Importancia y necesidad del diálogo en el matrimonio
La falta de comunicación conduce a la soledad, al estrés, a la tristeza y a la depresión. Pequeños conflictos no resueltos a tiempo por el diálogo van creciendo como bola de nieve hasta aparecer como una presión insufrible.
por Pedro Trevijano
El amor es una de las motivaciones más importantes de la vida, pero hay que saber protegerlo. El diálogo es uno de los principales fundamentos de la vida matrimonial. El diálogo se compone de dos partes: escuchar y hablar. Para evitar conflictos es muy importante escucharse mutuamente, pues hoy muchos oyen, pero no escuchan ni saben escuchar. Convivencia significa vivir "con", no "al lado de". La convivencia perdura en el tiempo si hay buena comunicación y ésta se basa en la lealtad, lo que supone entrega sincera de sí mismo, mutua confianza y aceptación. La comunicación entre ambos es fundamental para comprenderse y apoyarse mutuamente sin pretender imponerse.
Los esposos han de saber dialogar sobre los diferentes aspectos de la vida, interesándose sinceramente por los problemas del otro. Si los cónyuges se acostumbran a callarlo todo, o esquivan el hablar sobre los problemas del matrimonio y de la familia, tal vez logren durante un cierto tiempo una aparente paz, pero pagarán un precio muy alto por ella, pues se aburrirán pronto de sus conversaciones superficiales y tratarán de refugiarse en otra parte, que pueden ser los hijos, el trabajo o alguna aventura.
El comunicarse con el otro es imprescindible para la propia vida y muy especialmente para el amor y lleva consigo un compartir mucho mayor que la simple información sobre lo que sucede a nuestro alrededor. Comunicarse es manifestarse como somos, mostrando nuestro mundo interior. La comunicación debe ser una conquista permanente, tanto más cuanto que vamos evolucionando con los años. Son muchas las mujeres que ya no comparten sus problemas con sus maridos y muchos los maridos que buscan en sus amigos, en sus aficiones o en el trabajo, la comunicación que les falta en casa.
El amor matrimonial no puede ser de simple donación unidireccional, en el que el uno queda sometido al otro, sino que siempre debe ser entrega mutua, con una correspondencia que supone delicadeza, mucha escucha, comprensión, aceptación del otro, queriendo entenderle y sabiendo ponerse en su lugar. Es indiscutible que ninguno de nosotros es perfecto y que fácilmente podemos no acertar e incluso herir al otro, por lo que es importante reconocer los propios errores, procurar comportarse en el futuro de otra manera y saber pedir perdón, siendo el perdón expresión del amor. Ello supone tratar de encontrar el tiempo preciso y favorable, para abrirse mutuamente en la intimidad de una conversación a cuatro ojos tranquila y apacible.
El que los sentimientos puedan aflorar ha de ser posible, aunque sí hay que saber buscar los momentos oportunos, evitando entrar en discusiones cuando estamos nerviosos o dominados por la cólera. Pero en el matrimonio no se debe andar con tapujos, no pudiendo haber cosas que entorpezcan la confianza mutua.
En cambio, la falta de comunicación conduce a la soledad, al estrés, a la tristeza y a la depresión. Pequeños conflictos no resueltos a tiempo por el diálogo van creciendo como bola de nieve hasta aparecer como una presión insufrible que se echa encima sobre ellos empujando a una crisis cuya única solución parece ser el divorcio. Este es siempre un desastre y hay que esforzarse en no llegar a él por la prevención, por el evitar la mentalidad que cree que en las crisis matrimoniales es el mejor remedio para solucionarlas y también por la terapia, pero buscando un terapeuta convencido del valor de la reconciliación. Cuando reina la incomprensión, es fácil llegue el rencor.
También pueden entrar en crisis los cónyuges que se aperciben que su propia relación se ha atrofiado en la preocupación demasiado absorbente de educar y formar a sus hijos. Otros sufren las tensiones y cargas de la dificultad de conciliar su vida profesional y familiar, por su diversa actividad profesional, que les lleva a tener distintas aspiraciones y problemas, y que puede separarles incluso geográficamente, en distintas ciudades e incluso países, mientras otros se encuentran con que al terminar la educación de sus hijos y hacerse estos adultos, les parece que su matrimonio carece de sentido y llegan a la conclusión de que deben buscar otra pareja para el resto de su vida.
