Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Todo se basa en la extraña historia de un único acusador desconocido al público

El cardenal Pell seguirá en prisión: un juez considera implausibles los hechos, pero dos los aceptan

El cardenal Pell seguirá en prisión: un juez considera implausibles los hechos, pero dos los aceptan
El cardenal Pell tendrá que cumplir 6 años de prisión, a menos que su caso llegue ahora al Tribunal Supremo australiano y lo gane

P.J. Ginés/ReL

Hay 2.000 páginas de juicio y horas de declaraciones, pero en el juicio contra el cardenal George Pell todo se basa en lo que declara una sola persona, el acusador, que tenía 13 años en diciembre de 1996.  Su relato es que el cardenal, en vez de estar en la puerta de su nueva catedral saludando tras una misa solemne de domingo con todo el coro, se escabulló y, muy rápidamente, en la sacristía catedralicia y con la puerta abierta, completamente revestido con los ropajes litúrgicos episcopales, abrió por un lado sus ropajes (imposible, pues el alba sólo se puede alzar, no hacer a un lado) y cometió rápidos abusos contra él y contra otro adolescente cantante del coro (que murió en 2014 por sobredosis de drogas).

Pell fue considerado culpable por un jurado popular. Ahora, un tribunal de apelación de 3 jueces ha examinado el juicio. Los tres han coincidido en que no hay que anular el juicio por dos reclamaciones técnicas. Aunque no se invitó al cardenal a declararse culpable o inocente en una exposición final y tampoco se permitió una actuación en vivo representando los ropajes y los hechos, no es motivo suficiente para declarar nulo el proceso.

Pero han mostrado desacuerdo en el punto clave, sobre si el veredicto del jurado va más allá de "la duda razonable": por dos contra uno, se considera que el jurado lo hizo bien y que Pell seguirá en la cárcel en base al testimonio de su único acusador (desconocido para el público y la prensa, ya que guarda total anonimato).

Un juez ve poco convincente la acusación

Según explicó la juez Anne Ferguson, el juez Mark Weinberg consideró que las declaraciones del único acusador y testigo "contenían discrepancias, mostraban inadecuaciones y carecían del valor probatorio, por lo que eran causa de duda acerca de la culpabilidad"; además, consideraba el segundo incidente de abuso "enteramente implausible y bastante poco convincente".

Según el juez Mark Weinberg -resumió la jueza Ferguson- había un "cuerpo significativo de evidencia lógica y, a veces, impresionante, que sugería que el relato del acusador era, en un sentido realista, 'imposible de aceptar'".

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Los jueces Maxwell y Ferguson (a la izquierda) ven creíble el relato del único testigo y acusador; el juez Weinberg (a la derecha) lo ve "implausible y poco convincente"

Pero la jueza Ferguson y el juez Chris Maxwell no estuvieron de acuerdo con Weinberg: "en otras palabras, esos jueces decidieron que no había nada en la evidencia del denunciante o en la evidencia de oportunidad, que signifique que el jurado debiera haber tenido una duda", dijo Ferguson.

"El juez Maxwell y yo aceptamos la presentación de la acusación que argumentaba que el demandante era un testigo convincente, que claramente no mentía ni fantaseaba y que era un testigo de la verdad", declaró la jueza Anne Ferguson en la lectura del fallo.

"Cada juez ha leído la transcripción del juicio, algunas partes varias veces", dijo la jueza Ferguson, refiriéndose a más de 2.000 páginas de documentación del juicio. También vieron vídeos con las declaraciones de 12 de los 24 testigos llamados a declarar al juicio. Pero esos testigos no habían visto nada de los hechos en sí: hablaban de temas como el contexto litúrgico y las vestimentas del día en que habrían pasado los hechos.

El cardenal escuchó la sentencia vestido de clérigo

Si no triunfa un recurso al Tribunal Supremo, el cardenal, de 78 años, tendrá que cumplir su pena de seis años de prisión, que le permitirá salir en libertad condicional en 2022.

La prensa australiana describió que el cardenal escuchó la sentencia con gesto estoico, vestido con ropa clerical, en vez del uniforme de prisión, flanqueado por 4 guardias de seguridad, pero sin esposar. En otras ocasiones, solía tomar notas en el banquillo. No lo hacía esta vez. Ha pasado ya 176 días en prisión, en confinamiento solitario "para protegerle". Las autoridades civiles no le permiten celebrar misa en prisión.

