Francisco pide soluciones «realistas, valientes, generosas y solidarias» para las enfermedades raras
En un mensaje dirigido al padre Jean-Marie Mupendawatu,
secretario del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios, Francisco saludó a los participantes en la XXXIª Conferencia Internacional organizada por dicho dicasterio Por una cultura de la salud acogedora y solidaria al servicio de las personas afectadas por patologías raras y descuidadas, estas últimas ya sea desde el punto de vista médico-epidemiológico, socio-político, económico o jurídico-ético. En torno a 400 millones de personas en todo el mundo padecen enfermedades raras, y en torno a 1000 millones enfermedades consideradas descuidadas, en su mayoría de origen infeccioso.
Cristo, modelo de paciente y de médico
Francisco propone abordar la cuestión teniendo "como valores esenciales el respeto de la vida, de la dignidad y de los derechos de los enfermos, junto con el compromiso acogedor y solidario, y realizando estrategias curativas llevadas adelante con un sincero amor hacia la persona concreta que sufre".
"El desafío, desde el punto de vista epidemiológico, científico, clínico-asistencial, higiénico-sanitario y económico es, pues, desmesurado, porque implica responsabilidades y compromisos a escala global: autoridades políticas y sanitarias internacionales y nacionales, agentes sanitarios, industria biomédica, asociaciones de ciudadanos/pacientes, voluntariado laico y religioso", señala el Papa, quien en todo caso apunta que se trata de "un desafío desmesurado, pero no imposible".
Para ese desafío, como para todos, la Iglesia, "desde siempre encuentra motivación e impulso en su Señor, Cristo Jesús, el Crucificado Resucitado, icono tanto del enfermo (el Christus patiens) como del médico (el Christus medicus, el Buen Samaritano)", señaló el Papa.
Consideraciones sobre la persona que sufre
Francisco propuso algunas consideraciones para reflexión de los participantes en el congreso: que la persona humana sea el "valor eminente", sobre todo "aquella que sufre" y que "merece sin indecisión todo esfuerzo para ser acogida, cuidada y, en lo posible, curada".
Y ello, con "una libre y valiente voluntad de bien" y "una real y verdadera sabiduría del corazón". Junto a esa "lógica acogedora y solidaria" es importante "custodiar el ambiente en el que vive el hombre", porque "la relación entre estas enfermedades y el ambiente es determinante" y "la carga mayor pesa en las poblaciones más pobres". "Es por esto", continuó el Papa, "que quiero poner nuevamente el acento en la absoluta importancia del respeto y de la custodia de la creación, de nuestra casa común".
"La segunda consideración sobre la cual deseo llamar vuestra atención es que para la Iglesia sigue siendo prioritario mantenerse dinámicamente en un estado de 'salida', a fin de dar testimonio en lo concreto de la misericordia divina, haciéndose “hospital de campo” para las personas marginadas, que viven en cada periferia existencial, socio-económica, sanitaria, ambiental y geográfica del mundo", añadió el Papa.
Tres principios de doctrina social de la Iglesia
Por último, una tercera consideración se refiere a "la justicia", pues "la consideración a escala social de este fenómeno sanitario reclama una clara instancia de justicia, en el sentido de 'dar a cada uno lo suyo'”. Es decir, el mismo acceso a los cuidados eficaces para las mismas necesidades de salud, independientemente de los factores referentes a los contextos socio-económicos, geográficos y culturales".
La razón de esto descansa sobre tres principios fundamentales de la doctrina social de la Iglesia, que enumera Francisco:
-el principio de sociabilidad, según el cual "el bien de la persona se refleja en toda la comunidad";
-el principio de subsidiaridad "que, por un lado, sostiene, promueve y desarrolla socialmente la capacidad de cada persona de dar cumplimiento para sí y para las propias aspiraciones legítimas y buenas; por el otro, ayudará a la persona allí donde ella no logre por sí misma superar posibles obstáculos"; como es el caso, por ejemplo, de una enfermedad; y
-el principio de solidaridad, "que tenga en la justa medida el valor-persona y el bien común".