Además no deja de ser paradójico, como advierten los mismos psicólogos, que se termine por pagar a un profesional para que nos escuche, cuando se tiene la suerte de vivir en pareja, consultas que uno podría ahorrarse si en la vida conyugal se buscase la ayuda de quien está más cerca y existiese verdadera comunicación en la pareja, lo que no es difícil lograr si uno de los dos sí es capaz de dar amor y comprensión.
Los esposos han de saber dialogar sobre los diferentes aspectos de la vida, interesándose sinceramente por los problemas del otro. Si los cónyuges se acostumbran a callarlo todo, o esquivan el hablar sobre los problemas del matrimonio y de la familia, tal vez logren durante un cierto tiempo una aparente paz, pero pagarán un precio muy alto por ella, pues se aburrirán pronto de sus conversaciones superficiales y tratarán de refugiarse en otra parte, que pueden ser los hijos, el trabajo o alguna aventura.
El comunicarse con el otro es imprescindible para la propia vida y muy especialmente para el amor y lleva consigo un compartir mucho mayor que la simple información sobre lo que sucede a nuestro alrededor. Comunicarse es manifestarse como somos, mostrando nuestro mundo interior. La comunicación debe ser una conquista permanente, tanto más cuanto que vamos evolucionando con los años. Son muchas las mujeres que ya no comparten sus problemas con sus maridos y muchos los maridos que buscan en sus amigos, en sus aficiones o en el trabajo, la comunicación que les falta en casa.
El amor matrimonial no puede ser de simple donación unidireccional, en el que el uno queda sometido al otro, sino que siempre debe ser entrega mutua, con una correspondencia que supone delicadeza, mucha escucha, comprensión, aceptación del otro, queriendo entenderle y sabiendo ponerse en su lugar. Es indiscutible que ninguno de nosotros es perfecto y que fácilmente podemos no acertar e incluso herir al otro, por lo que es importante reconocer los propios errores, procurar comportarse en el futuro de otra manera y saber pedir perdón, siendo el perdón expresión del amor. Ello supone tratar de encontrar el tiempo preciso y favorable, para abrirse mutuamente en la intimidad de una conversación a cuatro ojos tranquila y apacible.
El que los sentimientos puedan aflorar ha de ser posible, aunque sí hay que saber buscar los momentos oportunos, evitando entrar en discusiones cuando estamos nerviosos o dominados por la cólera. Pero en el matrimonio no se debe andar con tapujos, no pudiendo haber cosas que entorpezcan la confianza mutua.
En cambio, la falta de comunicación conduce a la soledad, al estrés, a la tristeza y a la depresión. Pequeños conflictos no resueltos a tiempo por el diálogo van creciendo como bola de nieve hasta aparecer como una presión insufrible que se echa encima sobre ellos empujando a una crisis cuya única solución parece ser el divorcio. Este es siempre un desastre y hay que esforzarse en no llegar a él por la prevención, por el evitar la mentalidad que cree que en las crisis matrimoniales es el mejor remedio para solucionarlas y también por la terapia, pero buscando un terapeuta convencido del valor de la reconciliación. Cuando reina la incomprensión, es fácil llegue el rencor.
También pueden entrar en crisis los cónyuges que se aperciben que su propia relación se ha atrofiado en la preocupación demasiado absorbente de educar y formar a sus hijos. Otros sufren las tensiones y cargas de la dificultad de conciliar su vida profesional y familiar, por su diversa actividad profesional, que les lleva a tener distintas aspiraciones y problemas, y que puede separarles incluso geográficamente, en distintas ciudades e incluso países, mientras otros se encuentran con que al terminar la educación de sus hijos y hacerse estos adultos, les parece que su matrimonio carece de sentido y llegan a la conclusión de que deben buscar otra pareja para el resto de su vida.
Además no deja de ser paradójico, como advierten los mismos psicólogos, que se termine por pagar a un profesional para que nos escuche, cuando se tiene la suerte de vivir en pareja, consultas que uno podría ahorrarse si en la vida conyugal se buscase la ayuda de quien está más cerca y existiese verdadera comunicación en la pareja, lo que no es difícil lograr si uno de los dos sí es capaz de dar amor y comprensión.
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