta medida, de prepararnos a recibir por medio de actos heroicos de renuncia a nosotros mismos. Porque, si no resulta evidente que hemos tomado la firme resolución de emprender una renuncia total a todos los apegos, el Espíritu Santo no nos llevará a la verdadera oscuridad, al corazón de la desolación mística, en el que Dios mismo nos libera misteriosamente de la confusión, de la multiplicidad de necesidades y deseos, a fin de darnos la unidad en Él y con Él.

 

San Juan de la Cruz, nos hace comprender, que la total madurez de la vida espiritual, no puede alcanzarse sin pasar primero por el pavor, la angustia, la preocupación y el miedo que acompaña necesariamente a la crisis interior de la muerte espiritual, en la que finalmente abandonamos nuestro apego a nuestro yo exterior y nos rendimos completamente a Cristo. El grado de angustia y temor que se puede llegar a soportar en la “noche oscura”, llega a alcanzar y hasta le hace sentir, al alma el insoportable peso de la divina Justicia, dándole la sensación de haber sido esta, reprobada por Él definitivamente, lo cual le produce al alma un tormento mortal, que no hace disminuir su  viva fe y su ardiente amor a Dios.

 

Repetidamente hemos señalado en otras glosas que Dios nos creó a todos diferentes no solo de cuerpo sino también de alma, lo que determina que nuestras personales relaciones con Dios, teniendo un norte común que es el amor, este se expresa o lo expresamos de distinta forma a Él, por lo que nuestros caminos de vida espiritual son siempre distintos. Pero ello no implica que de una forma u otra aquel que quiera llegar a una perfección de santidad, alcanzando una entrega absoluta sin reserva alguna al Señor, ha de pasar por las purificaciones que son necesarias y tendrá su noche oscura. Pero el paso por la noche oscura será siempre distinto para cada alma. Nemeck y Coombs, a este respecto señalan que: “No hay dos personas que experimenten la noche exactamente igual, puesto que no existen dos personas que se unan a Dios en amor transformante, siguiendo el mismo camino. Cada uno de nosotros experimenta y refleja el amor de Dios de un modo único, personal e irrepetible. En la vida espiritual, no existen las copias ni los clones”.

 

El paso por la “noche oscura” tiene dos fases, una activa y otra pasiva, que se denominan “noche activa de los sentidos”, y “noche pasiva de los sentidos”. Para atravesar la noche por completo en sus dos fases, el hombre tiene que morir al pecado. Puede ofrecerse para ser crucificado, pero él no puede crucificarse a sí mismo. Por ello, lo que la noche activa ha comenzado, debe de completarlo la noche pasiva, esto es el mismo Dios, porque por más que el alma se ayude no puede ella activamente purificarse, tal como explica Stein, Edith. Una vez que el alma abandona el gusto de las cosas de este mundo, siente algo así, como si el suelo le faltara bajo sus pies. Pero no es esto lo que sucede, sino que de hecho quedamos asentados sobre un camino más seguro, aunque tenebroso y envuelto en la noche: el camino de la fe. Es el camino que conduce a la meta, de la divina unión.

 

La actuación divina resulta imprescindible, de aquí que se hable de noche pasiva, dada la pasividad del alma en esta situación, cuya actitud solo puede ser, la de una absoluta docilidad. De aquí, que  también a esta fase se la denomine “noche sosegada del alma”.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-        Libro. CONOCIMIENTO DE DIOS. Isbn. 978-84-611-7910-1.

-        Importancia de la vida espiritual. Glosa del 07-03-10.

-        Contemplación. Glosa del 08-09-09.

 

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