Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Jornada por la vida


A par­tir de ese pre­ci­so ins­tan­te, el Ver­bo se hizo car­ne, co­men­zó a ser un em­brión, que anidó en el úte­ro de Ma­ría, se desa­rro­lló du­ran­te nue­ve me­ses y na­ció tra­yen­do la ale­gría al mun­do en­te­ro.

por Monseñor Demetrio Fernández

Opinión

La fies­ta del 25 de mar­zo es la fies­ta de la en­car­na­ción del Se­ñor en el seno vir­gi­nal de Ma­ría. Vino al án­gel de par­te de Dios para anun­ciar a Ma­ría que iba a ser Ma­dre de Dios y vino a pe­dir­le su con­sen­ti­mien­to: “Alé­gra­te, Ma­ría, la lle­na de gra­cia”. Y Ma­ría, en un diá­lo­go de fe con el án­gel, en el que hubo pre­gun­tas y res­pues­tas, aco­gió la pro­pues­ta en obe­dien­cia de amor a la vo­lun­tad de Dios: “Aquí está la es­cla­va del Se­ñor, há­ga­se en mí se­gún tu pa­la­bra”. Y a par­tir de ese pre­ci­so ins­tan­te, el Ver­bo se hizo car­ne, co­men­zó a ser un em­brión, que anidó en el úte­ro de Ma­ría, se desa­rro­lló du­ran­te nue­ve me­ses y na­ció tra­yen­do la ale­gría al mun­do en­te­ro, como ce­le­bra­re­mos en la no­che­bue­na.

Todo lo que el Hijo de Dios ha to­ca­do lo ha re­di­mi­do, lo ha con­ver­ti­do en pla­ta­for­ma y ma­ni­fes­ta­ción de la glo­ria de Dios. Tam­bién esta reali­dad de la con­cep­ción, la ges­ta­ción y el na­ci­mien­to de un nue­vo ser. Por eso, en torno a esta fe­cha del 25 de mar­zo, en ple­na pri­ma­ve­ra, ce­le­bra­mos la Jor­na­da por la Vida.

La vida está ame­na­za­da cons­tan­te­men­te, hoy más que nun­ca. Dios, au­tor y fuen­te de la vida, es ami­go de la vida en to­das sus fa­ses, des­de su con­cep­ción has­ta su muer­te na­tu­ral. Y nos en­car­ga a los hu­ma­nos, hom­bres y mu­je­res, que cui­de­mos la vida en to­das sus fa­ses. El “de­re­cho a de­ci­dir” no pue­de ejer­cer­se cuan­do está en jue­go la vida de un su­je­to hu­mano, por­que la de­ci­sión pre­sio­na­da por in­tere­ses egoís­tas no res­pe­ta la vida y eli­mi­na al que es­tor­ba. Asis­ti­mos así a mi­les, a mi­llo­nes de se­res hu­ma­nos que son eli­mi­na­dos des­pués de la con­cep­ción o por­que no in­tere­san, o por­que es­tor­ban o por­que se con­si­de­ran sim­ple “ma­te­rial ge­né­ti­co de la­bo­ra­to­rio”, des­car­ta­ble o no, a gus­to del con­su­mi­dor y del mer­ca­der. “De nin­gún modo se pue­de plan­tear como un de­re­cho so­bre el pro­pio cuer­po la po­si­bi­li­dad de to­mar de­ci­sio­nes con res­pec­to a esa vida”, nos re­cuer­da el Papa Fran­cis­co (Amo­ris Lae­ti­tia, 83).

El lema de este año en esta Jor­na­da por la vida pro­cla­ma: La luz de la fe ilu­mi­na el atar­de­cer de la vida. Cuan­do la vida se ha desa­rro­lla­do, co­no­ce su ze­nit y co­no­ce su oca­so, está so­me­ti­da a la fra­gi­li­dad y a la de­bi­li­dad del su­fri­mien­to, está en­ca­mi­na­da a la muer­te an­tes o des­pués. Y aquí la luz de la fe nos apor­ta otra di­men­sión: la per­so­na hu­ma­na no es un ser para la muer­te, sino para la vida, y para una vida eter­na que no co­no­ce­rá oca­so. La muer­te no es la úl­ti­ma pa­la­bra en la vida de un ser hu­mano. Es­ta­mos des­ti­na­dos a vi­vir eter­na­men­te, y a vi­vir fe­liz­men­te.

Cuan­do el Hijo de Dios, Nues­tro Se­ñor Je­su­cris­to, ha asu­mi­do la exis­ten­cia hu­ma­na en su con­di­ción te­rre­na, se ha so­me­ti­do li­bre­men­te a la fra­gi­li­dad del su­fri­mien­to y de la muer­te, ven­cien­do en su pro­pia car­ne esa mor­di­da de la muer­te con su glo­rio­sa re­su­rrec­ción. El en­cuen­tro con Je­su­cris­to ilu­mi­na el sen­ti­do de la vida, el sen­ti­do del su­fri­mien­to e in­clu­so el sen­ti­do de la muer­te. La muer­te no es el fi­nal del ca­mino, sino el trán­si­to do­lo­ro­so a una vida en ple­ni­tud. Y a la luz de esta fe, todo el su­fri­mien­to de la exis­ten­cia hu­ma­na ad­quie­re un va­lor re­den­tor.

A la luz de esta fe, la vida ha de ser acom­pa­ña­da y pro­te­gi­da pre­ci­sa­men­te cuan­do es más frá­gil. La de­ci­sión de eli­mi­nar a los que es­tor­ban, o por su mi­nus­va­lía o por su ca­li­dad de vida o por una fal­sa com­pa­sión (para que no su­fran) es una pos­tu­ra arro­gan­te, que se con­si­de­ra juez y due­ña de la vida de los de­más. La Jor­na­da por la Vida de este año quie­re re­cor­dar­nos a to­dos que el com­pro­mi­so por la vida debe ser tan­to ma­yor cuan­to más dé­bil y frá­gil sea esa vida en cual­quie­ra de las fa­ses de la exis­ten­cia. De­be­mos fe­li­ci­tar en esta Jor­na­da a to­dos los que cui­dan de los en­fer­mos y bus­can ali­viar sus do­lo­res y ha­cer­les la vida más agra­da­ble, a to­dos los que atien­den a mi­nus­vá­li­dos en cual­quier gra­do, a to­dos los que cui­dan de los an­cia­nos con ter­nu­ra y gra­ti­tud, a los agen­tes sa­ni­ta­rios, a los fa­mi­lia­res, a los vo­lun­ta­rios que en­tre­gan su vida o par­te de su tiem­po a mi­ti­gar el su­fri­mien­to hu­mano.

El Hijo de Dios que se hace car­ne en el seno vir­gi­nal de Ma­ría trai­ga a to­dos la ale­gría de la sal­va­ción.
 
Re­ci­bid mi afec­to y mi ben­di­ción.
Comentarios
5€ Tu donativo es vital para mantener Religión en Libertad
10€ Gracias a tu donativo habrá personas que podrán conocer a Dios
50€ Con tu ayuda podremos llevar esperanza a las periferias digitales
Otra cantidad Tu donativo es vital para mantener Religión en Libertad
Tu donativo es vital para mantener Religión en Libertad
Si prefieres, contacta con nosotros en el 680 30 39 15 de lunes a viernes de 9:00h a 15:30h
Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter

¡No te pierdas las mejores historias de hoy!

Suscríbete GRATIS a nuestra newsletter diaria

REL te recomienda