Aplausos de vida, aplausos de muerte
por José F. Vaquero
Durante esta última semana se ha hablado mucho de la aprobación de la ley de la eutanasia en España. Llega después de una tramitación un tanto “embarazosa”: han querido evitar controles muy aconsejables como el Comité de Bioética de España (creado en 2007 para asesorar sobre este tipo de temas). Han obviado también el trabajo infatigable de los sanitarios por salvar vidas y los estragos que sigue causando la pandemia. Pero lo que más me ha sorprendido ha sido el final de la tramitación parlamentaria: cuatro minutos de aplausos, cuatro, celebrando “la victoria de la justicia y los derechos del individuo”.
Muchos hemos recordado otra reacción semejante, sucedida en 2010, cuando se incluyó entre la cartera de “derechos sanitarios” la posibilidad de eliminar al niño concebido, durante los primeros meses de vida, simplemente porque sí, sin mayor justificación. ¿Por qué se dan estas manifestaciones de alegría, tan efusivas, ante estas leyes, y no ante ayudas a los autónomos, a los enfermos dependientes, a las familias que sufren esta crisis económica? ¿Será que interesa más el control de la vida de los débiles que el mismo bienestar, término que repiten a diestra y siniestra los políticos?
Pero no quiero seguir hablando de muerte, sino de vida. Recientemente escuché a un director de una residencia de paliativos que cada vez declina más invitaciones a debates sobre la eutanasia. Como médico, su trabajo es curar, aliviar, consolar. Estudió muchos años, y sigue formándose continuamente, para ayudar a vivir mejor a sus pacientes, hacerles todo el bien posible, que es mucho, en el cuidado de su salud integral: salud física o corporal, salud psicológica, salud social y familiar, salud trascendente. Y en ese trabajo echa mano de los expertos necesarios, expertos en el mundo de la salud pero a la vez expertos en humanidad. Controlar los dolores físicos de un enfermo terminal es relativamente sencillo (para un paliativista), pero tiene que existir tal persona y tener los medios y la formación necesaria.
Y estamos tocando uno de los grandes problemas que subyace indirectamente en esta ley. Hay países como España donde estos especialistas escasean y parecen “de segunda división”. No existe, aunque se ha pedido muchas veces, la especialidad “oficial” de médico paliativista, tan importante como el oncólogo, el ginecólogo, el traumatólogo o el médico de familia. No existe, en muchas carreras sanitarias, una asignatura troncal dedicada a este tema, a pesar de que el Consejo de Europa ya lo ha indicado en varias ocasiones. Para los amantes de los datos, esta asignatura se imparte en 8 de las 50 facultades de Medicina.
Si la formación es escasa, también es escaso el personal. En muchos países de nuestro entorno hay 2 unidades de paliativos, o más, por cada 100.000 habitantes. En España nos quedamos en una tercera parte. Hay 2 unidades para más de 300.000 personas. Sin formación y sin personal, ¿cómo vamos a cuidar de los más vulnerables y necesitados? Hablan mucho del coste económico, aunque también se exagera. Hay dinero, y a veces excesivo, para lo que interesa. Y viendo los datos, no interesan los 80.000 enfermos anuales que tienen un sufrimiento innecesario y grande, simplemente por los escasos paliativistas que hay en este país.
La ley de la eutanasia, a juicio de muchos, se ha equivocado en la solución dada a este problema. Si quiero reformar mi casa pediré consejo a un arquitecto, o a una empresa constructora. ¿A quién han pedido consejo los políticos para hacer esta ley? Ciertamente, no a los médicos, con quien hablaron por primera y única vez, y no precisamente los defensores de la ley, la víspera de su aprobación final. Menos aún con los especialistas en este tema, los paliativistas, los internistas, las enfermeras que tratan a diario a estos enfermos. Tampoco con el Comité creado para asesorar al gobierno en temas delicados de este tipo, el Comité de Bioética de España. ¿Se habrán asesorado únicamente con la asociación pro-eutanasia Derecho a Morir con Dignidad? No lo sé. Me llamó la atención que son los únicos que coinciden con el dato estadístico de personas a favor de la eutanasia 80%. Los médicos que ven a diario estos enfermos confiesan haber encontrado 2 o 3 casos a lo largo de más veinte años de trabajo médico.
Desde estas líneas, mi aplauso sincero a cuantos ayudan de verdad al paciente en sus últimos momentos, y a su familia y a crear una sociedad más humana y más justa.
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