Sobre estas tres bases, el Papa pide "soluciones realistas, valientes, generosas y solidarias para afrontar, aún más eficazmente, y resolver la emergencia sanitaria" de las enfermedades raras y descuidadas.
secretario del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios, Francisco saludó a los participantes en la XXXIª Conferencia Internacional organizada por dicho dicasterio Por una cultura de la salud acogedora y solidaria al servicio de las personas afectadas por patologías raras y descuidadas, estas últimas ya sea desde el punto de vista médico-epidemiológico, socio-político, económico o jurídico-ético. En torno a 400 millones de personas en todo el mundo padecen enfermedades raras, y en torno a 1000 millones enfermedades consideradas descuidadas, en su mayoría de origen infeccioso.
Cristo, modelo de paciente y de médico
Francisco propone abordar la cuestión teniendo "como valores esenciales el respeto de la vida, de la dignidad y de los derechos de los enfermos, junto con el compromiso acogedor y solidario, y realizando estrategias curativas llevadas adelante con un sincero amor hacia la persona concreta que sufre".
"El desafío, desde el punto de vista epidemiológico, científico, clínico-asistencial, higiénico-sanitario y económico es, pues, desmesurado, porque implica responsabilidades y compromisos a escala global: autoridades políticas y sanitarias internacionales y nacionales, agentes sanitarios, industria biomédica, asociaciones de ciudadanos/pacientes, voluntariado laico y religioso", señala el Papa, quien en todo caso apunta que se trata de "un desafío desmesurado, pero no imposible".
Para ese desafío, como para todos, la Iglesia, "desde siempre encuentra motivación e impulso en su Señor, Cristo Jesús, el Crucificado Resucitado, icono tanto del enfermo (el Christus patiens) como del médico (el Christus medicus, el Buen Samaritano)", señaló el Papa.
Consideraciones sobre la persona que sufre
Francisco propuso algunas consideraciones para reflexión de los participantes en el congreso: que la persona humana sea el "valor eminente", sobre todo "aquella que sufre" y que "merece sin indecisión todo esfuerzo para ser acogida, cuidada y, en lo posible, curada".
Y ello, con "una libre y valiente voluntad de bien" y "una real y verdadera sabiduría del corazón". Junto a esa "lógica acogedora y solidaria" es importante "custodiar el ambiente en el que vive el hombre", porque "la relación entre estas enfermedades y el ambiente es determinante" y "la carga mayor pesa en las poblaciones más pobres". "Es por esto", continuó el Papa, "que quiero poner nuevamente el acento en la absoluta importancia del respeto y de la custodia de la creación, de nuestra casa común".
"La segunda consideración sobre la cual deseo llamar vuestra atención es que para la Iglesia sigue siendo prioritario mantenerse dinámicamente en un estado de 'salida', a fin de dar testimonio en lo concreto de la misericordia divina, haciéndose “hospital de campo” para las personas marginadas, que viven en cada periferia existencial, socio-económica, sanitaria, ambiental y geográfica del mundo", añadió el Papa.
Tres principios de doctrina social de la Iglesia
Por último, una tercera consideración se refiere a "la justicia", pues "la consideración a escala social de este fenómeno sanitario reclama una clara instancia de justicia, en el sentido de 'dar a cada uno lo suyo'”. Es decir, el mismo acceso a los cuidados eficaces para las mismas necesidades de salud, independientemente de los factores referentes a los contextos socio-económicos, geográficos y culturales".
La razón de esto descansa sobre tres principios fundamentales de la doctrina social de la Iglesia, que enumera Francisco:
-el principio de sociabilidad, según el cual "el bien de la persona se refleja en toda la comunidad";
-el principio de subsidiaridad "que, por un lado, sostiene, promueve y desarrolla socialmente la capacidad de cada persona de dar cumplimiento para sí y para las propias aspiraciones legítimas y buenas; por el otro, ayudará a la persona allí donde ella no logre por sí misma superar posibles obstáculos"; como es el caso, por ejemplo, de una enfermedad; y
-el principio de solidaridad, "que tenga en la justa medida el valor-persona y el bien común".
Sobre estas tres bases, el Papa pide "soluciones realistas, valientes, generosas y solidarias para afrontar, aún más eficazmente, y resolver la emergencia sanitaria" de las enfermedades raras y descuidadas.
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