La persecución religiosa en España, hoy
Cuando no se admite la objeción de conciencia y en consecuencia la libertad de conciencia, estamos ante la persecución religiosa, pura y dura.
por Pedro Trevijano
Con el título del artículo quiero que quede claro que no me estoy refiriendo a la persecución religiosa de la zona roja en 19361939, una de las peores de la Historia de la Iglesia, sino a lo que sucede hoy en España.
Es indudable que existen varios tipos de persecuciones, desde aquellos que son asesinados por su fe cristiana y que si no me equivoco el año pasado fueron unos tres mil en el mundo, a otro tipo de persecución que no mata a nadie, pero que supone el no reconocimiento de los derechos de las personas y, en su fase más grave, el no reconocimiento de la libertad de conciencia y en consecuencia la no aceptación de la objeción de conciencia, con consecuencias muy serias como la imposición de desobedecer a lo que mi conciencia me pide, es decir con la exigencia de que cometa pecado. Es decir, no se reconoce mi derecho a ser católico y a actuar como tal.
La persecución surge del lobby LGTBI, empeñado en que todos veamos las cosas desde su punto de vista. Aunque ya había habido algunas comunidades autónomas con su Ley de Ideología de Género, la más conocida era la de la Comunidad de Madrid, Ley 3/2016 de 21 de julio de 2016, titulada “Ley de Protección integral contra la LGTBIfobia y la discriminación por razón de orientación e identidad sexual”, ardorosamente defendida por Cristina Cifuentes, quien llegó a multar al director del Colegio Juan Pablo II de Alcorcón por oponerse a ella y afirmó que la opinión de dos obispos, los de Getafe y el de Alcalá, no era la opinión de la Iglesia. Concretamente dijo que «no se puede generalizar la opinión de dos personas con todo el estamento eclesial» y estar convencida de que «la mayoría de los católicos no comparten la opinión de los dos obispos».
El problema de Cifuentes es que los Papas se han expresado en repetidas ocasiones en la misma línea (sólo en la Amoris Laetitia hay siete números en contra de la ideología de género) y además esa es la doctrina de siempre de la Iglesia (ver Romanos 1,18-32 lo que dice sobre los actos homosexuales), aunque en cuestiones eclesiales cualquier ignorante se cree con derecho a pontificar.
Desgraciadamente, los enemigos de la Iglesia y del sentido común siguen promulgando leyes en las que cada una es una nueva vuelta de tuerca sobre la situación anterior. Así, la Junta de Andalucía ha promulgado recientemente una nueva Ley, en teoría “para garantizar los derechos, la igualdad de trato y no discriminación de las personas LGTBI y de sus familiares en Andalucía”, en la práctica para privilegiar a ese colectivo a costa de los derechos de los demás. Ello ha provocado el miércoles 17 de enero un comunicado réplica en diez puntos de los obispos del sur de España.
En este comunicado se afirma: “No es justo que, en nombre del bien común, se imponga una antropología y una determinada visión moral, que es de hecho una amenaza para la vida familiar, la educación y el ejercicio de la medicina. Es, por tanto, una ley que compromete la libertad de pensamiento, la libertad de conciencia, la libertad de educación y enseñanza, y la libertad religiosa”. Además “promueve el totalitarismo del pensamiento único” (nº 3). “El Papa Francisco afirma que dicha ideología, genéricamente llamada gender, “niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y mujer” (Amoris Laetitia nº 56) (nº 6). “Esta ley obliga a personas e instituciones a asumir y colaborar con la ideología de género en los diversos ámbitos de lo social, en la sanidad, en la educación, en el ocio, en el deporte y en la familia, sin posibilidad de discrepar ni de plantear la objeción de conciencia” (nº 7).
Cuando no se admite la objeción de conciencia y en consecuencia la libertad de conciencia, estamos ante la persecución religiosa, pura y dura. Ayer mismo, hablando con un médico andaluz, me confirmaba que le habían dicho: “Tú eres médico de una empresa y por tanto tienes que hacer lo que te dice tu empresa (la Seguridad Social)”. La Constitución y la Declaración Universal de Derechos Humanos son cosas sin valor y que no tienen importancia ante esta Ley.
Ante esta situación, ¿qué podemos hacer? Por supuesto creo en el valor de la oración, pero los obispos andaluces prosiguen también: “Por ello, invitamos a todos, y muy especialmente al pueblo cristiano, a no permanecer pasivos ante el peligro que suponen los postulados de la mencionada ley para la libertad religiosa, de educación y de pensamiento” (nº 9).
¿Qué podemos hacer? En mi familia hay un precedente. Mi hermano mayor consideró que con los derechos de suscripción preferente de las acciones de las grandes compañías, muchas de ellas en el Ibex, se estaba robando a los pequeños accionistas. Acudió a los tribunales españoles para que actuasen, pero el Gobierno cambió la Ley en beneficio de las grandes compañías, por lo que recurrió a Europa y allí el Tribunal Europeo le dio la razón.
El Parlamento Europeo ha publicado una Ley de Ideología de Género, pero el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, aun reconociendo que los Estados tienen derecho a legislar sobre el matrimonio homosexual, aprobó en el 2016 por unanimidad que no era un derecho humano fundamental. Otra cosa que podemos hacer es no quedarnos callados, sino divulgar a máximo lo que es la ideología de género, que ellos tratan de silenciar, para poder llevar a cabo su revolución silenciosa.
