Martes, 05 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

La familia está en peligro: defendámosla


por Pedro Trevijano

Opinión

Dentro de pocos días vamos a tener elecciones. Aunque tengo claro cuál es la elección política que prefiero, está claro para mí que no debe ser mi papel ser activista político, aunque como español, cristiano y sacerdote que soy, está claro que defenderé con todas mis fuerzas la recristianización de España y su unidad, y que combatiré las ideologías terroristas, criminales y totalitarias, como pueden ser el nazismo y el comunismo, como el 19 de Septiembre declaró el Parlamento europeo. Por supuesto mi voto no irá a los partidos que considero enemigos de la Iglesia ni de España.

Pero tengo claro que mi principal enemigo, el enemigo de toda la Humanidad, se llama Satanás. Es por tanto importante saber qué pretende Satanás, para impedirle llevar a cabo sus planes contra nosotros. Es también claro que nuestra sociedad se está apartando de Dios, que procura olvidarse de Él y no tenerle en cuenta, por lo que las posiciones que abandonamos los creyentes son rápidamente ocupadas por el Enemigo, que continúa con sus planes de destrozar y destruir la Humanidad.

Para conseguir esto, el primer gran objetivo de Satanás es destruir la familia. Preguntado un gran exorcista, como lo fue el padre Amorth, sobre cuál era el primer objetivo de Satanás, contestó: “Donde más trabaja Satanás, hoy día, es en la familia, para destruirla”. Y la Virgen María, en uno de sus mensajes en Medjugorge, dice: “Queridos hijos, Satanás quiere destruir vuestras familias, es muy activo para destruirlas, y no hay que engañarse”.

Y es que la familia es la primera institución natural creada por Dios. Ya en el capítulo primero del Génesis leemos: “Y creó Dios el hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó. Y los bendijo Dios y les dijo Dios: creced, multiplicaos” (1, 27-28). Y en el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica leemos: “En el plan de Dios, un hombre y una mujer, unidos en matrimonio, forman, por sí mismos y con sus hijos, una familia. Dios ha instituido la familia y le ha dotado de su constitución fundamental. El matrimonio y la familia están ordenados al bien de los esposos y a la procreación y educación de los hijos” (CCEC 496). El matrimonio es una institución que viene de Dios y es una institución necesaria para el amor de la pareja. El matrimonio y la familia son ciertamente el fundamento básico de la sociedad, su núcleo fundamental, el lugar privilegiado de los valores morales, espirituales y religiosos, el lugar adecuado donde el amor, la educación y el desarrollo integral de la persona pueden realizarse.

Pero es indudable que todo esto no agrada a Satanás, que intenta destruir la obra de Dios en nosotros. Sirviéndose ¿de qué? De la ideología de género. Aunque nos pueda parecer increíble la destrucción del matrimonio y de la familia son, en esta ideología, el objetivo fundamental a conseguir, como declaran abiertamente sus ideólogas. ¿Cómo? Pues dándole la vuelta a la moral cristiana.

Para ello, los partidarios de esta ideología defienden la permisividad absoluta e identifican bien con placer. Se separa la sexualidad del matrimonio y de la procreación, evitando el comprometerse, y, finalmente, se desvincula la sexualidad del amor, para acabar en el simple hedonismo. Tan sólo se quiere satisfacer el instinto, con la búsqueda del placer y del orgasmo, procurando únicamente evitar los embarazos y las enfermedades de transmisión sexual. La vida sexual no es sino la búsqueda de satisfacciones sexuales acompañadas o no de intercambios afectivos con otra persona del propio o del otro sexo. Muchos aceptan la promiscuidad en nombre de una libertad que considera que lo realmente importante es el placer físico. Pornografía y prostitución se ven favorecidas por esta mentalidad. Se separa la sexualidad de la procreación y también de la relación estable familiar.

¿Cómo hemos de reaccionar? Ante todo démonos cuenta que las dos grandes necesidades humanas son comida y afecto. Pero como Dios es Amor (1 Jn 4, 8), todo amor auténtico proviene de Dios y es la unión con Dios, por medio de la oración y los sacramentos, lo que hará que en mi persona y en mi familia reine el amor. Recordemos el proverbio: “Familia que reza unida, permanece unida”.

En segundo lugar apreciemos la superioridad del creyente sobre el no creyente. Para el creyente Dios existe, la vida tiene sentido, este sentido no es otro sino amar y hacer el bien, no todo termina con la muerte y nos espera la felicidad eterna. Para el no creyente Dios no existe, la vida humana no tiene sentido y todo termina con la muerte, por lo que la felicidad eterna ni existe ni es alcanzable. Termino con estas preguntas: ¿cuál de las dos concepciones es preferible? ¿Vale la pena defender la familia y protegerla?

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