Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Fe de carbonero y razón

por Juan del Carmelo

           El otro día, me permitió Dios que meditase sobre fe y razón. Empecé a documentarme sobre las notas y documentos que tengo sobre este tema, y me encontré con que ya no me acordaba de que hace nueve meses concretamente el 10 de enero de este año, publiqué ya una glosa con este título de “Fe y razón”. Miré en la estadística del programa informático y vi que esta glosa, diariamente, seguía teniendo entradas de lectores en proporción bastante superior a la media normal, teniendo en cuenta el tiempo transcurrido. Y es que los temas de carácter espiritual nunca pierden actualidad, porque nunca se pierde nuestra inquietud por saber si es aceptable o no, nuestra relación con el Señor. A la vista de estas consideraciones me puse a completar la glosa anterior con algunos pensamientos e ideas que me dejé en el tintero.

 

            Escribía yo en la primera glosa: “A partir del racionalismo nacido al calor de la revolución francesa, se ha venido tratando de contraponer la fe frente a la razón. Desde luego que tal como dice el  franciscano Fray Michael Hubaut: “Nadie está obligado a creer en aquello a lo que su conciencia, por ahora no se puede adherir. ¡La fe no es fideísmo! Si la fe no brota de la razón, no puede imponerse contra la razón. ¿Cuántos santos y místicos han padecido la prueba de la duda y han salido de ella fortalecidos en su amor por Cristo?”. A este respecto recordamos las palabras de San Juan de la Cruz que decía: “Porque la fe se adhiere al alma por la inteligencia y el amor por la voluntad”. La fe en ningún caso es ajena a la razón; es la razón dotada de una penetración divina.

 

            Pero Dios, a determinadas almas les permite adquirir una fe pura, una fe que ni para su adquisición ni para su mantenimiento o aumento estas almas tengan necesidad de acudir a la razón, es decir, que ellas no se apoyan para nada, en las consideraciones de su raciocinio. Es la denominada fe pura o fe del carbonero. El origen de esta denominación “fe del carbonero”, se basa en un carbonero que en el siglo XV había en Ávila y que cuando le preguntaban: ¿Tú en qué crees?, él contestaba de inmediato: En lo que cree la Santa Iglesia. ¿Y qué cree la Iglesia?, a lo que respondía: Lo que yo creo. Pero ¿qué crees tú? Lo que cree la Iglesia... Y no había forma de sacarle del círculo cerrado de estas contestaciones. El obispo de aquella época en Ávila, Alonso de Madrigal, alias “El tostado”, muy conocido por lo mucho que escribió, cuando le llegó el trance supremo, y ante los que le asediaban acerca de la ortodoxia de sus escritos, él les respondió: Mi fe es como la del carbonero.

 

Para algún exégeta después de la Encíclica “Fides et ratio” de Juan Pablo II, que es una de las catorce que promulgó este extraordinario Papa, la fe pura o del carbonero ha desaparecido, y ello no es así y más adelante daremos razones sobre esta afirmación. Lo que ocurre, es que en la mayoría de los creyentes actuales, la fe que tienen, quizás por un mayor nivel de formación intelectual, necesita apoyarse en cierto grado de razón y esto ha sido reconocido por la Encíclica “Fides et ratio”. El mensaje de la Encíclica es claro, sobre las relaciones que existen entre fe y razón. Estas relaciones en otros tiempos llegaron a parecer que eran irreconciliables, Juan Pablo II  ha hablado con mucha claridad y reconoce perfectamente la función de la razón en la adquisición de la fe. En el ámbito de los protestantes sobre todo desde que en el siglo XVI, estos se proclamaron solo en favor de la fe pura, ya que para ellos la razón era “la gran prostituta del diablo”. Con la llegada de la Revolución francesa las cosas fueron cambiando, y no parea mejor, ya que de negar la razón se pasó a racionalizarlo todo.

 

            Juan Pablo II cree en la razón y lo razona. Cree en lo que enseña la fe y lo razona también. No dice que los misterios sobrenaturales sean enteramente abarcables por el humano entendimiento, pero razona, que la razón no debe tener miedo ni a sí misma ni al misterio. La razón es un don de Dios que nos asemeja a Él, es una ventana abierta a verdades objetivas, al bien objetivo, a la realidad misma y, por eso, a la libertad verdadera. Lo que no es racional ni razonable es navegar en un mar de dudas sin certeza alguna en que agarrarse, o mejor dicho, rechazando todas las razones que hay a nuestro alcance, acerca de la existencia de Dios. No hay enemistad entre razón y fe, al contrario: la fe confirma y presta a la razón la respuesta a sus preguntas más fundamentales y perentorias.

 

El filósofo Manuel Garcia Morente, supongo que después de su conversión y ordenación sacerdotal, escribía: “Sin confundirse nunca, la razón y la fe pueden compenetrarse y ayudarse mutuamente. La filosofía y la teología de Santo Tomás son ejemplos admirables de esa mutua compenetración y ayuda que jamás degenera en confusión de los dos órdenes. La filosofía puede muy bien desempeñar su función propia en la teología”.

 

Un claro ejemplo evangélico de la sincronía entre razón y fe nos lo ofrece San Pedro, en su contestación racional al Señor, que se recoge en el evangelio de San Juan: “67 y dijo Jesús a los doce: ¿Queréis iros vosotros también? 68 Respondiole Simón Pedro: Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna, 69 y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios”. (Jn 6,67-69).

 

Pero volviendo al tema de la razón pura o del carbonero, podríamos decir que esta es la fe que prescinde de la razón y solo se apoya, para mí, en el amor al Señor. Sabemos que la fe es un don que Dios otorga, pero no a todo el mundo por igual. La fe, puede nacer en un alma y de hecho generalmente así es, apoyada de un lado en consideraciones racionales, y de otro en la gracia que Dios le otorga a esa alma, en el don que le regala. Pero, hay almas de carboneros, incapaces de razonar, de buscar mentalmente argumentos racionales, y sin embargo tienen una fuerte fe que además se le aumenta. La razón estriba en el amor al Señor, cuanto más ama un alma, más fuerte es siempre su fe. La fe del carbonero ni ha desaparecido ni desaparecerá jamás, su base de apoyo y desarrollo no se encuentra en la razón, sino en el amor al Señor.  

 

Es más, en la trayectoria de la vida de una persona, pueden darse situaciones en las que determinadas personas sin una fuerte fe, pueden ser atacadas por el maligno con dudas de fe, esta alma con oración y raciocinio puede adquirir un aumento de su fe y vencer estas situaciones y si más tarde va creciendo en amor al Señor, observará que sus antiguas dudas de fe, se han debilitado hasta el extremo de desaparecer. En la medida que ha ido aumentando en esta alma el amor al Señor, ha ido aumentando su fe, y llegará, si es que no ha llegado ya, un momento en que las antiguas consideraciones de orden racional para apuntalar su fe ya no las necesita. Lo que le ha ocurrido sin él darse cuenta es que su fe basada en consideraciones más o menos racionales, se ha convertido en una pura fe de carbonero que solo se apoya en el amor al Señor.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-        Libros. BUSCAR A DIOS Isbn 978-84-612-6640-1

-        Virtudes teologales. La Fe. Glosa del 29-07-09

-        Dudas de fe. Glosa del 24-09-09

-        Vivir la fe. Glosa del 27-12-09

-        Fe y razón. Glosa del 12-01-10

-        Preguntas transcendentes. Glosa del 14-01-10

-        Señor creo en Ti. Glosa del 27-05-10

-        Fortaleza de la fe. Glosa del 20-06-10

 

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