Lunes, 23 de diciembre de 2024

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¿Sucedió en el Thabor?

por Juan del Carmelo

           Mañana día 6 de agosto se conmemora la Transfiguración del Señor. Los tres evangelios sinópticos, hacen referencia a este hecho transcendental en el paso de la vida del Señor por este mundo, pero no así San Juan que no lo menciona. Y es lógico que San Juan no lo mencione, pues como sabemos San Juan redactó su evangelio el último de los cuatro, y su autor quiso complementar lo dicho en los otros tres anteriores y reforzarlos doctrinalmente, por lo que carecía de sentido que volviese a narra por cuarta vez unos hechos que aunque muy importantes, y estaban relatados anteriormente.

 

           Los hechos sucedieron aproximadamente sobre el seis de agosto del año 29 posiblemente tal como la tradición viene señalando en el Monte Thabor, que es una elevación situada entre la llanura de Esdrelón y el lago de Genezareth o de Tiberiades. El Thabor, ha ocupado siempre un lugar destacado en la historia bíblica del pueblo elegido por el Señor. Por la posesión de este monte, en su cima o en sus alrededores se han dado siempre importantes batallas, siendo la última más significativa, la que libró el propio Napoleón Bonaparte, cuando se encontraba en Tierra Santa, el 16 de abril de 1799. En esa fecha, hubo de acudir al Monte Thabor, en auxilio de sus dos generales Kleber y Junot, abandonando el sitio que tenía puesto a San Juan de Acre, pero derrotando a los turcos otomanos.

 

             Nos narran los tres evangelistas (Mt 17,1-9; Mc 9,114 y Lc 9,28-36), que seis días, Lucas menciona ocho días, después de nominar a Pedro, como piedra de su Iglesia en la región de Cesarea de Filippo, al pie del Monte Hermón (2.759 metros de altitud), según San Mateo y San Marcos, el Señor tomó a Pedro, a Juan y a su hermano Santiago y los llevó a un monte que estos evangelistas califican de alto, lo que ha llevado a pensar a más de un exégeta, que la Transfiguración del Señor se realizó en el Monte Hermón de 2.759 metros de altitud y no en Thabor, que solo tiene 562 metros de altura. Bien es  verdad que en seis días, a pie se puede recorrer la distancia que media entre ambos montes, pero caminando muy deprisa y sin apenas descansar. De otro lado el monte Thabor situado en el corazón de Galilea, era suficientemente conocido por los evangelistas ya que en el A.T. se menciona una docena de veces y ninguna de ellos, inclusive San Lucas, el más meticuloso con los datos geográficos e históricos, se menciona el nombre del Thabor. El Monte Hermón, situado completamente al norte de la Galilea, tampoco se menciona en el N.T.  Es de resaltar que resulta llamativa la hermandad que establece el salterio, que en el Salmo 89,13 hermana a los dos montes al decir: “… tú creaste el norte y el mediodía, el Tabor y el Hermón exultan en tu nombre”. (Sal 89,13).

 

            Pero la tradición, no apoya la candidatura del Hermón y siempre se ha tenido al Monte Thabor, como el monte en el cual Nuestro Señor se transfiguro. Recojo los versículos de San Mateo para mejor entender lo que la Transfiguración significó entonces y nos sigue significando a nosotros: "Seis días después tomo Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, su hermano, y los llevo aparte, a un monte alto. Y se transfiguro ante ellos; brillo su rostro como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías hablando con El. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: Señor, ¡que bien estamos aquí! Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, una para Moisés, y otra para Elías. Aun estaba el hablando, cuando los cubrió una nube resplandeciente, y salió de la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia; escuchadle. Al oírla, los discípulos cayeron sobre su rostro sobrecogidos de gran temor. Jesús se acerco, y tocándolos dijo: Levantaos, no temáis. Alzando ellos los ojos, no vieron a nadie, sino solo a Jesús. Al bajar del monte les mando Jesús, diciendo: No deis a conocer a nadie esta visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”. (Mt 17, 1-9).

 

           Para Fulton Sheen, lo sucedido en el Thabor: “No se trataba de la plena manifestación de la divinidad, que ningún hombre podía contemplar sobre la tierra, ni tampoco era su cuerpo glorificado, puesto que aún no había resucitado de entre los muertos, pero poseía una propiedad de gloria”. Es decir, para el obispo Sheen, no se trata de una autentica teofanía divina, tal como pude ser la manifestada por Dios en el Encinar de Mambré, cuando le presagió a nuestro padre Abraham la maravilla del misterio de la Santísima Trinidad. La Transfiguración, fue  la segunda vez que Dios Padre nos habló desde una nube y con similares palabras en ambos casos. La primera vez, de las dos ocasiones, fue con motivo del Bautizo de Jesús en el Jordán (Mt 4,17). En ambos casos más o menos Dios Padre nos dice: Qué este es mi hijo amado, el predilecto, escuchadle.

 

          No coincide exactamente con esta apreciación del obispo Sheen, el escritor católico Etienne Brot que en su libro “Semillas de oro de la Biblia”, escribe: “Es bien sabido que una teofanía consiste en esencia en una revelación de Dios por parte de Él mismo y dada a conocer en el momento en que tiene lugar. Dicho de otro modo, una confidencia que, de un modo gradual y teniendo en cuenta las circunstancias espirituales e intelectuales del momento Dios hace a los hombres sobre Su naturaleza divina. Es de esperar pues una progresión de una teofanía a la otra. Y así, la última de todas, la Transfiguración, tiene todas las posibilidades de ser la más completa, la más sintética y la más plena revelación sobre el Ser más extraordinario, paradójico e ininteligible que existe; el Dios Todopoderoso infinito y eterno”. Del cual, más de uno nos sentimos locamente enamorados

 

          Y, ¿cuál es la razón, por la que el Señor quiere mostrarles a los tres electos discípulos, una parte de la manifestación de su gloria? Si leemos el capitulo anterior en San Mateo, veremos que seis días antes de la Transfiguración, cuando estaban todavía en la región de Cesarea de Filippo, en la falda del Hermón, el Señor primeramente había había nominado a Pedro, como la roca donde se asentaría su Iglesia, pero a continuación les dijo: “Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que  él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los  ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y  resucitar al tercer día. Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: ¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso! Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!” (Mt 16,21-23).

 

          El Señor debió de tomar nota de la debilidad espiritual de sus discípulos y vio la necesidad de fortalecerlos en sus espíritus, reafirmándoles su condición de Hijo predilecto de Dios y Mesías de Israel. A este respecto Fray Luís de Granada escribe diciendo: “Considera, pues, aquí (en la Transfiguración del Señor) primeramente el artificio maravilloso de que el Señor usó para traernos a Sí. Vio Él que los hombres se movían más por los gustos de los bienes presentes que por la promesa de los advenideros, conforme aquella sentencia del Sabio que dice: ‘Más vale ver lo que deseas, que desear lo que no sabes’.”, Pero, continua más adelante Fray Luís de Granada diciendo: “Más no mostró, aquí (en la Transfiguración del Señor) la mejor parte de esta promesa, que es la gloria esencial de los bienaventurados, porque esta sobrepuja todo sentido, sino solo una parte de la accidental, que es la claridad y hermosura de los cuerpos gloriosos”.

 

          Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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