Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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¿Es buena la objetividad?

por Juan del Carmelo

La objetividad es ahora un valor en alza, todo comunicador presume de ser objetivo. Y sin embargo el otro día escuché de boca de un contertulio, de una de esas charlas, que cada cadena televisiva tiene montada siempre con una pretendida objetividad, que él personalmente más que objetivo quería ser veraz. Esta afirmación me hizo meditar porque siempre había pensado que la objetividad era un valor enraizado en la verdad, al menos antes lo era, pero hay que reconocer que hoy en día el nexo de unión entre objetividad y verdad, para muchos comunicadores está roto.

 

            Empecé a meditar sobre este tema, no por razones periodísticas que no es mi materia, sino por razones morales y religiosas que si me interesan y de inmediato me fui al diccionario de la RAE, donde pude leer: “objetivo, va.1. adj. Perteneciente o relativo al objeto en sí mismo, con independencia de la propia manera de pensar o de sentir”. Y aquí encontré la razón de lo que buscaba.

 

            Si objetividad, es ver y comprender sin pasión alguna, el objeto del examen, la objetividad es siempre perfecta y enraizada totalmente con la verdad, cuando se trata de un objeto material. Si, por ejemplo, vemos un coche por la calle, podemos objetivarlo perfectamente y sin engañar a nadie diciendo que eso es un coche y por mucho que nos puedan gustar los camellos, a nadie le decimos que eso es un camello, porque no cuela. Es decir la objetivación sobre lo material, es siempre real y enraizada con la verdad, un coche es un coche y no un camello.

 

            Pero si nos adentramos en el campo de lo invisible en el de las ideas y de los pensamientos, entonces la objetivación de una verdad, es perfectamente manipulable, y es así como entramos en el campo del relativismo, al considerarse todo relativo, desenraizado de la Verdad divina. Más de una vez Benedicto XVI, nos ha llamado la atención sobre el crecimiento del relativismo, en el pensamiento actual, todo se modifica y se corrompe con este virus perteneciente al mundo de lo invisible y del pensamiento humano que es el relativismo y la auténtica objetividad informativa ha sido también una nueva víctima de este virus que directamente está atacando nuestras conciencias de creyentes cristianos.

 

            Ya hace un porrón de años, el cardenal Newman, que cuando se publique esta glosa estará ya elevado a los altares en la categoría de Beato, afirmaba en su discurso de investidura cuando le fue impuesta la birreta cardenalicia, que: “El liberalismo religioso es la doctrina que afirma que no hay ninguna verdad positiva en religión, que un credo es tan bueno como otro, y esta es la enseñanza que va ganando solidez y fuerza diariamente. Es incongruente con cualquier reconocimiento de cualquier religión como verdadera. Enseña que todas deben ser toleradas, pues todas son materia de opinión. La religión revelada no es una verdad, sino un sentimiento o gusto; no es un hecho objetivo ni milagroso, y está en el derecho de cada individuo hacerle decir tan sólo lo que impresiona a su fantasía. La devoción no está necesariamente fundada en la fe”. Estas palabras del cardenal John Henry Newman, fueron pronunciada en 1889, es decir, hace 121 años, y desgraciadamente no han perdido actualidad, sino al contrario la han ganado.

 

            Bueno sería que se nos suministrase sobre todo a los televidentes, una sana objetividad, más que nada en temas religiosos, pero la objetividad que se nos suministra está totalmente prostituida, porque está desvinculada de la Verdad, de la Verdad con mayúsculas que es la única verdad existente y a la que el Señor se refirió en su conversación con Pilatos. “Le dijo entonces Pilato: ¿Luego tú eres rey? Respondió Jesús: Tú dices que soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad oye mi voz. Pilato le dijo: ¿Y qué es la verdad? Y dicho esto, de nuevo salió a los judíos y les dijo: Yo no hallo en éste ningún delito”. (Jn 18,37-38). El escepticismo que denota Pilato, al decir: ¿Y qué es la verdad?, es hoy en día la misma posición que mantiene el relativismo con respecto a las verdades reveladas.

 

            Buena es la objetividad informativa si ella no está viciada, pero por desgracia, hoy en día esta es una rara avis, que hace ya mucho tiempo que desapareció de nuestros medios de comunicación, matada por el virus del relativismo y ajena totalmente a la única Verdad, que existe.

            El obispo Sheen, escribe a este respecto diciendo: “La verdad no es hechura nuestra; le pertenece a Dios. No tenemos derecho sobre ella; es ella quien los tiene sobre nosotros. El dogma es tan verdadero como que el agua es H2O; como que hay una fórmula química del agua que pueda ser la correcta, hay solo un dogma correcto concerniente a la encarnación o al sacramento del matrimonio o a la transubstanciación. Esto no es un universo en el que puedan ser verdades una docena de cosas contradictorias…. Pero una vez que hemos reconocido lo absoluto de la verdad divina nos vemos frente a la necesidad de ser caritativos con quienes no creen”. A aquellos que no creen ni comprenden y entonces, como escribe también Thomás Merton: “La noción de dogma aterroriza a quienes no comprenden a la Iglesia. No pueden concebir que una doctrina religiosa pueda estar expresada con una afirmación clara, definida y con autoridad sin que de inmediato se vuelva estática rígida e inerte y pierda toda su vitalidad. En su angustia frenética por huir de tal concepción, se refugian en un sistema de creencias que es vago y fluido; un sistema en el que las verdades pasan como niebla y vacilan y varían como sombras”.

 

            El dogma católico permanece siempre intacto e inalterable a través de los siglos. Si la Iglesia alterara, reformara o modificara sustancialmente alguno de sus dogmas, os digo, dice en teólogo dominico  Royo Marín, que con toda seguridad yo dejaría de ser católico; porque esa sería la prueba más clara y más evidente de que no era la verdadera Iglesia de Jesucristo. Y este es precisamente el argumento más claro y convincente de que las iglesias cristianas separadas de Roma (protestantes y cismáticos) no son las auténticas Iglesias de Jesucristo. Porque están cambiando y reformando continuamente sus dogmas.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-        ¿Somos firmes en nuestras convicciones? Glosa del 02-09-10.

-        Camino, Verdad y vida. Glosa del 13-04-10.

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