Diferentes hasta para pecar
Diferentes hasta para pecar
por Juan García Inza
Hace un tiempo leí un comentario en “L´Oservatore Romano” acerca de la diferencia entre los pecados de los hombres y de las mujeres. Como siempre, el tema dio mucho que hablar, sobre todo a los defensores de la igualdad a ultranza, como la que defiende la Ministra Aido. Pero, digan lo que digan, somos diferentes tanto fisiológica como psicológicamente. Y negarlo es de catetos.
Según el artículo en cuestión parece que a los hombres le cuesta más dominar la lujuria, y a las mujeres la soberbia. Aunque en unos y otros hay de todo.
Como comentaba Juan Vicente Boo en ABC, ya desde el paraíso terrenal se observan tendencias distintas en la naturaleza humana. La historia de la humanidad parece que corrobora esta afirmación. Y, en contra de muchos que afirman lo contrario, el peor pecado que el ser humano puede cometer no es precisamente de índole sexual. Hay algo peor, que se llama soberbia.
En el Génesis se manifiesta claramente esta tendencia humana a subir más alto: “Seréis como dioses”. Y esto le gustó bastante a la mujer, que se quedó con la manzana, o con lo que hiciera falta, hincándole el diente. Los males de la humanidad generalmente han tenido como origen la soberbia, el afán por tener más, poder más, destacar por encima de nuestras posibilidades. Y de ahí vienen las luchas fratricidas, las ambiciones, las envidias, el odio, la codicia, los problemas de pareja… Y así lo afirma el teólogo del Vaticano Giertych comentando un artículo de Samuel Sangalli sobre el análisis de los vicios en las obras de Santo Tomás de Aquino. Los pecados capitales, y en especial la soberbia, son el origen de los males que aquejan al hombre y al mundo. “Cuando se mira a los pecados capitales, no desde el punto de vista de su oposición a la gracia sino de las dificultades que crean, se ve diferencia entre hombres y mujeres”, afirma el teólogo.
“Para los hombres, con frecuencia el más difícil de controlar es la lujuria, seguido de la gula, la pereza, la ira, la soberbia, la envidia y la avaricia. Para para las mujeres, el más peligroso es la soberbia, seguido de le envidia, la ira, la lujuria, la gula y por último la pereza”.
El teólogo vaticanista afirma que la lista puede variar según las épocas y las culturas. La historia es muy rica en sorpresas. Son elucubraciones del teólogo citado, nunca una información del Vaticano, que no suele publicar estadísticas de pecados reales, que quedan ocultos en el sigilo de la confesión.
Todos estos pecados, llamados capitales, son tan antiguos como la naturaleza humana. Lo único que hace la moral católica es estudiarlos y catalogarlos, de acuerdo con la revelación divina contenida en la Sagrada Escritura y la luz que da Dios para analizar la experiencia de la vida.
Lo que podemos llamar “nuevos pecados”, no son más que materialización de tendencias de fondo que en cada caso provoca una acción concreta. Piénsese en la manipulación genética, la droga, el aborto, el llamado matrimonio homosexual, etc. Cualquier pecado capital puede materializarse en cada momento histórico de la forma más afín a las circunstancias de cada hombre, o mujer, pervertido. En definitiva el pecado es una rebelión contra Dios con el fin de ocupar su puesto. El hombre y la mujer lo intenta cada uno a su manera.
Juan García Inza
juan.garciainza@gmail.com