Sábado, 23 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Un pontificado entre lo viejo y lo nuevo


Estamos ante un intento muy estimable de entender un pontificado que ha sembrado semillas y ha iniciado procesos cuyos frutos sólo se verán con el tiempo. Un pontificado reformador y creativo, también sufrido y penitencial, colocado en una especie de gozne de la historia.

por José Luis Restán

Opinión

Se ha presentado en Madrid el libro El pontificado de Benedicto XVI. Más allá de la crisis de la Iglesia, que Ediciones Encuentro ha tenido la audacia y el acierto de publicar en lengua española. Es el primer intento amplio y riguroso de trazar una historia de dicho pontificado, con el riesgo que conlleva la cercanía en el tiempo y el hecho insólito de que el protagonista sigue felizmente entre nosotros, más aún, siguen publicándose textos inéditos con su firma.



El artífice de la obra es un joven profesor de Historia contemporánea y director del Departamento de Historia de la Iglesia de la Universidad Gregoriana, Roberto Regoli. Para quienes no se contenten con titulares fáciles, clichés revenidos e impresiones superficiales, aquí disponen de un texto bien documentado y ameno, histórico y teológico, porque como señaló agudamente el cardenal Rouco en la presentación, la historia de la Iglesia es también una disciplina teológica. Afortunadamente no encontramos una mera cronología y una puntillosa referencia a discursos, decisiones de gobierno, viajes y relaciones geoestratégicas, sino un intento de comprender lo que podríamos llamar «el programa del pontificado», el hilo de oro que permite enhebrar todos esos hechos mencionados.

Evidentemente, en esa tarea Regoli lanza sus hipótesis y corre sus riesgos, lo cual es saludable. No se puede negar la seriedad de los análisis que sustentan esas hipótesis, pero en muchos casos se trata de cuestiones abiertas y discutidas, como reconoce el propio autor. El propio libro alberga esa discusión en el Epílogo confiado a monseñor Georg Gänswein, que no comparte la división del pontificado en dos periodos, uno dinámico y creativo (hasta finales de 2009) y otro bloqueado y empantanado por diversas crisis, que llegaría hasta la renuncia en 2013. Apunto que yo tampoco comparto ese esquema, ya que el dolor que ciertamente acompañó los últimos tres años, resalta más aún la importancia de algunas intervenciones (el discurso al Bundestag en 2011, sin ir más lejos) y el «éxito» indudable de grandes eventos como la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid.

Hay dos capítulos clave porque indican, a mi juicio, los dos núcleos del pontificado, naturalmente conectados: lo que Regoli denomina «el gobierno magisterial de la Iglesia», y el impresionante esfuerzo e inteligencia dedicados al diálogo con la cultura. Hablar de «gobierno magisterial» me parece especialmente acertado porque subraya que Benedicto XVI gobernó la Iglesia especialmente a través de su enseñanza, y no porque fuese un intelectual, sino porque consideró que la urgencia de su momento consistía en clarificar y subrayar el fundamento de la fe y todas sus dimensiones. En este sentido el cardenal Rouco quiso subrayar, por un lado, la conexión entre teología e historia, especialmente presente en las bellísimas catequesis dedicadas a presentar las grandes figuras de la historia cristiana; y por otro, el precioso legado de sus tres volúmenes dedicados a Jesús de Nazaret.

Por otra parte, será difícil encontrar un pontificado que haya dedicado tantas energías al diálogo crítico con la cultura de su tiempo como el del Papa Ratzinger. En cierto modo, con él alcanza su vértice la respuesta que la Iglesia ha ido ofreciendo al desafío de la modernidad, y que encuentra en el Concilio Vaticano II su despliegue más orgánico. Conviene releer el primer discurso a la Curia en diciembre de 2005.

Naturalmente, el libro dedica un amplio y valioso capítulo a la renuncia histórica de Benedicto XVI al ministerio petrino, indagando en sus causas y examinando su valencia pastoral, histórica y teológica, cuestión esta última que ofrece materia para la discusión de los teólogos, como demuestra también el Epílogo de monseñor Gänswein.

Estamos ante un intento muy estimable de entender un pontificado que ha sembrado semillas y ha iniciado procesos cuyos frutos sólo se verán con el tiempo, como concluye el propio autor. Un pontificado reformador y creativo, también sufrido y penitencial, colocado en una especie de gozne de la historia, dispuesto a afrontar los nudos culturales y antropológicos de este tiempo nuevo en el que ya estamos. ¿Su balance final? Regoli lo deja abierto, pero establece una misteriosa y sugestiva analogía con el pontificado de Gregorio VII, cuyo final pudo tener un aire de fracaso, y sin embargo es uno de los que más profundamente han marcado a la Iglesia en el segundo milenio.

En todo caso es un libro serio y también inquisitivo, pero lleno de estima y reconocimiento al hombre Joseph Ratzinger, al creyente que sigue buscando más y más a Jesús, al Papa teólogo que se esforzó por centrar a la Iglesia en su raíz, y por llevarla al encuentro con los hombres y mujeres de esta época.

Publicado en Alfa y Omega.
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