Domingo, 22 de diciembre de 2024

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El Tribunal Superior de Australia admite la apelación del cardenal Pell: habrá nuevo juicio en 2020

El Tribunal Superior de Australia admite la apelación del cardenal Pell: habrá nuevo juicio en 2020
George Pell se encuentra en prisión y esta es la última oportunidad para revertir la sentencia

ReL

El Tribunal Superior de Australia ha admitido a trámite la petición del cardenal George Pell para apelar Pell contra la condena a seis años por la que ya está en prisión por abusos sexuales cometidos contra dos menores en la década de 1990.

Tal y como ha explicado un portavoz del Tribunal Superior de Australia a la Agencia española EFE, "la solicitud fue remitida al pleno de los magistrados y el caso será juzgado en una fecha por determinar". Además, este portavoz ha añadido que “el caso está listo para su inclusión en el calendario de juicios para después del 4 de marzo de 2020”.

Última vía judicial

Esta es la última vía judicial a la que puede acogerse el cardenal Pell para revertir una sentencia que arroja dudas entre los propios jueces. En marzo pasado, el cardenal, de 78 años, fue condenado por un jurado popular a seis años de prisión por abusos sexuales a menores, incluido uno por penetración oral, cometidos contra dos chicos del coro de la catedral de St. Patrick', en Melbourne, en 1996.

En agosto, el Tribunal de Apelaciones desestimó el recurso de Pell. Uno de los tres jueces, sin embargo, discrepó de sus compañeros. Se trataba de Mark Weinberg, que llegó a afirmar que estaba “bastante poco convencido” del testimonio de la víctima que, en su opinión, “contenía discrepancias y mostraba deficiencias” por lo que cree que algo de lo que dijo pudiera estar inventado. (Más información aquí sobre los argumentos del juez Weinberg).

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Imagen de una parte de la sacristía de la catedral de Melbourne

El periodista George Weigel  ha recordado además en este tiempo que el Weinberg es el jurista de derecho penal más importante de Australia, mientras que los otros dos que avalaron la sentencia del jurado popular tenían poca o ninguna experiencia en derecho penal.

Testimonio de extrabajadores de la catedral

Los abogados de Pell han basado esta última apelación al Tribunal Superior de Australia basándose en los argumentos de este juez y en las contradicciones mostradas por la víctima durante el juicio. Además, expertos han puesto en duda que los abusos se pudieran producir en la sacristía tras la Eucaristía en la catedral de Melbourne, un lugar con varias puertas y con trasiego constante de personas.  

Por otro lado, trabajadores y ayudantes de Pell recalcaron una y otra vez que el prelado nunca estaba solo en esos momentos, y que tras la misa siempre se quedaba entre media hora y una hora despidiendo y saludando a los fieles en la puerta del templo.

Recientemente dos extrabajadoras de la catedral de Melbourne han mostrados sus serias dudas de que el cardenal pudiera cometer estos delitos y lamentaron que finalmente sus testimonios no fueran escuchados en el juicio.

Se trata de Lil Sinozic y Jean Cornish.  La primera de ellas era, entre otros cargos, asistía al maestro de ceremonias de Pell, y asegura que “sé a ciencia cierta que lo que han descrito no podría haber  pasado, da la situación en la sacristía tras la misa. Decir que los abusos ocurrieron  en un lapso de cinco minutos y que nadie vio ni oyó nada es ridículo. No sé por qué el jurado creyó lo contrario”.

Tal y como recoge Aciprensa, esta mujer recuerda que el arzobispo, que estaba recién llegado en ese momento a Melbourne, “salía de la catedral y pasaba al menos media hora, o una hora completa,  saludando y conversando con la gente”.

La sacristía siempre estaba llena

Esta mujer recalca que “particularmente entonces, cuando él era nievo, todos sentían curiosidad y querían conocerlo. Entonces pasaba buen rato conversando con la gente. Y luego lo seguían sus ayudantes, el maestro de ceremonias, otras personas, y la sacristía estaba siempre llena después de la Misa, como se podrán imaginar”.

Por otro lado, Jean Cornish afirma que ella “patrullaba todo el tiempo” la zona en la que se habrían producido los abusos porque había un problema con los turistas que querían ingresar en la sacristía durante y tras la Eucaristía.

Esta exprofesora, que en 1996, estaba encargada de las celebraciones en la catedral, añade que además de la misa de la mañana había otra por la tarde, por lo que ya había personas en la sacristía dejando todo preparado para esa celebración.

