¿Moral revelada?
En el fondo el problema es: ¿nuestra Moral es una Moral revelada, al menos en algunos aspectos, o no? O, en otras palabras, ¿la Revelación divina, contiene preceptos morales, sí o no? Para un católico que pretenda ser fiel a lo que enseña la Iglesia, la contestación es ciertamente un sí.
por Pedro Trevijano
Con bastante frecuencia me estoy encontrando tanto en la Prensa Digital, incluso en las contestaciones que recibo en mis artículos, como en la vida diaria con gente que como afirma que en el campo moral no hay dogmas expresamente definidos, pueden, especialmente en cuestiones morales, separarse tranquilamente de la enseñanza de la Iglesia, sin que se les pueda decir nada. En el fondo el problema es: ¿nuestra Moral es una Moral revelada, al menos en algunos aspectos, o no? O, en otras palabras, ¿la Revelación divina, contiene preceptos morales, sí o no? Para un católico que pretenda ser fiel a lo que enseña la Iglesia, la contestación es ciertamente un sí. Recuerdo que cuando enseñaba Teología Moral les decía a mis alumnos que las dos grandes fuentes de la Teología Moral eran por una parte la Revelación, o sea la Escritura en el Antiguo y sobre todo el Nuevo Testamento y la Tradición, sin olvidar el Magisterio de la Iglesia ni la Doctrina de Padres, Doctores y Teólogos y por la otra las ciencias humanas.
Ésta es también la mentalidad de la Iglesia. El gran texto moral del Antiguo Testamento es el Decálogo (Ex 20,217) y el del Nuevo las Bienaventuranzas (Mt 5, 312), indiscutiblemente dos textos bíblicos con enseñanzas morales explícitas. Juan Pablo II en su Encíclica Evangelium Vitae afirma que «el absoluto carácter inviolable de la vida humana inocente es una verdad moral explícitamente enseñada en la Sagrada Escritura, mantenida constantemente en la Tradición de la Iglesia y propuesta de forma unánime por su Magisterio» (nº 57). Por su parte la Pontificia Comisión Bíblica inició en el 2002 un trabajo sobre «Biblia y Moral», bajo la dirección del entonces Cardenal Ratzinger y recientemente publicada en español en la BAC, de la que voy a citar algunos párrafos: «En un primer tiempo, por fidelidad al movimiento de fondo de la Escritura en su totalidad, introduciremos el concepto, acaso desacostumbrado, de “moral revelada”… “El término “moral revelada” no es acaso clásico ni habitual. Sin embargo se inscribe en el horizonte trazado por el Concilio Vaticano II sobre la Divina Revelación. El Dios de la Biblia no desvela ante todo un código, sino “a sí mismo” en su misterio y “el misterio de su voluntad”… “Por lo tanto todos los actos con los que Dios se revela tienen una dimensión moral por el hecho que llaman de nuevo a los seres humanos a conformar su pensamiento y su obrar al modelo divino: “Sed santos, porque yo, el Señor Dios vuestro, soy santo” (Lev 19,2); “Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (nº 4)».
«La relación entre don divino y respuesta humana, entre acción antecedente de Dios y tarea del hombre, es determinante para la Biblia y para la moral revelada en ella» (nº 7). «Por razón de la libertad que le es dada, el hombre está llamado al discernimiento moral, a la elección, a la decisión»… «La posición de guía confiada al hombre (en la creación) implica responsabilidad, compromiso de gestión y de administración»… «Esta responsabilidad debe ser ejercida de una manera prudente y benévola imitando el dominio de Dios mismo sobre su creación»… «Sin reconocimiento del derecho de Dios frente a nosotros y frente al mundo, el dominio degenera fácilmente en dominación desenfrenada y en explotación que conducen al desastre ecológico» (nº 11).
No nos olvidemos además que Jesús inicia su predicación con la frase: «Convertíos y creed en el evangelio» (Mc 1,15), frase en la que se nos solicita la fe y la conversión, que deben ir juntas. No basta simplemente con creer en Jesús, sino como Él nos dice en el evangelio de Juan: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (Jn 14,15). Lo que hace nacer a la moral cristiana no es una norma externa, sino la experiencia del amor de Dios hacia cada uno, estando nuestra actuación moral directamente fundada sobre la unión con Cristo y sobre la inhabitación del Espíritu, de la que proviene y de la que es expresión. En consecuencia hemos de hacer caso a lo que nos dice la Escritura, especialmente el Nuevo Testamento y es absurda la postura de aquéllos que, porque dicen que creen en Cristo, se piensan liberados de sus preceptos y piensan que pueden defender y apoyar cualquier aberración moral. Es indudable que muchos de los preceptos morales revelados pueden ser conocidos por la razón natural, pero como dice el concilio Vaticano I gracias a la Revelación «conocemos de modo fácil, con firme certeza y sin mezcla de error alguno» (Denzinger 1786), siendo lo específico cristiano el ofrecimiento hecho por Dios al hombre de vivir en amistad con Él. Lo específico de nuestra moral no es tanto añadir cosas a la moral humana, aunque tiene una moral operativa propia, no en el sentido que sea distinta de la moral humana, sino que asume a ésta y la enriquece p. ej. la virginidad «por el reino de los cielos». La originalidad no está tanto en los contenidos, sino en la forma de integrarlos en la fe y en la manera de vivirlos como expresión de la voluntad amorosa de Dios. Cristo quiere que colaboremos con Él para hacer realidad la venida del Reino de Dios.
Por ello la respuesta a la pregunta que da título a este artículo es que nuestra moral, aunque no exclusivamente, es también, e incluso primordialmente, una moral revelada.
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