Último «viernes de la misericordia»
Excluidos y ex sacerdotes: Francisco ofrece dos imágenes impactantes como colofón del Año Jubilar
El Jubileo de los Excluidos y un nuevo "viernes de la misericordia": la actividad del Papa este 11 de noviembre tuvo esos dos momentos álgidos, que dejaron sendas imágenes para la historia.
En el lado más emotivo, Francisco se vio rodeado de personas sin techo que pugnaban por tocarle mientras se entonaba un Padrenuestro, en una de las escenas más bellas de su pontificado. En el lado más controvertido, visitó a un grupo de ex sacerdotes junto a sus esposas e hijos.
En el corazón del Evangelio
Por la mañana, cerca de 6.000 personas excluidas, pobres, sin techo y abandonados se reunieron con él, gracias a la labor de la asociación francesa Fratello, y de la Comunidad de San Egidio, en el Aula Pablo VI durante la audiencia con motivo del Jubileo de los Excluidos que se celebra este fin de semana.
Tras la entrada del Papa y el saludo del cardenal Philippe Barbarin, intervino Etienne, fundador del Proyecto Lazaro-Francia, y que fue quien solicitó y ha dirigido la organización del Encuentro. El Proyecto Lázaro empezó recogiendo a tres pobres de la calle y ya ha acogido a más de trescientos. Etienne agradeció al Papa por recordarnos que el corazón de la Iglesia son los pobres y por las veces que ha pedido una Iglesia pobre y para los pobres.
Después, dos personas que han pasado por la experiencia de la exclusión de la calle compartieron con su testimonio de su encuentro con Cristo en medio de su sufrimiento, y cómo se encontraron amados por las personas que los acogieron y amaron.
En su discurso el Santo Padre les pidió que enseñen “a soñar desde el Evangelio, donde están ustedes, desde el corazón del Evangelio”. “Las pasiones y los sueños”, repitió el Santo Padre. “Dos palabras que pueden ayudar”, aclaró. Sobre la pasión, destacó su doble sentido: un sentido negativo, pero también un sentido positivo. “La pasión a veces nos hace sufrir, nos pone trabas internas, externas… Pero también, el apasionamiento por salir adelante, la buena pasión, y esa buena pasión nos lleva a soñar”, afirmó.
El Pontífice señaló, entonces, otro tipo de pobreza, la que supone el perder la capacidad de soñar. “Cuando un hombre o una mujer pierde la capacidad de soñar, pierde la capacidad de llevar una pasión adelante”. “¡No dejen de soñar!”, pidió a los presentes. “El sueño de un pobre, de uno que no tiene techo. ¿Cómo será? –se preguntó–. No sé, pero sueñan, y soñaron que un día podrían venir a Roma, y el sueño se realizó. ¡Sueñen que el mundo puede cambiar!”.
“Sólo aquel que siente que le falta algo mira arriba y sueña. El que tiene todo no puede soñar. La gente sencilla seguía a Jesús porque soñaban que Él los iba a curar, los iba a guiar, los iba a liberar… Y Él los liberaba”, explicó el Papa, según recoge Aciprensa.
Francisco volvió a dirigirse a los asistentes para lanzar un llamado concreto: “Enseñen a todos los que tenemos techo, a todos los que no nos falta la comida o medicinas, enséñennos a no estar satisfechos. Enséñennos a soñar desde el Evangelio, donde están ustedes, desde el corazón del Evangelio”.
El Pontífice admiró cómo los más pobres son capaces de encontrar la belleza de la vida en las situaciones más complicadas. “Eso significa dignidad”, subrayó.
“La capacidad de encontrar belleza en las cosas más tristes y más sufridas, solamente lo puede hacer un hombre o una mujer que tiene dignidad. Pobre sí, arrastrado no. Eso es dignidad. La misma dignidad que tuvo Jesús que nació pobre, que vivió pobre, la misma dignidad que tiene la Palabra del Evangelio, la misma dignidad que tiene un hombre o una mujer que vive con su trabajo. Pobre, sí; dominado, no; explotado, no”, insistió.
Para Francisco, la pobreza invita a la solidaridad. “La dignidad en la pobreza también les hace saber ser solidarios, saber ayudarse, saber dar la mano a quien está sufriendo más que yo. La capacidad de ser solidario es uno de los frutos que nos da la pobreza. Cuando hay mucha riqueza, uno se olvida de ser solidario, porque está acostumbrado a que no le falte de nada. La pobreza te hace solidario y te hace extender la mano a quien está pasando una situación más difícil. ¡Enseñen solidaridad al mundo!”, exhortó.
