Nuestra Señora de Fátima
El llamado secreto de Fátima tiene tres partes. La primera gira en torno a la visión del Infierno y la segunda se refiera a la devoción al Inmaculado Corazón de María. La tercera parte, que no ha sido desvelada hasta hace poco tiempo, tiene como palabra clave "Penitencia, penitencia, penitencia".
El día 13 de mayo de 1917, en Cova de Iría, en la aldea de Aljustrel (Portugal), tuvo lugar la aparición de la Santísima Virgen a tres pastorcitos: Lucía, de diez años, Francisco, de ocho, y Jacinta, de siete. El Papa Juan Pablo II, que había atribuido a la intercesión especial de la Virgen el sobrevivir al atentado padecido en la plaza de San Pedro de Roma el 13 de mayo de 1981, declaró beatos a Jacinta y Francisco el 13 de mayo del año 2000, en el mismo lugar de las apariciones, durante su peregrinación al santuario de Fátima. El próximo 13 de mayo serán canonizados por el Papa Francisco en su visita a Fátima con motivo del centenario de la primera aparición.
Fátima pasó de ser un lugar desconocido a la atención de la Iglesia católica como había ocurrido con Lourdes a partir de las apariciones de la Virgen María a Bernadette Soubirous, el 11 de febrero de 1858, en la gruta de Massabielle. Ocuparon un puesto relevante dos rincones ignotos por sendos acontecimientos sobrenaturales.
Un rasgo común a las apariciones de la Virgen María reconocidas por la Iglesia en la época moderna, es el haber tenido como elegidos a niños, pobres e ignorantes. En medio de la historia convulsa de la humanidad María se hace presente como foco de esperanza a través de lo que no cuenta para confundir a lo que cuenta. “Lo débil del mundo ha escogido Dios para humillar lo poderoso” (1 Cor. 1, 27). Es una ley evangélica que prolonga las condiciones del nacimiento del Hijo de Dios, Mesías de Israel y Salvador de la humanidad, en un establo a las afueras de Belén (cf. Lc. 2, 1112). Jesús bendice al Padre porque los misterios de su Reino los esconde a los sabios y entendidos y los revela a los pequeños (cf. Mt. 11, 25). Aljustrel está a poca distancia del lugar de las apariciones de la Virgen. Hace varios decenios tuve la oportunidad de conocer el pueblo y visitar la casa de la familia de Lucía, que se conserva como era entonces. Todo muy sencillo y pequeño; a la puerta estaba sentada una hermana de la vidente, una mujer anciana de pueblo, de familia pobre, sin aires de orgullo por la singularidad de la hermana a quien se le apareció la Virgen, que aún vivía como religiosa carmelita contemplativa. El cielo ha tocado a la tierra y sin convertirla en un palacio ha sembrado en ella semillas de salvación. La Virgen María no olvida a sus hijos en peligro y por los caminos característicos del Evangelio abre puertas de esperanza.
En la oración colecta de la memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María de Fátima se resume el mensaje de las apariciones en los siguientes términos “perseverar en la penitencia y en la oración en favor de la salvación del mundo”. María nos remite a la invitación del Señor: “Convertíos y creed en el Evangelio” (cf. Mc. 1, 15), incluyendo la intención misionera en favor de la humanidad. Es conveniente que no nos distraigamos en interpretaciones apocalípticas del “secreto” de Fátima, sino que nos dirijamos adonde María orientó a los discípulos de Jesús desde el principio en las bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga” (Jn. 2,5).
El llamado secreto de Fátima tiene tres partes. La primera gira en torno a la visión del Infierno y la segunda se refiera a la devoción al Inmaculado Corazón de María. La tercera parte, que no ha sido desvelada hasta hace poco tiempo, tiene como palabra clave “Penitencia, penitencia, penitencia”.
Las dos primeras partes se centran en la salvación de las almas. La alusión al infierno está en orden a la salvación. Cuando Teresa de Jesús en el Libro de la Vida (cap. 32, 1-9) habla de la visión del infierno, la interpreta como apremiante llamada a dejar la frivolidad, a tomar en serio su santificación y a preocuparse de la salvación de todos. El reverso del cielo es el infierno; la grandeza inmensa de la salvación se mide también por el abismo inconmensurable de la perdición. La misericordia de Dios abre todos los días delante de nosotros las puertas del cielo. No podemos olvidar, si no queremos extraviarnos por la superficialidad, que la perdición definitiva es posibilidad real de nuestra libertad. Dios nos creó sin pedirnos permiso, pero no nos salvará sin nuestra respuesta libre y humilde. La salvación es un encuentro de la gracia de Dios y el sí del hombre.
