Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Ser y estar o tener

por Juan del Carmelo

Ser y estar es una maravillosa distinción que tiene la lengua española. Otras varias lenguas, como el inglés por ejemplo, unifica en un solo verbo “to be”, lo que los españoles expresamos con el ser y el estar, que en cierto sentido equivale a tener. Están estos dos verbos muy relacionados con nuestra naturaleza humana, y muchas veces  parecen expresar posturas antitéticas. Distinguir con corrección entre los verbos ser y estar, es quizás el mayor problema que tiene el estudiante extranjero de la lengua española. En términos generales, se podría asociar el verbo ser con la esencia del ser humano y estar con el estado en que es se encuentre.

 

El ser humano está compuesto de cuerpo y alma y su vida, mientras esté en este mundo, es una eterna lucha entre las necesidades y apetencias del alma y las del cuerpo. El verbo ser, más se atribuye a la esencia o naturaleza de la persona, a algo permanente, es decir, en este caso al alma. Mientras que el verbo estar, más se le atribuye un estado, una característica que no le es propia sino sólo transitoria. El verbo ser indica siempre un estado permanente, (por ejemplo, hay personas que son alegres), el verbo estar o tener nos indica más bien un estado transitorio, (por ejemplo hay personas que a veces están alegres, o tienen alegría). El alma humana es inmortal, es permanente, y el cuerpo es transitorio, un día fenecerá

 

Por lo tanto, el verbo ser más bien podríamos encuadrarlos en la zona del alma, ya que sirve más para expresar lo que es básico para el alma, o lo que ella desea: Ser creyente, es decir ser tener fe, ser amante del Señor y de todo lo por Él creado, ser humilde, ser paciente, ser virtuoso, ser perfecto, tal como el Señor desea que lo seamos. Mientras que casi siempre, el verbo tener indica un sentido posesivo, cuales son las apetencias del cuerpo, apetencias estas, que siempre son de orden material: Tener comida, tener bebida, tener riquezas materiales,… etc.

 

Antes hemos mencionado la eterna lucha que en nuestro ser se establece entre las apetencias de nuestra alma y las de nuestro cuerpo. Cuantos santos y santas, han suspirado porque su alma se viese pronto, libre de la cárcel de su cuerpo, así la Santa madre de Ávila, escribía en su “Camino de perfección”
                                               
                                               “¡Ay, qué larga es esta vida!,

                                  ¡qué duros estos destierros!,

                                  ¡esta cárcel estos hierros,

                                  en que el alma está metida!.

                                  Sólo esperar la salida
                                               me causa dolor tan fiero,

                                  que muero porque no muero”.

 

Y esta lucha, se establece entre el cuerpo y el alma, en razón de que Dios nos creó para sí, para que superada la prueba de amor por la que hemos de pasar en este mundo, seamos eternamente felices con una clase de tremenda felicidad que desconocemos, ya que lo que aquí denominamos felicidad, ¡no es felicidad ni naaa…! Por ello, nuestra alma tiende a buscar esa felicidad eterna que desconocemos, pero cuyo anhelo de ella es una impronta que Dios nos puso al crearnos, pues ella es eterna, tiende al ser, mientras que nuestro cuerpo tiende al estar y al tener, ya que cree que él cree, que se puede saciar nuestra sed de felicidad con esta caricatura de ella, a la que con muchos trabajos, algunos consiguen exiguas dosis, en esta vida.

 

Por ello el estar o el tener son los verbos propios del cuerpo, y sobre todo el tener dinero. Esa especie de nuevo dios al que una gran mayoría de personas idolatra y envidia al que de este pagano dios dispone en abundancia. Nuestro Señor bien sabía lo que entonces pasaba y lo que hoy en día sigue pasando, por ello en diversos pasajes evangélicos nos dejo dicho: "No alleguéis tesoros en la tierra donde la polilla y el orín los corroen y donde los ladrones horadan y roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín los corroen y donde los ladrones no horadan ni roban. Dónde está tu tesoro, allí estará tu corazón” (Mt 6,19-21). Si buscamos y amamos las riquezas y con indiferencia, de que las tengamos o no las tengamos, es que nos estamos olvidando del ser y estamos poniendo nuestro corazón en el tener.

 

En otro pasaje evangélico nos dejó dicho: “Nadie puede servir a dos señores, pues o bien, aborreciendo al uno, amará al otro, o bien, adhiriéndose al uno, menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mt 6,24). Y desgraciadamente cuantos no creyentes y lo que es peor creyentes que se creen buenos y santos, se pasan su vida sirviendo al dios dinero. Pocos son los que quieren ser de Dios, en vez de tener amor al tener bienes. Pero el dinero es necesario para vivir, me objetará más de uno. Y estos hay que responderle que más importante es tener absoluta fe de que Dios nunca desampara a ninguno de sus escogidos, porque estos ciegamente saben que el Señor dejó dicho: “Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6, 33).

 

Hay un bonito pasaje del I Libro de los reyes del A.T., en el que Elías por orden del Señor y en una época de hambruna, va a Sarepta a casa de una viuda y le pide a esta pan y agua, a lo que ella responde: “Ella dijo: Vive Yahvéh tu Dios, no tengo nada de pan cocido: sólo tengo un puñado de harina en la tinaja y un  poco de aceite en la orza. Estoy recogiendo dos palos, entraré y lo prepararé para mí y para mi hijo, lo comeremos  y moriremos. Pero Elías le dijo: No temas. Entra y haz como has dicho, pero primero haz una torta pequeña para mí y tráemela, y luego la harás para ti y para tu hijo. Porque así habla Yahvéh, Dios de Israel: No se acabará la harina en la tinaja, no se agotará el aceite en la orza hasta el día en que Yahvéh conceda la lluvia sobre el haz de la tierra. Ella se fue e hizo según la palabra de Elías, y comieron ella, él y su hijo. No se acabó la harina en la tinaja ni se agotó el aceite en la orza, según la palabra que Yahvéh había dicho por  boca de Elías”. (1Reyes 17,12-16).

 

La fe, como todo lo que se refiere al orden del espíritu es fundamental, al que anteponga de verdad el amor a Dios por encima al amor al dinero, puede estar seguro de que jamás el Señor le abandonará. Porque, ¡vamos a ver!, si resulta que protege y ama a los que no le aman, ¿Cómo es posible que vaya a ser capaz de abandonar a uno de sus elegidos?

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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