“Otra palabra que salió en los testimonios fue la palabra ‘paz’”, recordó. “La pobreza más grande es la guerra, la pobreza que destruye”. “Escuchar esta verdad de labios de un hombre que ha sufrido pobreza material, pobreza de salud, es un llamado a trabajar por la paz. La paz que, para nosotros los cristianos, empezó en el establo de una familia marginada. La paz que Dios quiere para cada uno de sus hijos. Ustedes, desde vuestra pobreza, desde vuestra situación, pueden ser artífices de paz”.
En este sentido, recordó que “las guerras se hacen entre ricos, para tener más. Para poseer más territorio, más poder, más dinero… Es muy triste cuando la guerra llega a hacerse entre los pobres, porque es una cosa rara. Los pobres son, desde su misma pobreza, más proclives a ser artesanos de la paz. Hagan paz. Creen paz. Den ejemplo de paz. Necesitamos paz en el mundo. Necesitamos paz en la Iglesia. Todas las Iglesias necesitan paz”.
El Papa, dirigiéndose al encuentro de los presentes en el Aula Pablo VI.
“Todas las religiones necesitan crecer en la paz. Porque todas las religiones son mensajeras de paz, pero deben crecer en la paz. Ayuden. Cada uno de ustedes en su propia religión. Esa paz que viene desde el sufrimiento, desde el corazón buscando esa armonía que te da la dignidad”, concluyó.
Sacerdotes con mujer e hijos
Por la tarde, Francisco acudió al barrio romano de Ponte di Nona, situado al este de la capital, para tener un encuentro con siete familias formadas por hombres que a lo largo de los últimos años abandonaron el sacerdocio.
Esta visita, que se enmarca en los llamados "viernes de la misericordia", que cada mes el Papa ha dedicado a un grupo concreto de personas, fue explicada por una nota de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, precisando que el Pontífice ha querido así dar “una señal de cercanía y afecto a estos jóvenes” que tomaron una decisión “muchas veces no aceptada por sus hermanos sacerdotes y por sus familiares”.
“Después de diversos años dedicados al ministerio sacerdotal en las parroquias, sucedió que la soledad, la falta de compresión, el cansancio por el enorme compromiso que deriva de la responsabilidad pastoral pusieron en crisis la decisión inicial del sacerdocio”, explica el comunicado de la Santa Sede: “Llegaron por lo tanto meses y años de incertidumbre y dudas que llevaron muchas veces a considerar que se habían equivocado al elegir el sacerdocio. De aquí la decisión de dejar de ser presbíteros y de formar una familia”.
Los siete sacerdotes con quienes se encontró el Papa provienen de lugares y entornos diversos: cuatro de la diócesis de Roma, ciudad en la que fueron párrocos; uno de Madrid, otro de América Latina, ambos residentes en Roma, y otro de Sicilia. Francisco escuchó sus historias y siguió con atención las consideraciones que hacían sobre las implicaciones jurídicas de cada uno de los casos. Y “su palabra paterna les aseguró la amistad y la certeza de interesarse personalmente” por ellos.
De esta manera, concluye el comunicado, “una vez más el Papa Francisco quiso dar una señal de la misericordia a quien vive una situación de malestar espiritual y material, evidenciando que nadie se debe sentir privado del amor y de la solidaridad de los Pastores”.
Con motivo de estos "viernes de la misericordia", a lo largo del año Francisco ha ido visitando numerosos centros donde se practica la misericordia de forma concreta y palpable, según enumera la agencia Zenit. En enero una casa de reposo para ancianos y otra para enfermos en estado vegetativo en Torre Spaccata. En febrero una comunidad de desintoxicación en Castel Gandolfo. En marzo, el Jueves Santo, el centro de recepción de prófugos en Castelnuovo di Porto. En abril a los prófugos y migrantes en la Isla de Lesbos. En mayo, en Ciampino el Santo Padre fue a la comunidad del Chicco para personas con grave discapacidades mentales. En junio, a dos comunidades romanas para sacerdotes ancianos y personas en situación de sufrimiento. En julio, durante el viaje a Polonia, el Papa cumplió su "viernes de la misericordia" rezando en silencio en los campos de concentración de Auschwitz-Birkenau, la visita a los niños enfermos del hospital pediátrico de Cracovia y el Vía Crucis con los jóvenes de la Jornada Mundial de la Juventud. En agosto, el Santo Padre fue a una estructura romana de la Comunidad Papa Juan XXIII, que recibe a mujeres liberadas de la esclavitud de las mafias de la prostitución. En septiembre visitó en Roma la sección neonatos de un hospital para enfermos terminales. Y el mes pasado, Francisco fue al Villaggio SOS, una casa familia de Roma que recibe niños en condiciones de malestar personal, familiar y social.
