Alicia Rubio, miedo y libertad de expresión
Todos los partidos políticos con representación parlamentaria han impedido, unos activamente como Podemos, y los otros apoyando con su voto a Podemos, la libertad de expresión de esta profesora.
por Pedro Trevijano
He seguido bastante de cerca, especialmente a través de Intereconomía, para mí la única televisión y uno de los pocos medios de comunicación que está dando la cara en esta cuestión, los problemas que doña Alicia Rubio ha tenido con la ideología de género y con la libertad de expresión. Pienso que el problema real que está teniendo esta profesora es que al criticar la ideología de género se ha tropezado con unas ideas y unas organizaciones que no tienen nada de demócratas ni de respeto a los derechos humanos, y en concreto en este caso a la libertad de expresión.
Podremos estar o no de acuerdo con la profesora Alicia, yo por supuesto lo estoy, pero es evidente que los partidarios de la ideología de género, que son en nuestro país todos los partidos políticos con representación parlamentaria, han impedido, unos activamente como Podemos, y los otros apoyando con su voto a Podemos, la libertad de expresión de esta profesora, víctima de varios escraches, sin que quien debiera protegerla lo haya hecho. Claro que con ello, como ha sucedido también con el autobús de Hazte Oír, lo que sí se ha logrado es que mucha gente se dé cuenta de que no sólo los valores religiosos, sino también los simplemente democráticos corren peligro. Y es que cuando una sociedad prescinde de Dios, acaba violando los más elementales derechos humanos, como el de la libertad de expresión.
La pregunta que podemos hacernos es: ¿está la democracia en peligro? Supongo que si se lo preguntamos a Alicia nos dirá que por supuesto con ella no se han respetado las mínimas reglas de convivencia democrática.
Cuando la Comunidad de Madrid publicó el año pasado su ley en defensa de la Ideología de Género, los obispos de Getafe y Alcalá dieron a conocer una nota en la que cogían el toro por los cuernos y decían: “Inspirada por una antropología no adecuada que niega la diferencia sexual varón-mujer y la unidad de la persona cuerpo-espíritu, esta ley se halla en contradicción con la moral natural, acorde con la recta razón, y pretende anular la enseñanza pública de la Biblia (Cf. Rom 1, 24-27; 1 Cor 6, 910; 1 Tim 1, 10, etc.), del Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 2357-2359) y del resto del Magisterio de la Iglesia referido al designio de Dios sobre el varón y la mujer. Más aún, pretende prohibir, incluso, rezar públicamente por las personas que suplican la oración para un cambio de orientación en su vida (Ej: Art. 4-b, Art. 3-o, Art. 70-4-c, Art.72-3)”.
Ante ello, la respuesta que dio Cristina Cifuentes, notoria no creyente, dejó mucho que desear: Dijo: “Se trata de dos obispos muy concretos y no se puede generalizar la opinión de dos personas con todo el estamento eclesial”. Si la Escritura, el Catecismo de la Iglesia Católica y el Magisterio de los Papas no tienen importancia para un católico, me gustaría saber qué es lo realmente importante para un católico. Cristina, además, ha intentado multar a un colegio católico, el Juan Pablo II de Alcorcón, por negarse a enseñar una ideología anticatólica.
La ideología de género y sus secuaces no tratan de imponerse por la fuerza de los argumentos (como dice el Concilio Vaticano II, “la verdad no se impone de otra manera que por la fuerza de la misma verdad”), sino que, como saben que no tienen razón, les horroriza una discusión educada en la que ambos exponen tranquilamente sus razones. Aquí se trata de que el otro sienta miedo, de que esté dispuesto a pasar por el aro porque no quiere problemas. Esto, en grado extremo, lo he encontrado en la novela Patria de Aramburu, donde la minoría etarra se impone por el terror y basta con que señalen a uno como su enemigo para que hasta los amigos de toda la vida le nieguen el saludo. En Vascongadas, el éxito de esta imposición del terror fue enorme y eso es -salvadas las distancias, pues todavía no hemos llegado al asesinato- lo que pretende hacer Podemos en la enseñanza, especialmente en la pública. Y este sistema del miedo está teniendo éxito en muchos profesores y hasta alumnos que lo que no quieren son líos.
¿Cuál es la solución? La expresó muy bien San Juan Pablo II: “No tengáis miedo”. Las circunstancias eran mucho más difíciles que las nuestras, pero cuando se perdió el miedo, cayó el Muro. Ojalá entre nosotros haya cada vez más gente, que empieza a haberla, y que, como Alicia, sepa dar la cara.
