Maranatha
por Juan del Carmelo
La expresión o exclamación ¡Maranatha!, se encuentra íntimamente ligada con la llamada “Parusía”, del Señor. Unos tienen una clara idea de lo que significan estos dos términos, otros tienen una vaga idea acerca de ellos, y para otros esto es como si le hablarán en chino. Sin entrar en complejas etimologías, muchas veces discutibles y discutidas, al menos si conviene tener una noción del significado de estos dos términos.
El término “Parusía”, es de origen griego y denota la presencia de alguien, así este término, es usado varias veces por San Pablo en sus epístolas, una veces para hacer referencias a la presencia de terceras personas, (1Co 16; 2Co 10; 2Co 7,6; 2Ts 2,9), otras para referirse a la “Parusía” del Señor (1TS 2; 1Ts 3; 1Ts 4; 1Ts 5; 2Ts 2). También Santiago y San Juan en sus epístolas emplean este término. Pero el término “Parusía”, por antonomasia se emplea para referirse a la segunda venida de nuestro Señor
La “Parusía”, o segunda venida del Señor, tiene su fundamento en diversos pasajes evangélicos, de ellos hay cuatro, que destacan por su claridad e importancia y de los cuatro, dos son de San Mateo, el primero nos dice: “27 Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.28 Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de ver al Hijo del hombre, cuando venga en su Reino”. (Mt 16,27-28).
En el segundo nos dice: “26 Si les dicen: "El Mesías está en el desierto", no vayan; o bien: "Está escondido en tal lugar", no lo crean. 27 Como el relámpago que sale del oriente y brilla hasta el occidente, así será la Venida del Hijo del hombre. 28 Donde esté el cadáver, se juntarán los buitres 29 Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. 30 Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre. Todas las razas de la tierra se golpearán el pecho y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo, lleno de poder y de gloria. 31 Y él enviará a sus ángeles para que, al sonido de la trompeta, congreguen a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte. 32 Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. 33 Así también, cuando vean todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta. 34 Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. 35 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. 36 En cuanto a ese día y esa hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.37 Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé.38 En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; 39 y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. 40 De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. 41 De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada. 42 Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor”. (Mt 24,26-42). La claridad del texto es meridiana, pero como el mismo es y ha sido siempre indigerible, sobre todo para aquellos que quieren jugar con dos barajas, en sus relaciones con Dios, su interpretación sido variada.
En los dos mil años que han pasado desde que el Señor, pronunció estas palabras, unos han querido ignorarlas diciendo que esto ya sucedió y que el Señor se refería al sitio de Jerusalén y la destrucción del Templo por los romanos en el año 70, porque el Señor predicó claramente que: “32 Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda”. (Lc 21,32) Y efectivamente fue así, la generación que lo vio morir, fue la misma que lo vio volver, debido a su Resurrección al tercer día. El Señor profetizó la caída de Jerusalén y su destrucción pero también nos dejó profetizada su segunda venida su “Parusía”, y no se puede confundir una cosa con la otra
Con la idea de que el fin del mundo está próximo, siempre han existido teorías, vaticinios y predicciones. Por ejemplo, antes de que se llegase del primer milenio existían ya vaticinios sobre el fin del mundo. En época contemporánea, sobretodo en ambientes protestantes surgen teorías y predicciones como lo fueron las de épocas pasadas, así William Miller en Norteamérica, predijo que Cristo volvería el año de 1843, que fue desarrollado luego al 22 de octubre de 1844. Esta creencia se basaba en el principio día-año y una interpretación de los 2.300 días mencionados en Daniel 8:14 que predijo que "el santuario sería purificado". Actualmente, ahora ya tenemos un nuevo vaticinio para el 2012, de acuerdo con las indicaciones del calendario Maya. Pero claramente el Señor nos dijo que: “42 Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. 43 Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. 44 Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada”. (Mt 24,42-44).
