Rodríguez Zapatero, Papa

San Pablo, en su Carta a los Romanos 1,18-23, critica a aquéllos que al alejarse de Dios «se entontecieron con sus razonamientos, viniendo a oscurecerse su insensato corazón; y alardeando de sabios, se hicieron necios» (vv. 21-22).

 

Creo que es lo que le está sucediendo a nuestro Jefe de Gobierno. Al no creer en Dios ni en la Ley Natural, su concepción ética es relativista. Es decir, él y sus secuaces nos hablan de la libertad, a la que dicen consideran el mayor bien del hombre, pero como no hay nada encima del ser humano, cada uno es la regla moral definitiva para sí mismo, hasta que en el curso de nuestra vida, nos encontramos con los demás, que también son la fuente última de moralidad propia, por lo que hay un día en el que mi libertad choca con la del vecino y me encuentro con que si quiero vivir con una cierta paz tiene que haber algo que me permita solucionar mis conflictos con el vecino.

Como esta gente se dice demócrata, otra cosa es que lo sea, como veremos luego, hay un criterio que puede ayudarme a resolver mis conflictos con los otros: la voluntad popular, expresada en el Parlamento, es decir el positivismo jurídico. Pero todos sabemos cómo funcionan los partidos políticos y cómo se puede imponer la disciplina de partido incluso en cuestiones de conciencia, con lo que está claro que al final los que deciden qué es lo que está bien y lo que está mal, son muy pocos, incluso diría que uno solo, el señor Rodríguez Zapatero, la autoridad suprema, el Papa del laicismo.

 

No me ha sorprendido nada que se haya decidido eliminar los crucifijos y los demás símbolos religiosos de los colegios. Parece ser que empezamos con los públicos, para seguir en breve, nos lo han dicho claramente, con los concertados y privados. Doy por supuesto que no tardarán mucho en quitar los belenes, porque entre las figuras del belén, está Herodes, y ciertamente, si hay un personaje a quien le corresponde ese papel, tras su abominable ley del aborto, es a Rodríguez Zapatero.

 

Pero no es simplemente en el plano religioso donde nuestro Presidente del Gobierno no funciona. Recuerdo en su campaña electoral, ya estábamos en plena crisis, cómo prometía en sus mítines el pleno empleo, quien hoy tiene cuatro millones de parados. No me extraña que los empresarios le digan al Gobierno que están hartos de ser los malos de la película, y le recuerden que «sin empresas, ni hay empleo, ni hay actividad, ni hay prosperidad», así como que el Gobierno estimula un ambiente en el que hay «tolerancia con el consumo de drogas», «falta de autoridad en la escuela» y «permisividad y negociación con los terroristas», sin olvidar el que con asignaturas como Educación para la Ciudadanía, se «pone en solfa la imagen del empresario». A esto hay que añadir los esfuerzos gubernamentales por destruir la familia, cambiando la definición multisecular de matrimonio, favoreciendo esa idiotez que es la ideología de género y promoviendo la destrucción de las familias con leyes como la del divorcio exprés.

 

Personalmente lo que más me extraña de todo esto, es el silencio en las filas socialistas, y de modo muy especial en Cristianos para el Socialismo, aunque ya sabemos que son una sección del Partido Socialista al servicio de éste, que no reaccionan ni siquiera ante la violación de la Declaración de Derechos Humanos de la ONU, especialmente en lo que hace referencia al derecho a la vida, al derecho de los padres a educar a sus hijos conforme a sus convicciones religiosas y morales, donde especialmente en el ámbito de la educación sexual se llega a verdaderas aberraciones, a la libertad religiosa y de conciencia. El no respeto a los derechos humanos es un claro signo de totalitarismo. Pienso que al defender nuestras convicciones religiosas y morales, estamos también defendiendo la democracia.