Katrina Lee, portavoz del cardenal, afirmó que "al tiempo que señala la decisión dividida por 2 a 1, el cardenal Pell mantiene su inocencia. Damos gracias a las muchas personas que le apoyan". En la sala había 26 periodistas acreditados. También estaba David Pell, hermano del cardenal, y el canciller de la arquidiócesis de Sydney, Chris Meaney.

El cardenal sigue declarándose inocente. En verano de 2017 dejó Roma y anunció su regreso a Australia para "limpiar su nombre", añadiendo que "la idea de abusos sexuales es aberrante para mí". Para asombro de muchos, un jurado popular lo condenó en base al relato de un único testigo.

Ahora, fallada la apelación, su única vía ahora sería llevar su caso al Tribunal Supremo en Canberra, y muchos consideran que sus posibilidades allí son escasas. Sus abogados han de decidirlo antes de 28 días.

La Santa Sede recuerda el derecho a apelar al Tribunal Supremo

Reafirmando su respeto por las autoridades judiciales australianas, como se declaró el 26 de febrero con ocasión de la sentencia en primera instancia, la Santa Sede – informa el Director de la Oficina de Prensa del Vaticano, Matteo Bruni – toma nota de la decisión de rechazar la apelación del Cardenal George Pell.

A la espera de conocer la evolución del proceso judicial, recuerda que el Cardenal siempre ha confirmado su inocencia. Y que tiene derecho a apelar ante el Tribunal Supremo. En esta ocasión, junto con la Iglesia de Australia, la Santa Sede confirma su cercanía a las víctimas de abusos sexuales y su compromiso, a través de las autoridades eclesiásticas competentes, de perseguir a los miembros del clero responsables de los mismos.

A finales de octubre de 2018 el Papa Francisco dejó de contar con el Cardenal Pell para su Consejo de Cardenales debido a su "avanzada edad". Posteriormente, a finales de febrero de 2019, el Director "ad interim" de la Oficina de Prensa, Alessandro Gisotti, confirmó que el mandato de cinco años del Cardenal Pell como Prefecto de la Secretaría para la Economía, comenzado en febrero de 2014, había concluido y que, por tanto, su servicio en el Vaticano había terminado.

Tras la decisión de este miércoles, el primer ministro australiano, Scott Morrison, anunció que a Pell se le retirará la condecoración de la Orden de Australia. Pero al contrario que en otros casos de jerarcas cuyos abusos sí quedaron firmemente probados, para la Iglesia George Pell sigue siendo un cardenal y un arzobispo, implicado en un proceso judicial.

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En marzo de 2019 el  jesuita Frank Brennan señalaba las extrañezas de este caso
 

Las inconsistencias de una acusación muy extraña

En marzo, el jesuita y abogado australiano Frank Brennan repasó el caso y señaló las inconsistencias de la acusación contra Pell en la revista jesuita Eureka Street. Brennan sabe de tribunales: es el hijo mayor de un antiguo juez del Tribunal Supremo Australiano. También acumula premios de derechos humanos por su activismo social.
 
Primero señala que aunque él ha estado en varias sesiones del juicio con el público, nadie del público ha escuchado ni ha leído la declaración del único acusador, testigo y víctima. Solo los magistrados y el jurado conocen esa declaración. Se trata de una grabación que se hizo en el juicio anterior. Se conocen fragmentos porque en otras fases del juicio se han citado o referido a ellos. La víctima, un hombre que tenía 13 años en 1996, quiere mantener su total anonimato: ningún periodista ni investigador ha podido acudir a él, hacerle preguntas o investigar su entorno, sólo los juristas del caso. 
 

Las inconsistencias del relato

"La acusación afirmó que el primer acontecimiento, implicando 4 acusaciones, tuvo lugar tras una misa solemne de domingo celebrada por Pell en la segunda mitad de diciembre de 1996. Tanto la acusación como la defensa coincidían en que se habla del 15 o 22 de diciembre de 1996. Eran la primera y la segunda misas solemnes que celebraba Pell en la catedral desde que fue hecho arzobispo en agosto de 1996, porque la catedral antes había estado en obras y no se había usado para misas de domingo", escribe Brennan.
 