Las inconsistencias de una acusación muy extraña

En marzo, el jesuita y abogado australiano Frank Brennan repasó el caso y señaló las inconsistencias de la acusación contra Pell en la revista jesuita Eureka Street. Brennan sabe de tribunales: es el hijo mayor de un antiguo juez del Tribunal Supremo Australiano. También acumula premios de derechos humanos por su activismo social.

Primero señala que aunque él ha estado en varias sesiones del juicio con el público, nadie del público ha escuchado ni ha leído la declaración del único acusador, testigo y víctima. Solo los magistrados y el jurado conocen esa declaración. Se trata de una grabación que se hizo en el juicio anterior. Se conocen fragmentos porque en otras fases del juicio se han citado o referido a ellos. La víctima, un hombre que tenía 13 años en 1996, quiere mantener su total anonimato: ningún periodista ni investigador ha podido acudir a él, hacerle preguntas o investigar su entorno, sólo los juristas del caso.

Las inconsistencias del relato

"La acusación afirmó que el primer acontecimiento, implicando 4 acusaciones, tuvo lugar tras una misa solemne de domingo celebrada por Pell en la segunda mitad de diciembre de 1996. Tanto la acusación como la defensa coincidían en que se habla del 15 o 22 de diciembre de 1996. Eran la primera y la segunda misas solemnes que celebraba Pell en la catedral desde que fue hecho arzobispo en agosto de 1996, porque la catedral antes había estado en obras y no se había usado para misas de domingo", escribe Brennan.

"El denunciante dijo que él y otro chico del coro dejaron la procesión litúrgica al final de una de las misas de domingo y se escabulleron hacia la sacristía, donde empezaron a probar vino del altar. El arzobispo llegó sin que nadie le acompañara, les reprendió y entonces, completamente revestido con sus copiosas vestiduras litúrgicas, procedió a cometer tres actos sexuales viles incluyendo la penetración oral del denunciante. El denunciante dijo que la puerta de la sacristía estaba abierta y que los monaguillos pasaban por el pasillo. El denunciante dijo que él y el otro chico después volvieron a las prácticas del coro. El coro estaba haciendo unas grabaciones navideñas esos días".

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El jesuita Brennan ha analizado el caso y se ha mostrado muy crítico con el veredicto del jurado

"Estos dos chicos permanecieron en el coro aún un año más, pero, dijo el denunciante, nunca hablaron de este tema entre ellos, aunque a veces se quedaban para dormir uno en casa del otro. Al segundo chico le preguntó una vez su madre si había sido abusado por alguien, y él dijo que no".

"El denunciante afirmó que un mes o así después, tras una misa de domingo, cuando el arzobispo estaba presidiendo -pero no celebrando la misa- Pell salió por el pasillo fuera de la sacristía, donde estaban muchos chicos del coro y otras personas. Aseguró que Pell se aferró a él brevemente, le puso contra una pared y firmemente agarró sus genitales. Esta es la quinta acusación. Pell no conocía al chico, ni tuvo contacto con ninguno de ellos después".

La declaración del sacristán y el maestro de ceremonias

En el juicio, explica Brennan, prestaron declaración el Maestro de Ceremonias de la catedral, Charles Portelli, y el sacristán de la catedral por muchos años, Max Potter, asegurando que después de una procesión al menos uno de ellos siempre ayuda al arzobispo a quitarse las vestimentas litúrgicas en la sacristía. Se demostró en el juicio, además, que Pell era muy serio y exigente en los asuntos litúrgicos. Tenía un protocolo estricto de pasar entre diez y 20 minutos en la entrada de la catedral tras la misa saludando a los parroquianos, antes de volver a la sacristía. La acusación sugirió que quizá en esas primeras misas que hizo no era así.

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Brennan dice que la crítica del abogado defensor a esta narrativa tiene sentido. "Cualquiera familiarizado con cómo es una misa solemne de catedral con coro completo encontrará de lo más inverosímil que un obispo pueda, sin razón grave, abandonar una procesión y retirarse a la sacristía sin acompañante", escribe Brennan.

Después Brennan detalla que la declaración inicial del acusador a la policía es que Pell había apartado a un lado sus vestimentas, pero un alba es como un vestido sin costuras: no se puede apartar, sólo levantar. Después el denunciante dijo que Pell movió sus vestimentas a un lado, pero eso no puede hacerse si hay un cinto. Brennan denuncia que la policía nunca examinara ropajes litúrgicos para ver cómo pudo ser eso.

Brennan, como cualquiera que haya estado en una misa solemne con un obispo en una catedral (y más un obispo "novato" en el edificio), concluye: "La proposición de que los hechos denunciados los cometió inmediatamente después de misa un arzobispo completamente revestido en la sacristía con una puerta abierta, a la vista del pasillo parecen increíbles en mi opinión".

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