Misa de la Cena del Señor en la cárcel de menores: el Papa lava los pies a doce reclusos
En la tarde del Jueves Santo, el Papa Francisco ha presidido la misa 'In Coena Domini' (de la Cena del Señor) en un lugar peculiar: la cárcel de menores de Casal del Marmo, a las afueras de Roma, donde hay unos 50 internos, la mitad menores de edad, la otra mitad entre 18 y 25 años. A esta misa, además de los internos, acudió personal penitenciario y algunos parientes: en total, unas cien personas.
Francisco ya visitó este lugar hace diez años, en 2013, apenas quince días después de haber sido elegido.
Como se hace en tantas parroquias, el sacerdote -en este caso el Papa- ha lavado los pies a doce fieles, representantes de los apóstoles en esa cena. En la cárcel, han sido doce chicos y chicas, seis menores de edad. Entre ellos, un musulmán, un rumano, un ruso, un croata, un senegalés, dos chicas gitanas e internos italianos. Algunos se han emocionado y lloraban mientras el Papa lavaba sus pies.
"Llama la atención cómo Jesús, justo el día antes de ser crucificado, hace este gesto", señaló el Papa.
Improvisó una homilía breve, sin papeles. Explicó que en la época de Jesús lavar los pies "era trabajo de esclavos. Imagínense el asombro de los discípulos cuando vieron que Jesús empezaba a hacer esto, como un esclavo".
Según Francisco, Jesús quería indicar que él moriría como un esclavo, y así pagaría la deuda "de todos nosotros".
El Papa Francisco en la Misa de la Cena del Señor en la cárcel de menores de Casal del Marmo cercana a Roma.
Escuchar a Jesús y a sus enseñanzas
El Papa animó a escuchar a Jesús, porque con sus enseñanzas "la vida sería tan hermosa porque nos apresuraríamos a ayudarnos los unos a los otros, en vez de como nos enseñan los listos a engañarnos los unos a los otros, a aprovecharnos los unos de los otros".
"Ayudarnos los unos a los otros, tendernos una mano", dijo, "son gestos humanos, universales, que nacen de un corazón noble". Añadió: "Jesús hoy, con esta celebración, quiere enseñarnos esta nobleza del corazón".
"Cada uno de nosotros puede decir: ‘Pero si el Papa supiera las cosas que tengo dentro…’. Pero Jesús las sabe, ¡y nos quiere tal como somos! Y nos lava los pies por todos nosotros", insistió el Pontífice.
Francisco explicó a los jóvenes que Jesús "nunca se asusta porque ya ha pagado, solo quiere acompañarnos, quiere llevarnos de la mano para que la vida no sea tan dura para nosotros".
El Papa señaló males sociales: "Cuántas injusticias, cuánta gente sin trabajo, cuánta gente que trabaja y le pagan la mitad, cuánta gente que no tiene dinero para comprar medicinas, cuántas familias rotas, tantas cosas malas”. En este escenario, el Papa consideró que ninguno de nosotros puede decir: “Doy gracias a Dios por no ser así”. En efecto, “cada uno de nosotros puede tropezar”, reiteró.
Aprender del lavatorio de los pies
Al final de su prédica, el Pontífice retomó el sentido del lavatorio de los pies. Subrayó que, con él, Jesús “nos enseñó a ayudarnos los unos a los otros y así la vida es más bella y se puede llevar así”.
Luego, invitó a cada uno de los reclusos a pensar, mientras el Pontífice les lavaría los pies: “Jesús me lavó los pies, Jesús me salvó, y ahora tengo esta dificultad, ¡pero pasará, porque el Señor está siempre a tu lado, nunca te abandona, nunca!”.
Tras la misa, la directora de la institución penitenciaria, Maria Teresa Iuliano, agradeció al Papa "su inmensa dulzura que nos revela y nos reconduce a lo esencial", que "nos sostiene, nos anima ante todas las dificultades". "Rezaremos junto a usted por el bien, por la paz en el mundo", dijo la directora.
Un recuerdo de un cura asesinado por la mafia
Después, el Papa bendijo la placa inaugural de la capilla, dedicada al beato Pino Puglisi, sacerdote asesinado por la mafia en 1993, con 56 años, porque realizaba actividades que alejaban a los niños y jóvenes de los entornos mafiosos. El asesinato se cometió hace 30 años, la beatificación hace diez.
Los jóvenes regalaron al Papa una cruz realizada en el curso de carpintería, unas galletas y un paquete de pasta, ambos elaborados en la fábrica de pasta recientemente inaugurada en el interior de la cárcel. A los jóvenes reclusos, al director y al personal, el Pontífice les dio algunos rosarios y huevos de chocolate, signos de Pascua.
El joven capellán del centro, el padre Nicolò Ceccolini, dijo a Vatican News que los chicos habían esperado la ocasión de forma expectante, "aunque solo sea por la curiosidad de conocer a una persona que saben importante y que viene a visitarles".
En el vídeo se puede ver la misa completa en el centro juvenil de Casal del Marmo.