A la luz del misterio pascual la muerte es «el ingreso a la plenitud de vida», dice el Papa
El Papa Francisco celebró este viernes misa en la cripta de la basílica de San Pedro en sufragio por los cardenales y los obispos fallecidos este año. Allí, ha recordado que Dios será el juez de “nuestro recorrido terreno”, pero un juez cuyas características son “la misericordia y la piedad”.
El mes de noviembre, que la piedad cristiana dedica al recuerdo de los fieles difuntos, suscita cada año en la comunidad eclesial “el pensamiento de la vida más allá de la muerte” y sobre todo “el pensamiento del encuentro definitivo con el Señor”, ha recordado el Santo Padre en la homilía.
Tal y como recoge Zenit, el Pontífice ha pedido encomendar los cardenales y obispos fallecidos “a la bondad misericordiosa del Padre” renovando el reconocimiento “por el testimonio cristiano y sacerdotal que nos han dejado”. Nada nos puede separar del amor de Cristo, ha recordado, ni tribulación, ni angustia, ni persecución, ni peligro, ni muerte, ni vida…
Los obispos y cardenales por los que se celebra hoy el sufragio –ha señalado el Pontífice– sabían bien que nuestras peregrinación terrena termina ante la casa del Padre celeste y que solo allí se encuentra “la meta, el descanso y la paz”. A esa casa nos conduce el Señor, “nuestro camino, verdad y vida”.
Por otro lado, ha explicado que el camino hacia la casa del Padre comienza, para cada uno de nosotros, “en el mismo día en el que abrimos los ojos a la luz y, mediante el bautismo, a la gracia”. Y una etapa importante de este camino para los sacerdotes y obispos, tal y como ha recordado el Papa, es el momento en el que pronuncian “aquí estoy” durante la ordenación sacerdotal. Desde este momento “estamos unidos a Cristo de forma especial, asociados a su sacerdocio ministerial”, ha precisado el Santo Padre.
Los cardenales y obispos “han sido pastores del rebaño de Cristo y, imitándole, se han gastado, donado y sacrificado por la salvación del pueblo encomendado”. Lo han santificado –ha añadido– mediante los sacramentos y lo han guiado en el camino de la salvación; llenos del poder del Espíritu Santo han anunciado el Evangelio; con amor paterno se han esforzado por amar a todos, especialmente a los pobres, los indefensos y necesitados de ayuda.
En el nombre del Dios de la misericordia y del perdón, “sus manos han bendecido y escuchado, sus palabras han consolado y secado lágrimas, su presencia ha testimoniado con elocuencia que la bondad de Dios es inagotable y su misericordia es infinita”. Algunos de ellos –ha asegurado– han sido llamados a dar testimonio del Evangelio de forma heroica, llevando pesadas tribulaciones.
Finalmente, el Santo Padre ha reconocido que a la luz del misterio pascual de Cristo, su muerte es “el ingreso a la plenitud de vida”. Y así ha indicado que en esta luz de fe “nos sentimos todavía más cerca de nuestros hermanos difuntos”. La muerte nos ha separado aparentemente, “pero el poder de Cristo y de su Espíritu nos une de forma aún más profunda”. Por eso “continuaremos a sentirles junto a nosotros en la comunión de los santos”. También nosotros –ha aseverado el Papa– esperamos con firme esperanza el día del encuentro cara a cara con el rostro luminoso y misericordioso del Padre.