Es oportuno que a la luz del Evangelio descubramos el sentido de la devoción al Inmaculado Corazón de María muy presente en la segunda parte del secreto de Fátima. El corazón de María es la sede de la fe y de la meditación de la Palabra de Dios. Fue María oyente y receptiva ante las palabras y los hechos de Jesús que la desbordaban. No los rechazó, sino los meditó buscando con la luz del Espíritu el sentido de la Palabra. María y José quedaban a veces desconcertados ante la hondura de la revelación divina. De María dice expresamente el Evangelio: “Su madre conservaba todo esto en su corazón” (Jc. 2, 51). María, mujer creyente y reflexiva, fue madurando en su interior lo que decía y hacía Jesús. María, de corazón inmaculado y fiel, limpio y creyente, es para nosotros modelo de escucha y asimilación de la Palabra de Dios.
La palabra clave de la tercera parte del secreto de Fátima , según comentó el cardenal Joseph Ratzinger, ahora Papa emérito, que termina de cumplir 90 años, es el triple grito: “¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!”. Habla de la urgencia de la penitencia, de la conversión y de la fe. De una conversación con Lucía, Ratzinger dedujo que el objetivo de todas las apariciones era crecer siempre más y más en la fe, en la esperanza y en la caridad.
Terminamos con unas palabras impresionantes del Papa San Juan Pablo II, pronunciadas el año 2000 ante 1.500 obispos de todo el mundo, el día 8 de octubre después de recordar el día anterior a la Reina del Rosario, cuya oración recomendó insistentemente la Virgen en Fátima: “La humanidad está en una encrucijada. Y, una vez más, la salvación está sólo y enteramente, oh Virgen Santa, en Jesús. Haz que por el esfuerzo de todos, las tinieblas no prevalezcan sobre la luz. A ti, aurora de la salvación, confiamos nuestro camino en el nuevo milenio, para que bajo tu guía todos los hombres descubran a Cristo, luz del mundo y único Salvador”.
Queridos amigos, acompañemos con la oración y la escucha al Papa Francisco en su peregrinación a Fátima. Este rincón de Portugal se ha convertido en púlpito desde el que es anunciado el Evangelio de la fe y de la conversión, de la luz y de la paz, de la esperanza y el amor. En medio de la humanidad María nos llama a la fraternidad de todos reconociendo a Dios como Creador y Padre.
Fátima pasó de ser un lugar desconocido a la atención de la Iglesia católica como había ocurrido con Lourdes a partir de las apariciones de la Virgen María a Bernadette Soubirous, el 11 de febrero de 1858, en la gruta de Massabielle. Ocuparon un puesto relevante dos rincones ignotos por sendos acontecimientos sobrenaturales.
Un rasgo común a las apariciones de la Virgen María reconocidas por la Iglesia en la época moderna, es el haber tenido como elegidos a niños, pobres e ignorantes. En medio de la historia convulsa de la humanidad María se hace presente como foco de esperanza a través de lo que no cuenta para confundir a lo que cuenta. “Lo débil del mundo ha escogido Dios para humillar lo poderoso” (1 Cor. 1, 27). Es una ley evangélica que prolonga las condiciones del nacimiento del Hijo de Dios, Mesías de Israel y Salvador de la humanidad, en un establo a las afueras de Belén (cf. Lc. 2, 1112). Jesús bendice al Padre porque los misterios de su Reino los esconde a los sabios y entendidos y los revela a los pequeños (cf. Mt. 11, 25). Aljustrel está a poca distancia del lugar de las apariciones de la Virgen. Hace varios decenios tuve la oportunidad de conocer el pueblo y visitar la casa de la familia de Lucía, que se conserva como era entonces. Todo muy sencillo y pequeño; a la puerta estaba sentada una hermana de la vidente, una mujer anciana de pueblo, de familia pobre, sin aires de orgullo por la singularidad de la hermana a quien se le apareció la Virgen, que aún vivía como religiosa carmelita contemplativa. El cielo ha tocado a la tierra y sin convertirla en un palacio ha sembrado en ella semillas de salvación. La Virgen María no olvida a sus hijos en peligro y por los caminos característicos del Evangelio abre puertas de esperanza.
