La momia del mayo francés del 68

             Muchos consideran ya muerto el mayo francés de 1968. Queda poco de aquellas inquietudes y utopías de jóvenes hastiados de una sociedad sin principios. Fue una contestación en toda regla, movilizada contra un marxismo con pretensiones redentoras de un mundo que se ahogaba con su propia miseria. Y aquello se fue de las manos. Supuso, en verdad, una convulsión psicológica e ideológica. Pero aquel monstruo se murió, y solo queda la momia, que como toda reliquia sigue ejerciendo cierta influencia sentimental en quienes se han quedado anclados en el pasado, e intenta cambiar el presente con herramientas manidas.

            Decía André Glucksmann, filósofo francés y premio de los Derechos Humanos en Auschwitz, en una entrevista que público el periódico ABC en abril de 2010: En París nos manifestamos contra la intervención de los tanques en Praga. El Mayo francés era un movimiento anticomunista. Se dijeron estupideces. Hoy celebramos su entierro. En las paredes del 68 había retratos de todos los asesinos del siglo: Stalin, Lenin, Mao, Che… La izquierda que se aferra a la rancia momia del 68 es la representación de la muerte de ese 68.

            Este mismo personaje afirma rotundamente que ya quedan pocos marxistas, aunque algunos siguen aferrándose a las estupideces, repitiendo lo que ya se da por trasnochado. Manifiesta el propósito que escribir, si Dios quiere, la necrológica del último marxista. Algunos siguen soñando con la revolución, mientras muchos están haciendo la revolución silenciosa y democrática, tratando de recomponer a ese ser humano que fue degradado, y sigue siendo degradado, por proyectos sin sentido, sin fundamento, sin visión de futuro, sin una concepción lógica y real del hombre, que reducen a simple ser intrascendente. Algo así como una cosa que se mueve y habla, y piensa si se lo permiten.

            Los derechos humanos sirven para frenar la inhumanidad. Y esta es mi idea común a Unamuno, que no soporta el grito de “¡Viva la muerte!”, declara en la entrevista que comentamos.  Y parece hoy que algunos políticos, y ese ganado que anda trashumante por pueblos y ciudades con la litrona en la mano, les encanta luchar contra la vida del ser más valioso de la creación. Ahí están todos los métodos anticonceptivos, incluido el crimen del aborto.

            André G., siempre en contra de la violencia, venga de donde venga, recuerda horrorizado la Guerra Civil española, y la considera como un anuncio de todo lo que está pasando incluso hoy día. Cuando la ideología está por encima del ser humano, cuando lo que cuentan son los aplausos y los votos de la masa encefálica plana, hay que echarse a temblar, porque se anuncia una matanza. Al menos de la razón, del sentido común, y de los mismos cuerpos indefensos que quieren vivir. No podemos permitir que se sigan dando vivas a la muerte en nombre de una momia que ya no sabe lo que es la vida.

            No perdamos la cabeza, y no pongamos el presente y el futuro de un pueblo en manos de  unos inexpertos políticos que no entienden de humanidad, y que confunden los valores con los vicios, el progreso  con la satisfacción libertina de los instintos, caiga quien caiga. Muchos siguen adorando a la momia de un materialismo marxista que ya fue superado, aunque algunos parecen no enterarse. Alguien dijo que el futuro de Europa, y de la humanidad, está en la espiritualidad, en la religión bien vivida. Creo que ahí está el secreto del cambio que muchos esperamos.      


Juan García Inza
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