El lobby LGBTI, contra los homosexuales
por Pedro Trevijano
En el libro Dios o nada del cardenal Robert Sarah leo lo siguiente: “Los primeros enemigos de las personas homosexuales son los grupos de presión LGBT. Es un grave error reducir al individuo a sus comportamientos, principalmente sexuales. La naturaleza siempre acaba vengándose”. Tras leer esto la pregunta obvia es: ¿tiene razón el cardenal?
Ante todo hemos de decir que los seres humanos, seamos homo u heterosexuales, hemos sido creados, como nos dice la Biblia, a imagen y semejanza de Dios (cf. Gén 1,26) y redimidos por Cristo. La persona homosexual tiene derecho a ser respetada, ya que su dignidad personal y sus derechos se basan en el hecho de ser seres humanos creados por Dios, pues la persona es siempre más que su sexualidad o su comportamiento u orientación sexual. Los homosexuales, como todos, están llamados a realizar la voluntad de Dios en sus vidas, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que puedan encontrar a causa de su condición. Y como todos, mediante la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.
Entre las personas homosexuales podemos distinguir: a) las que pertenecen al lobby LGTBI; b) las que aceptan su homosexualidad, pero no son del lobby, unas aceptando las relaciones homosexuales, otras luchando contra su tendencia, incluso practicando la abstinencia sexual, aunque no siempre lo consigan plenamente, porque creen que su avance hacia la madurez personal se ve obstaculizado por su homosexualidad; c) y finalmente está el grupo que lo que quieren es no rendirse ante su condición homosexual, sino superarla.
Para mí está claro que toda persona tiene derecho a vivir con libertad su orientación sexual, debiendo los demás respetarle, mientras no interfiera en los derechos de los demás, aunque como sacerdote católico sé distinguir el bien del mal, el pecado de lo que no lo es y así acepto plenamente lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “ Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que 'los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados' (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso” (nº 2357).
Por ello me llena de estupor que en casi todas las Comunidades Autónomas haya leyes que prohíben a los homosexuales intentar llegar a la heterosexualidad. Un ejemplo típico es el de la Comunidad de Madrid. La de Madrid se llama Ley de "Protección integral contra la LGTBIfobia y la discriminación por razón de orientación e identidad sexual en la Comunidad de Madrid” y es del 21 de julio de 2016. En ella, aprobada por unanimidad (tan sólo hubo dos diputados que se ausentaron para no traicionar su conciencia), se establece:
“Artículo 70. Son infracciones muy graves: c) La promoción y realización de terapias de aversión o conversión con la finalidad de modificar la orientación sexual o identidad de género de una persona. Para la comisión de esta infracción será irrelevante el consentimiento prestado por la persona sometida a tales terapias.
Artículo 72.- Sanciones. 3.- Las infracciones muy graves serán sancionadas con multa de 20.001 hasta 45.000 euros.
Artículo 73.- Graduación de las sanciones. 1.- Para la graduación de las sanciones se tendrá en cuenta: La pertenencia de la persona infractora a un grupo organizado de ideología fehacientemente LGTBIfóbica”.
Creo que hay tres grupos grandemente perjudicados en estos artículos: aquellos homosexuales, que, en uso de sus legítimos derechos y conociendo como saben que cada vez hay más homosexuales que logran llegar a la heterosexualidad, se les prohíbe intentar también ellos conseguirlo, porque supone enfrentarse con el todopoderoso lobby LGTBI; los médicos, a quienes se trata de amedrentar para que no ejerzan su profesión; y los católicos, a quienes este lobby, por nuestra no aceptación de la ideología de género, nos considera como enemigos, y es que los católicos nos negamos a aceptar la burda mentira de la no distinción del ser humano entre hombre y mujer.
Esta Ley y las de otras Comunidades Autónomas abren la puerta a la persecución religiosa, y es que según esta ideología, a la que San Juan Pablo II no duda en calificar de “nueva ideología del mal”, lo que hay que hacer es eliminar la civilización y la herencia cristiana y construir un mundo nuevo, mientras que para el cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco, que como Papa ha condenado múltiples veces la ideología de género, detrás de estas leyes está el príncipe de la mentira, es decir Satanás.
No nos olvidemos el deber de todo hombre de buscar la verdad y “a ordenar toda su vida según las exigencias de la verdad” (Concilio Vaticano II, Declaración Dignitatis Humanae nº 2), aunque “la verdad no se impone de otra manera que por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y a la vez fuertemente en las almas” (DH nº 1).
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