En la oración colecta de la memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María de Fátima se resume el mensaje de las apariciones en los siguientes términos “perseverar en la penitencia y en la oración en favor de la salvación del mundo”. María nos remite a la invitación del Señor: “Convertíos y creed en el Evangelio” (cf. Mc. 1, 15), incluyendo la intención misionera en favor de la humanidad. Es conveniente que no nos distraigamos en interpretaciones apocalípticas del “secreto” de Fátima, sino que nos dirijamos adonde María orientó a los discípulos de Jesús desde el principio en las bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga” (Jn. 2,5).
El llamado secreto de Fátima tiene tres partes. La primera gira en torno a la visión del Infierno y la segunda se refiera a la devoción al Inmaculado Corazón de María. La tercera parte, que no ha sido desvelada hasta hace poco tiempo, tiene como palabra clave “Penitencia, penitencia, penitencia”.
Las dos primeras partes se centran en la salvación de las almas. La alusión al infierno está en orden a la salvación. Cuando Teresa de Jesús en el Libro de la Vida (cap. 32, 1-9) habla de la visión del infierno, la interpreta como apremiante llamada a dejar la frivolidad, a tomar en serio su santificación y a preocuparse de la salvación de todos. El reverso del cielo es el infierno; la grandeza inmensa de la salvación se mide también por el abismo inconmensurable de la perdición. La misericordia de Dios abre todos los días delante de nosotros las puertas del cielo. No podemos olvidar, si no queremos extraviarnos por la superficialidad, que la perdición definitiva es posibilidad real de nuestra libertad. Dios nos creó sin pedirnos permiso, pero no nos salvará sin nuestra respuesta libre y humilde. La salvación es un encuentro de la gracia de Dios y el sí del hombre.
Es oportuno que a la luz del Evangelio descubramos el sentido de la devoción al Inmaculado Corazón de María muy presente en la segunda parte del secreto de Fátima. El corazón de María es la sede de la fe y de la meditación de la Palabra de Dios. Fue María oyente y receptiva ante las palabras y los hechos de Jesús que la desbordaban. No los rechazó, sino los meditó buscando con la luz del Espíritu el sentido de la Palabra. María y José quedaban a veces desconcertados ante la hondura de la revelación divina. De María dice expresamente el Evangelio: “Su madre conservaba todo esto en su corazón” (Jc. 2, 51). María, mujer creyente y reflexiva, fue madurando en su interior lo que decía y hacía Jesús. María, de corazón inmaculado y fiel, limpio y creyente, es para nosotros modelo de escucha y asimilación de la Palabra de Dios.
La palabra clave de la tercera parte del secreto de Fátima , según comentó el cardenal Joseph Ratzinger, ahora Papa emérito, que termina de cumplir 90 años, es el triple grito: “¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!”. Habla de la urgencia de la penitencia, de la conversión y de la fe. De una conversación con Lucía, Ratzinger dedujo que el objetivo de todas las apariciones era crecer siempre más y más en la fe, en la esperanza y en la caridad.
Terminamos con unas palabras impresionantes del Papa San Juan Pablo II, pronunciadas el año 2000 ante 1.500 obispos de todo el mundo, el día 8 de octubre después de recordar el día anterior a la Reina del Rosario, cuya oración recomendó insistentemente la Virgen en Fátima: “La humanidad está en una encrucijada. Y, una vez más, la salvación está sólo y enteramente, oh Virgen Santa, en Jesús. Haz que por el esfuerzo de todos, las tinieblas no prevalezcan sobre la luz. A ti, aurora de la salvación, confiamos nuestro camino en el nuevo milenio, para que bajo tu guía todos los hombres descubran a Cristo, luz del mundo y único Salvador”.
Queridos amigos, acompañemos con la oración y la escucha al Papa Francisco en su peregrinación a Fátima. Este rincón de Portugal se ha convertido en púlpito desde el que es anunciado el Evangelio de la fe y de la conversión, de la luz y de la paz, de la esperanza y el amor. En medio de la humanidad María nos llama a la fraternidad de todos reconociendo a Dios como Creador y Padre.
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