Por supuesto que la Iglesia católica no niega la “Parusía”, pero ella como todo tema encuadrado en la escatología, es difícil de examinar y opinar, pues existen múltiples teorías. Indudablemente el Señor vendrá, pues su Reino ha de ser implantado en la tierra, y esto ha de ocurrir con anterioridad al fin del mundo. El Catecismo de la Iglesia católica hace menciones de este tema en los parágrafos 673 y 674 al decir estos que: "673 Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente (cf. Ap 22,20) aun cuando a nosotros no nos "toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad" (Hch 1,7; cf. Mc 13,32). Este acontecimiento escatológico se puede cumplir en cualquier momento (cf. Mt 24,44: 1 Ts 5,2), aunque tal acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder estén "retenidos" en las manos de Dios (cf. 2 Ts 2,3-12)”.
Y el parágrafo siguiente nos dice que: "674 La venida del Mesías glorioso, en un momento determinado de la historia (cf. Rm 11, 31), se vincula al reconocimiento del Mesías por "todo Israel" (Rm 11,26; Mt 23,39) del que "una parte está endurecida" (Rm 11,25) en "la incredulidad" (Rm 11,20) respecto a Jesús. San Pedro dice a los judíos de Jerusalén después de Pentecostés: "Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus profetas" (Hch 3,19-21). Y San Pablo le hace eco: "si su reprobación ha sido la reconciliación del mundo ¿qué será su readmisión sino una resurrección de entre los muertos?" (Rm 11,5). La entrada de "la plenitud de los judíos" (Rm 11,12) en la salvación mesiánica, a continuación de "la plenitud de los gentiles (Rm 11,25; cf. Lc 21,24), hará al pueblo de Dios "llegar a la plenitud de Cristo" (Ef 4,13) en la cual "Dios será todo en nosotros" (1 Co 15,28)”.
Para el cristianismo actual la segunda venida del Señor, no tiene el sentido gozoso que tenía entre los primeros cristianos y que repetidamente pronunciaban el término arameo “Maranatha”, que era una aclamación cuya traducción era “Ven, Señor”. San Pablo la primera carta a los corintios, la termina diciendo: “El saludo va de mi mano, Pablo. El que no quiera al Señor, ¡sea anatema! “Maranatha”. ¡Que la gracia del Señor Jesús sea con vosotros! Os amo a todos en Cristo Jesús. ¡Ven, Señor nuestro!”. (1Co 16,20-24).
Según el predicador de la Casa pontificia, Raniero Cantalamesa, “Maranatha”, quería decir dos cosas, dependiendo de la manera de pronunciarlo, a saber: “¡Ven Señor!”, o “El Señor está aquí”. Podía expresarse un anhelo de la vuelta de Cristo, o bien una respuesta entusiasta a la epifanía litúrgica de Cristo, es decir a su manifestación en medio de la asamblea reunida en oración”.
Juan Pablo II en su Carta apostólica “Dies domini”, nos dice que: “En realidad, la espera de la venida de Cristo forma parte del misterio mismo de la Iglesia y se hace visible en cada celebración eucarística. Pero el día del Señor, al recordar de manera concreta la gloria de Cristo resucitado, evoca también con mayor intensidad la gloria futura de su retorno” y más adelante añade: “Cristo es el Señor del tiempo, su principio y su cumplimiento; cada año, cada día y cada momento son abarcados por su Encarnación y Resurrección, para de este modo encontrarse de nuevo en la "plenitud de los tiempos".
Para el teólogo Rico Pavés: “La “Parusía” en cuanto último acto de la historia de la salvación, es lisa y llanamente la pascua de la creación, su paso a la configuración escatológica definitiva mediante la anulación del desfase aún vigente entre Cristo y su obra creadora. La humanidad del mundo no es aún lo que llegará a ser, según la promesa incluida en la resurrección de Cristo; precisamente por eso aguardamos la “Parusía”. Así lo expresa San Pablo: “…cuando aparezca Cristo, vida vuestra, también vosotros apareceréis gloriosos con Él”. (Col 3,4).
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
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