Es indudable que existen varios tipos de persecuciones, desde aquellos que son asesinados por su fe cristiana y que si no me equivoco el año pasado fueron unos tres mil en el mundo, a otro tipo de persecución que no mata a nadie, pero que supone el no reconocimiento de los derechos de las personas y, en su fase más grave, el no reconocimiento de la libertad de conciencia y en consecuencia la no aceptación de la objeción de conciencia, con consecuencias muy serias como la imposición de desobedecer a lo que mi conciencia me pide, es decir con la exigencia de que cometa pecado. Es decir, no se reconoce mi derecho a ser católico y a actuar como tal.
La persecución surge del lobby LGTBI, empeñado en que todos veamos las cosas desde su punto de vista. Aunque ya había habido algunas comunidades autónomas con su Ley de Ideología de Género, la más conocida era la de la Comunidad de Madrid, Ley 3/2016 de 21 de julio de 2016, titulada “Ley de Protección integral contra la LGTBIfobia y la discriminación por razón de orientación e identidad sexual”, ardorosamente defendida por Cristina Cifuentes, quien llegó a multar al director del Colegio Juan Pablo II de Alcorcón por oponerse a ella y afirmó que la opinión de dos obispos, los de Getafe y el de Alcalá, no era la opinión de la Iglesia. Concretamente dijo que «no se puede generalizar la opinión de dos personas con todo el estamento eclesial» y estar convencida de que «la mayoría de los católicos no comparten la opinión de los dos obispos».
El problema de Cifuentes es que los Papas se han expresado en repetidas ocasiones en la misma línea (sólo en la Amoris Laetitia hay siete números en contra de la ideología de género) y además esa es la doctrina de siempre de la Iglesia (ver Romanos 1,18-32 lo que dice sobre los actos homosexuales), aunque en cuestiones eclesiales cualquier ignorante se cree con derecho a pontificar.
Desgraciadamente, los enemigos de la Iglesia y del sentido común siguen promulgando leyes en las que cada una es una nueva vuelta de tuerca sobre la situación anterior. Así, la Junta de Andalucía ha promulgado recientemente una nueva Ley, en teoría “para garantizar los derechos, la igualdad de trato y no discriminación de las personas LGTBI y de sus familiares en Andalucía”, en la práctica para privilegiar a ese colectivo a costa de los derechos de los demás. Ello ha provocado el miércoles 17 de enero un comunicado réplica en diez puntos de los obispos del sur de España.
En este comunicado se afirma: “No es justo que, en nombre del bien común, se imponga una antropología y una determinada visión moral, que es de hecho una amenaza para la vida familiar, la educación y el ejercicio de la medicina. Es, por tanto, una ley que compromete la libertad de pensamiento, la libertad de conciencia, la libertad de educación y enseñanza, y la libertad religiosa”. Además “promueve el totalitarismo del pensamiento único” (nº 3). “El Papa Francisco afirma que dicha ideología, genéricamente llamada gender, “niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y mujer” (Amoris Laetitia nº 56) (nº 6). “Esta ley obliga a personas e instituciones a asumir y colaborar con la ideología de género en los diversos ámbitos de lo social, en la sanidad, en la educación, en el ocio, en el deporte y en la familia, sin posibilidad de discrepar ni de plantear la objeción de conciencia” (nº 7).
Cuando no se admite la objeción de conciencia y en consecuencia la libertad de conciencia, estamos ante la persecución religiosa, pura y dura. Ayer mismo, hablando con un médico andaluz, me confirmaba que le habían dicho: “Tú eres médico de una empresa y por tanto tienes que hacer lo que te dice tu empresa (la Seguridad Social)”. La Constitución y la Declaración Universal de Derechos Humanos son cosas sin valor y que no tienen importancia ante esta Ley.
Ante esta situación, ¿qué podemos hacer? Por supuesto creo en el valor de la oración, pero los obispos andaluces prosiguen también: “Por ello, invitamos a todos, y muy especialmente al pueblo cristiano, a no permanecer pasivos ante el peligro que suponen los postulados de la mencionada ley para la libertad religiosa, de educación y de pensamiento” (nº 9).
¿Qué podemos hacer? En mi familia hay un precedente. Mi hermano mayor consideró que con los derechos de suscripción preferente de las acciones de las grandes compañías, muchas de ellas en el Ibex, se estaba robando a los pequeños accionistas. Acudió a los tribunales españoles para que actuasen, pero el Gobierno cambió la Ley en beneficio de las grandes compañías, por lo que recurrió a Europa y allí el Tribunal Europeo le dio la razón.
El Parlamento Europeo ha publicado una Ley de Ideología de Género, pero el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, aun reconociendo que los Estados tienen derecho a legislar sobre el matrimonio homosexual, aprobó en el 2016 por unanimidad que no era un derecho humano fundamental. Otra cosa que podemos hacer es no quedarnos callados, sino divulgar a máximo lo que es la ideología de género, que ellos tratan de silenciar, para poder llevar a cabo su revolución silenciosa.
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