Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

El discurso-oración de Zapatero


Es curioso como los defensores de la libertad a ultranza acaban destruyendo la libertad

por Pedro Trevijano

Opinión

He escuchado el video sobre el Discurso Oración de Zapatero. En él ha citado Deuteronomio 24,1415, pero sin el final de este último versículo que dice así: «De otro modo clamaría a Yahvé contra ti o tú cargarías con un pecado». Si no cree en Dios ni en el pecado para mí ha hecho bien con ese recorte. Hay otras cosas que me han gustado, como el que mencionase la palabra España y el que somos una nación, su llamamiento a la solidaridad, su referencia a Haití. Son cosas que me agradaría oírle más a menudo y, sobre todo, que las diga en España, porque soy uno de los muchos españoles que cree que a nuestro Presidente España no le importa absolutamente nada, pues le veo totalmente supeditado a los nacionalistas separatistas, y estoy convencido que a él sólo le importa José Luis Rodríguez Zapatero.
           
Su referencia al problema del paro me ha parecido por ello un lugar común. No puedo olvidar su ignominiosa campaña electoral, cuando engañó a muchísimos españoles diciéndoles que no iba a haber crisis, cuando ya estábamos inmersos en ella y en sus mítines se veían detrás de él los carteles anunciando que iban a por el pleno empleo, evitando así el tener que tomar iniciativas que le hubiesen seguramente quitado votos, pero es donde se ve al estadista que sabe anteponer los intereses nacionales a los suyos.  Atacando a la crisis desde el principio y sin perder un montón de tiempo, hoy nuestra crisis sería mucho menor de la que es. Siempre me ha molestado el político que miente, porque no puedo por menos de pensar que se está riendo de mí y del pueblo.
 
Pero mi mayor motivo de discrepancia es que ha reincidido en una frase que suena bonita, y que hace tiempo dijo en un mitin de las Juventudes Socialistas: «La libertad os hará verdaderos». Ya desde la primera vez  pensé que era una tontería más suya al intentar contradecir a Jesucristo, cuya expresión es exactamente la contraria: «La Verdad os hará libres» (Jn 8,32). Y es que es la fidelidad a la verdad la que es garantía de la libertad y del desarrollo humano integral.
 
Pero luego me fui dando cuenta que el asunto es más serio de lo que a primera vista parece. En la sociedad actual se presentan como igualmente fuertes el deseo de una plena felicidad y de una libertad ilimitada, o sea de poder obrar según el propio albedrío, desvinculado de toda norma. A eso ha hecho una hábil referencia cuando ha hablado de autonomía moral, que puede entenderse de muchas maneras, pero que en la mentalidad laicista y relativista de nuestro Presidente del Gobierno, la dignidad de la persona humana exige que ésta no deba aceptar ninguna norma que le venga impuesta desde fuera, sino que sea ella misma quien determine libre y autónomamente lo que considera justo y válido.
 
Ahora bien el problema de este hacer que cada uno de nosotros sea su propia autoridad suprema, es que nos encontramos con el subjetivismo y la no existencia de reglas generales universalmente válidas, por lo que es fácil, al no haber un orden moral objetivo, el caer en las mayores aberraciones. Hago lo que quiero, y soy yo quien decide. Pero con ello es muy fácil que en nuestro encuentro con los demás no respetemos el principio jurídico que mis deberes son los derechos de los demás hacia mí y mis derechos, los deberes de los demás hacia mí. En pocas palabras que como soy yo el que decide lo que es justo, verdadero y válido, haré lo que me parezca más conveniente, aunque ello me lleve a aplicar la ley del más fuerte. Las consecuencias para la convivencia son desastrosas.
 
Está claro que tiene que haber unas normas de convivencia, pero como Dios no existe ni tampoco el Derecho Natural con su orden moral objetivo, tenemos que buscar en algún otro sitio los fundamentos de nuestra coexistencia. Por ello a alguien se le encendió una lucecita: «Como somos demócratas, el fundamento de todas nuestras leyes y de nuestra convivencia debe ser la voluntad popular». ¿Y cómo sabemos cuál es la voluntad popular? «Pues muy fácil, lo que decida el Parlamento». Con lo cual, evidentemente, ya no soy yo quien decide y mi libertad plena y total desaparece. Es curioso como los defensores de la libertad a ultranza acaban destruyendo la libertad. 
 
Todos sabemos como funciona el Parlamento y que en muchos partidos no existe la libertad de voto y ni siquiera se admite, como está pasando con la ley del aborto, la objeción de conciencia. Si soy diputado de estos partidos, debo simplemente obedecer y votar lo que se me manda, aunque vaya contra mi conciencia, porque como se dijo en cierta ocasión: «El que se mueva no sale en la foto», aunque en esta ocasión se trate de escoger entre mi fe y mi opción de partido, Está claro que la frase: «La libertad os hará verdaderos», no nos conduce ni a la verdad, pues la ideología prima hasta el punto que, al contrario que sucede con los filósofos creyentes, para quienes contra el hecho no valen argumentos, aquí es la realidad la que debe ponerse al servicio de la ideología, incluso aunque haya que distorsionarla, pero tampoco a la libertad, como se pretende hacer con los diputados e incluso con el personal sanitario, no admitiéndoles que puedan ser objetores de conciencia.
 
Es decir, uno acaba sustituyendo la obediencia a la Iglesia, que por supuesto me ordena nunca actuar contra mi conciencia, y respeta así mi libertad responsable, por la sumisión total y totalitaria a mis dirigentes políticos, que pueden mandar también sobre mi conciencia. Ello es el envilecimiento total de quienes actúan contra su conciencia, pero sobre todo de los gobernantes. Por ello este discurso oración de Zapatero, aunque tiene algunos elementos positivos de los que carecen muchos otros suyos, sigue sin estar libre del virus totalitario. 
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