"El denunciante dijo que él y otro chico del coro dejaron la procesión litúrgica al final de una de las misas de domingo y se escabulleron hacia la sacristía, donde empezaron a probar vino del altar. El arzobispo llegó sin que nadie le acompañara, les reprendió y entonces, completamente revestido con sus copiosas vestiduras litúrgicas, procedió a  cometer tres actos sexuales viles incluyendo la penetración oral del denunciante. El denunciante dijo que la puerta de la sacristía estaba abierta y que los monaguillos pasaban por el pasillo. El denunciante dijo que él y el otro chico después volvieron a las prácticas del coro. El coro estaba haciendo unas grabaciones navideñas esos días". 
 
"Estos dos chicos permanecieron en el coro aún un año más, pero, dijo el denunciante, nunca hablaron de este tema entre ellos, aunque a veces se quedaban para dormir uno en casa del otro. Al segundo chico le preguntó una vez su madre si había sido abusado por alguien, y él dijo que no". 
 
"El denunciante afirmó que un mes o así después, tras una misa de domingo, cuando el arzobispo estaba presidiendo -pero no celebrando la misa- Pell salió por el pasillo fuera de la sacristía, donde estaban muchos chicos del coro y otras personas. Aseguró que Pell se aferró a él brevemente, le puso contra una pared y firmemente agarró sus genitales. Esta es la quinta acusación. Pell no conocía al chico, ni tuvo contacto con ninguno de ellos después". 
 

La declaración del sacristán y el maestro de ceremonias

En el juicio, explica Brennan, prestaron declaración el Maestro de Ceremonias de la catedral, Charles Portelli, y el sacristán de la catedral por muchos años, Max Potter, asegurando que después de una procesión al menos uno de ellos siempre ayuda al arzobispo a quitarse las vestimentas litúrgicas en la sacristía. Se demostró en el juicio, además, que Pell era muy serio y exigente en los asuntos litúrgicos. Tenía un protocolo estricto de pasar entre diez y 20 minutos en la entrada de la catedral tras la misa saludando a los parroquianos, antes de volver a la sacristía. La acusación sugirió que quizá en esas primeras misas que hizo no era así. 
 
Brennan dice que la crítica del abogado defensor a esta narrativa tiene sentido. "Cualquiera familiarizado con cómo es una misa solemne de catedral con coro completo encontrará de lo más inverosímil que un obispo pueda, sin razón grave, abandonar una procesión y retirarse a la sacristía sin acompañante", escribe Brennan. 
 
Después Brennan detalla que la declaración inicial del acusador a la policía es que Pell había apartado a un lado sus vestimentas, pero un alba es como un vestido sin costuras: no se puede apartar, sólo levantar. Después el denunciante dijo que Pell movió sus vestimentas a un lado, pero eso no puede hacerse si hay un cinto. Brennan denuncia que la policía nunca examinara ropajes litúrgicos para ver como pudo ser eso. 
 
Brennan, como cualquiera que haya estado en un misa solemne con un obispo en una catedral (y más un obispo "novato" en el edificio), concluye: "La proposición de que los hechos denunciados los cometió inmediatamente después de misa un arzobispo completamente revestido en la sacristía con una puerta abierta, a la vista del pasillo parecen increíbles en mi opinión". 
 

Qué llevó al jurado a tomar esta decisión

Brennan cree que varias cosas se conjugaron para que el jurado pensara que aunque los detalles estaban mal "algo debió hacer Pell": 
 
- el juez explicó que las víctimas de abusos a menudo no recuerdan bien los detalles.
 
- en el Parlamento, la televisión y otras instancias, se repitió durante dos años, una y otra vez que "hay que creer a las víctimas".
 
- libros y canciones por que daban por culpable al cardenal se difundieron insistentemente, y Pell cae mal a muchos por ser conservador en moral y valores.
 

El acusado que debe demostrar su inocencia

"Estas cosas tienden a cambiar la carga reputacional, si no legal, de que el acusado debe demostrar su inocencia, en vez de ser la acusación quien debe demostrar la culpa", señala Brennan. Después de todo, toda la acusación se limita a esta declaración (que no tiene el público) de un solo testigo-víctima-acusador por un hecho de 1996. (El otro supuesto testigo murió de sobredosis en 2014 y nunca dijo nada sobre esto a nadie).
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