Acabo de leer sobre el tema un magnífico artículo de Hermann Tertsch en el ABC del 5 de mayo. Termina así: “Hay una ofensiva general contra las libertades y contra la verdad, la del presente y la del pasado. Alicia Rubio es una víctima más. Y todos miran hacia otro lado. El periodismo también. La intimidación totalitaria crece sin cesar. Pronto puede ser tan grande como la indiferencia y cobardía de unas élites y una sociedad que puede acabar pronto como aquella que Joachim Fest nos evoca con su padre como advertencia”. (Es decir, bajo la bota totalitaria nazi. Hoy muchos, entre ellos los tres últimos Papas, pensamos que al totalitarismo nazi y comunista hay que añadir actualmente el de la ideología de género).
Podremos estar o no de acuerdo con la profesora Alicia, yo por supuesto lo estoy, pero es evidente que los partidarios de la ideología de género, que son en nuestro país todos los partidos políticos con representación parlamentaria, han impedido, unos activamente como Podemos, y los otros apoyando con su voto a Podemos, la libertad de expresión de esta profesora, víctima de varios escraches, sin que quien debiera protegerla lo haya hecho. Claro que con ello, como ha sucedido también con el autobús de Hazte Oír, lo que sí se ha logrado es que mucha gente se dé cuenta de que no sólo los valores religiosos, sino también los simplemente democráticos corren peligro. Y es que cuando una sociedad prescinde de Dios, acaba violando los más elementales derechos humanos, como el de la libertad de expresión.
La pregunta que podemos hacernos es: ¿está la democracia en peligro? Supongo que si se lo preguntamos a Alicia nos dirá que por supuesto con ella no se han respetado las mínimas reglas de convivencia democrática.
Cuando la Comunidad de Madrid publicó el año pasado su ley en defensa de la Ideología de Género, los obispos de Getafe y Alcalá dieron a conocer una nota en la que cogían el toro por los cuernos y decían: “Inspirada por una antropología no adecuada que niega la diferencia sexual varón-mujer y la unidad de la persona cuerpo-espíritu, esta ley se halla en contradicción con la moral natural, acorde con la recta razón, y pretende anular la enseñanza pública de la Biblia (Cf. Rom 1, 24-27; 1 Cor 6, 910; 1 Tim 1, 10, etc.), del Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 2357-2359) y del resto del Magisterio de la Iglesia referido al designio de Dios sobre el varón y la mujer. Más aún, pretende prohibir, incluso, rezar públicamente por las personas que suplican la oración para un cambio de orientación en su vida (Ej: Art. 4-b, Art. 3-o, Art. 70-4-c, Art.72-3)”.
Ante ello, la respuesta que dio Cristina Cifuentes, notoria no creyente, dejó mucho que desear: Dijo: “Se trata de dos obispos muy concretos y no se puede generalizar la opinión de dos personas con todo el estamento eclesial”. Si la Escritura, el Catecismo de la Iglesia Católica y el Magisterio de los Papas no tienen importancia para un católico, me gustaría saber qué es lo realmente importante para un católico. Cristina, además, ha intentado multar a un colegio católico, el Juan Pablo II de Alcorcón, por negarse a enseñar una ideología anticatólica.
La ideología de género y sus secuaces no tratan de imponerse por la fuerza de los argumentos (como dice el Concilio Vaticano II, “la verdad no se impone de otra manera que por la fuerza de la misma verdad”), sino que, como saben que no tienen razón, les horroriza una discusión educada en la que ambos exponen tranquilamente sus razones. Aquí se trata de que el otro sienta miedo, de que esté dispuesto a pasar por el aro porque no quiere problemas. Esto, en grado extremo, lo he encontrado en la novela Patria de Aramburu, donde la minoría etarra se impone por el terror y basta con que señalen a uno como su enemigo para que hasta los amigos de toda la vida le nieguen el saludo. En Vascongadas, el éxito de esta imposición del terror fue enorme y eso es -salvadas las distancias, pues todavía no hemos llegado al asesinato- lo que pretende hacer Podemos en la enseñanza, especialmente en la pública. Y este sistema del miedo está teniendo éxito en muchos profesores y hasta alumnos que lo que no quieren son líos.
¿Cuál es la solución? La expresó muy bien San Juan Pablo II: “No tengáis miedo”. Las circunstancias eran mucho más difíciles que las nuestras, pero cuando se perdió el miedo, cayó el Muro. Ojalá entre nosotros haya cada vez más gente, que empieza a haberla, y que, como Alicia, sepa dar la cara.
Acabo de leer sobre el tema un magnífico artículo de Hermann Tertsch en el ABC del 5 de mayo. Termina así: “Hay una ofensiva general contra las libertades y contra la verdad, la del presente y la del pasado. Alicia Rubio es una víctima más. Y todos miran hacia otro lado. El periodismo también. La intimidación totalitaria crece sin cesar. Pronto puede ser tan grande como la indiferencia y cobardía de unas élites y una sociedad que puede acabar pronto como aquella que Joachim Fest nos evoca con su padre como advertencia”. (Es decir, bajo la bota totalitaria nazi. Hoy muchos, entre ellos los tres últimos Papas, pensamos que al totalitarismo nazi y comunista hay que añadir actualmente el de la ideología de género).
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