Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Odio a Dios y a la fe


Cualquier día, dado que hay que tener la máxima comprensión por el Islam y debemos adaptarnos a ellos, nos recomendarán la bondad de la poligamia. Es una inversión de valores, una lucha abierta contra la Iglesia Católica.

por Pedro Trevijano

Opinión

La reciente sentencia del Tribunal de Estrasburgo contra la presencia del Crucifijo en las escuelas públicas, y la frecuencia de la aprobación de numerosas leyes anticristianas y especialmente anticatólicas no sólo en España, sino en Europa y en todo el mundo, están haciendo que nos preguntemos si lo que está detrás de estas campañas es sencillamente el odio a la fe. 
 
Lo característico de una ideología sectaria es que mientras los filósofos medievales tenían la gran frase «contra el hecho no valen argumentos», aquí por el contrario para nazis, marxistas, laicistas y relativistas, es decir para todas las corrientes que desconocen la existencia de un campo de derechos propios del ser humano anteriores y superiores al Estado mismo, es la realidad la que tiene que acomodarse a la ideología, aunque sea faltando a todas las normas del sentido común.
 
Pero no nos encontramos con un simple sectarismo sino con algo aún más grave: el odio a la fe.
 
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice: «El odio a Dios tiene su origen en el orgullo; se opone al amor de Dios cuya bondad niega» (nº 2094); «Satán actúa en el mundo por odio contra Dios y su Reino y su acción causa graves daños de tipo espiritual, pero también de naturaleza física, induciendo al hombre a desobedecer a Dios» (cf. nº 394-395). De hecho el odio a Dios es el pecado más grave, peor aún que el rechazarle. Sucede que, por una misteriosa hostilidad hacia Dios (en la que el creyente puede descubrir la presencia del Adversario), algunos hombres y mujeres cultivan un verdadero odio al Señor, a todo lo que evoca y a todos cuantos lo invocan (Catecismo para adultos francés nº 548), odio contra el Señor del que ya nos advierte Éxodo 20,5, pero que se da, también, contra los otros seres humanos (Lev 19,17; Dt 19,11).
 
En el Nuevo Testamento Jesús nos dice sobre el odio: «Quien aborrece a su hermano es homicida, y ya sabéis que todo homicida no tiene en sí al vida eterna» (1 Jn 3,15), y nos pide no sólo que no nos dejemos llevar por él, sino que recemos por nuestros enemigos (Mt 5,43-44), aunque nos advierte a sus discípulos que seremos aborrecidos (Mt 10,22 y 24,9, Jn 15,18-25).
 
Es indudable que el Espíritu del mal sigue actuando en el mundo. No sólo en los genocidios del pasado siglo, sino que continúa activo entre nosotros con ese genocidio actual que se lleva a cabo en los centros abortistas, con matanzas de fetos en el seno de su madre que superan entre nosotros de lejos los muertos de la guerra civil. Y recordemos que el paso siguiente, estamos advertidos, es la eutanasia, aunque no toque en esta legislatura. Otro de los motivos por los que hay que defender la vida desde su concepción: no quiero que me eliminen.
 
Ese odio a la fe se muestra en el intento de arrancar de nuestros niños y adolescentes los valores religiosos y morales, corrompiéndolos. Un niño de trece años puede tener las relaciones sexuales que quiera, se ensalza la ideología de género, se escarnece al matrimonio y a la familia, vendiéndonos que la familia normal, la familia asentada en valores como la fidelidad, está superada por otras formas de familia más modernas y progres. Cualquier día, dado que hay que tener la máxima comprensión por el Islam y debemos adaptarnos a ellos, nos recomendarán  la bondad de la poligamia. Es una inversión de valores, una lucha abierta contra la Iglesia Católica, culpable de seguir a Jesucristo y ser adversaria de Satán.
 
Pero afortunadamente no todos han perdido el sentido común. Los italianos, ante la sentencia del Tribunal de Estrasburgo, ya han reaccionado y han advertido que un Tribunal ideologizado no les va a hacer cambiar de identidad, esa identidad y ese sentido común que les ha llevado siempre a respetar las obras de gobiernos anteriores, con el argumento que si hubiesen derribado todo lo que gobiernos, que luego no han gustado, han hecho, no les quedaría ni una obra de arte. Italia es el país del respeto y de la tolerancia, con miles de años de civilización y cultura, y por ello es el país con más arte del mundo. El odio a la fe no se compagina con la tolerancia, y ni siquiera con el respeto a la cultura y a la democracia.

Cuando ya había escrito estas líneas me encuentro con una clara demostración de lo que estoy diciendo. España ayuda generosamente a los palestinos, pero con el pretexto de que ayudamos a los palestinos y no a los cristianos, el dinero de esa ayuda va íntegramente a manos musulmanas. Los cristianos palestinos no reciben ni un céntimo. Sin comentarios.
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