En el lado más emotivo, Francisco se vio rodeado de personas sin techo que pugnaban por tocarle mientras se entonaba un Padrenuestro, en una de las escenas más bellas de su pontificado. En el lado más controvertido, visitó a un grupo de ex sacerdotes junto a sus esposas e hijos.
En el corazón del Evangelio
Por la mañana, cerca de 6.000 personas excluidas, pobres, sin techo y abandonados se reunieron con él, gracias a la labor de la asociación francesa Fratello, y de la Comunidad de San Egidio, en el Aula Pablo VI durante la audiencia con motivo del Jubileo de los Excluidos que se celebra este fin de semana.
Tras la entrada del Papa y el saludo del cardenal Philippe Barbarin, intervino Etienne, fundador del Proyecto Lazaro-Francia, y que fue quien solicitó y ha dirigido la organización del Encuentro. El Proyecto Lázaro empezó recogiendo a tres pobres de la calle y ya ha acogido a más de trescientos. Etienne agradeció al Papa por recordarnos que el corazón de la Iglesia son los pobres y por las veces que ha pedido una Iglesia pobre y para los pobres.
Después, dos personas que han pasado por la experiencia de la exclusión de la calle compartieron con su testimonio de su encuentro con Cristo en medio de su sufrimiento, y cómo se encontraron amados por las personas que los acogieron y amaron.
En su discurso el Santo Padre les pidió que enseñen “a soñar desde el Evangelio, donde están ustedes, desde el corazón del Evangelio”. “Las pasiones y los sueños”, repitió el Santo Padre. “Dos palabras que pueden ayudar”, aclaró. Sobre la pasión, destacó su doble sentido: un sentido negativo, pero también un sentido positivo. “La pasión a veces nos hace sufrir, nos pone trabas internas, externas… Pero también, el apasionamiento por salir adelante, la buena pasión, y esa buena pasión nos lleva a soñar”, afirmó.
El Pontífice señaló, entonces, otro tipo de pobreza, la que supone el perder la capacidad de soñar. “Cuando un hombre o una mujer pierde la capacidad de soñar, pierde la capacidad de llevar una pasión adelante”. “¡No dejen de soñar!”, pidió a los presentes. “El sueño de un pobre, de uno que no tiene techo. ¿Cómo será? –se preguntó–. No sé, pero sueñan, y soñaron que un día podrían venir a Roma, y el sueño se realizó. ¡Sueñen que el mundo puede cambiar!”.
“Sólo aquel que siente que le falta algo mira arriba y sueña. El que tiene todo no puede soñar. La gente sencilla seguía a Jesús porque soñaban que Él los iba a curar, los iba a guiar, los iba a liberar… Y Él los liberaba”, explicó el Papa, según recoge Aciprensa.
Francisco volvió a dirigirse a los asistentes para lanzar un llamado concreto: “Enseñen a todos los que tenemos techo, a todos los que no nos falta la comida o medicinas, enséñennos a no estar satisfechos. Enséñennos a soñar desde el Evangelio, donde están ustedes, desde el corazón del Evangelio”.
El Pontífice admiró cómo los más pobres son capaces de encontrar la belleza de la vida en las situaciones más complicadas. “Eso significa dignidad”, subrayó.
“La capacidad de encontrar belleza en las cosas más tristes y más sufridas, solamente lo puede hacer un hombre o una mujer que tiene dignidad. Pobre sí, arrastrado no. Eso es dignidad. La misma dignidad que tuvo Jesús que nació pobre, que vivió pobre, la misma dignidad que tiene la Palabra del Evangelio, la misma dignidad que tiene un hombre o una mujer que vive con su trabajo. Pobre, sí; dominado, no; explotado, no”, insistió.
Para Francisco, la pobreza invita a la solidaridad. “La dignidad en la pobreza también les hace saber ser solidarios, saber ayudarse, saber dar la mano a quien está sufriendo más que yo. La capacidad de ser solidario es uno de los frutos que nos da la pobreza. Cuando hay mucha riqueza, uno se olvida de ser solidario, porque está acostumbrado a que no le falte de nada. La pobreza te hace solidario y te hace extender la mano a quien está pasando una situación más difícil. ¡Enseñen solidaridad al mundo!”, exhortó.
“Otra palabra que salió en los testimonios fue la palabra ‘paz’”, recordó. “La pobreza más grande es la guerra, la pobreza que destruye”. “Escuchar esta verdad de labios de un hombre que ha sufrido pobreza material, pobreza de salud, es un llamado a trabajar por la paz. La paz que, para nosotros los cristianos, empezó en el establo de una familia marginada. La paz que Dios quiere para cada uno de sus hijos. Ustedes, desde vuestra pobreza, desde vuestra situación, pueden ser artífices de paz”.
En este sentido, recordó que “las guerras se hacen entre ricos, para tener más. Para poseer más territorio, más poder, más dinero… Es muy triste cuando la guerra llega a hacerse entre los pobres, porque es una cosa rara. Los pobres son, desde su misma pobreza, más proclives a ser artesanos de la paz. Hagan paz. Creen paz. Den ejemplo de paz. Necesitamos paz en el mundo. Necesitamos paz en la Iglesia. Todas las Iglesias necesitan paz”.
El Papa, dirigiéndose al encuentro de los presentes en el Aula Pablo VI.
“Todas las religiones necesitan crecer en la paz. Porque todas las religiones son mensajeras de paz, pero deben crecer en la paz. Ayuden. Cada uno de ustedes en su propia religión. Esa paz que viene desde el sufrimiento, desde el corazón buscando esa armonía que te da la dignidad”, concluyó.
Sacerdotes con mujer e hijos
Por la tarde, Francisco acudió al barrio romano de Ponte di Nona, situado al este de la capital, para tener un encuentro con siete familias formadas por hombres que a lo largo de los últimos años abandonaron el sacerdocio.
Esta visita, que se enmarca en los llamados "viernes de la misericordia", que cada mes el Papa ha dedicado a un grupo concreto de personas, fue explicada por una nota de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, precisando que el Pontífice ha querido así dar “una señal de cercanía y afecto a estos jóvenes” que tomaron una decisión “muchas veces no aceptada por sus hermanos sacerdotes y por sus familiares”.
“Después de diversos años dedicados al ministerio sacerdotal en las parroquias, sucedió que la soledad, la falta de compresión, el cansancio por el enorme compromiso que deriva de la responsabilidad pastoral pusieron en crisis la decisión inicial del sacerdocio”, explica el comunicado de la Santa Sede: “Llegaron por lo tanto meses y años de incertidumbre y dudas que llevaron muchas veces a considerar que se habían equivocado al elegir el sacerdocio. De aquí la decisión de dejar de ser presbíteros y de formar una familia”.
Los siete sacerdotes con quienes se encontró el Papa provienen de lugares y entornos diversos: cuatro de la diócesis de Roma, ciudad en la que fueron párrocos; uno de Madrid, otro de América Latina, ambos residentes en Roma, y otro de Sicilia. Francisco escuchó sus historias y siguió con atención las consideraciones que hacían sobre las implicaciones jurídicas de cada uno de los casos. Y “su palabra paterna les aseguró la amistad y la certeza de interesarse personalmente” por ellos.
De esta manera, concluye el comunicado, “una vez más el Papa Francisco quiso dar una señal de la misericordia a quien vive una situación de malestar espiritual y material, evidenciando que nadie se debe sentir privado del amor y de la solidaridad de los Pastores”.
Con motivo de estos "viernes de la misericordia", a lo largo del año Francisco ha ido visitando numerosos centros donde se practica la misericordia de forma concreta y palpable, según enumera la agencia Zenit. En enero una casa de reposo para ancianos y otra para enfermos en estado vegetativo en Torre Spaccata. En febrero una comunidad de desintoxicación en Castel Gandolfo. En marzo, el Jueves Santo, el centro de recepción de prófugos en Castelnuovo di Porto. En abril a los prófugos y migrantes en la Isla de Lesbos. En mayo, en Ciampino el Santo Padre fue a la comunidad del Chicco para personas con grave discapacidades mentales. En junio, a dos comunidades romanas para sacerdotes ancianos y personas en situación de sufrimiento. En julio, durante el viaje a Polonia, el Papa cumplió su "viernes de la misericordia" rezando en silencio en los campos de concentración de Auschwitz-Birkenau, la visita a los niños enfermos del hospital pediátrico de Cracovia y el Vía Crucis con los jóvenes de la Jornada Mundial de la Juventud. En agosto, el Santo Padre fue a una estructura romana de la Comunidad Papa Juan XXIII, que recibe a mujeres liberadas de la esclavitud de las mafias de la prostitución. En septiembre visitó en Roma la sección neonatos de un hospital para enfermos terminales. Y el mes pasado, Francisco fue al Villaggio SOS, una casa familia de Roma que recibe niños en condiciones de malestar personal, familiar y social.
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