Jacob y Joseph, una conversación abierta
El nudo crucial que impedía al rabino creer en Jesús (a pesar de la simpatía despertada) era su pretensión de identificarse con Dios. A fin de cuentas no es extraño, dado que ese es el punto crítico de cualquier encuentro verdadero entre judíos y cristianos.
por José Luis Restán
El pasado 15 de octubre falleció en Nueva York el rabino Jacob Neusner, uno de los mayores estudiosos del hebraísmo en el mundo y autor de numerosos libros. Pero el motivo de que hoy le recuerde es su curiosa historia de amistad con Joseph Ratzinger. Ambos dialogaron sobre todo a través de sus libros, pero tuvieron la posibilidad de conocerse y hablar cara a cara, primero en Nueva York, y más tarde en Roma, donde la familia Neusner fue acogida por Benedicto XVI. En esa ocasión el rabino obtuvo de su amigo Papa la primicia de que ya no volvería a escribir, proporcionándole un buen disgusto. Se entiende, porque no fue el único.
Muchos años atrás, Ratzinger había quedado impresionado por la lectura del libro de Neusner Un rabino habla con Jesús, tanto que dedicó quince páginas de su primer volumen sobre Jesús de Nazaret a dialogar, rigurosa y apasionadamente con él. En su libro, Neusner se introducía como uno más entre los judíos que escuchaban a Jesús, y discutía con él. Se veía tocado por la grandeza y la pureza de sus palabras, se tomaba en serio su propuesta, pero en última instancia Jesús llegaba a intranquilizarle. El nudo crucial que impedía al rabino creer en Jesús (a pesar de la simpatía despertada) era su pretensión de identificarse con Dios. A fin de cuentas no es extraño, dado que ese es el punto crítico de cualquier encuentro verdadero entre judíos y cristianos.
Para Benedicto XVI ese coloquio imaginario entre el rabino hebreo y Jesús deja trasparentar toda la dureza de la diferencia entre ambos (judíos y cristianos), pero discurre en un clima de gran amor: el rabino acepta que Jesús es diferente, pero se despide de él sin odio, teniendo siempre presente la fuerza conciliadora del amor dentro de su búsqueda respectiva de la verdad. Este sería, a juicio del Papa Ratzinger, el modelo para un verdadero diálogo hebreo-cristiano que no se contente con impulsar actividades comunes o con deshacer prejuicios.
Años después, cuando Benedicto fue objeto de polémicas absurdas y ataques infundados, Jacob Neusner salió en su defensa, reconociendo el precio que estaba pagando por su genuina integridad y su capacidad de exponer la verdad a los hombres de cualquier condición y cultura. No sólo eso, sino que como signo de estima profunda, quiso reseñar el Jesús de Nazaret de su amigo Joseph Ratzinger en el diario Jerusalem Post. En ese cálido y exigente artículo, Neusner afirmaba que con el Jesús de Nazaret de Benedicto XVI, “el debate judío-cristiano entra en una nueva era… somos capaces de encontrarnos unos a otros en un prometedor ejercicio de razón y crítica”. Y concluía con una confesión personal: “Alguien me llamó alguna vez la persona más polemista que jamás había conocido… ahora he encontrado mi contrincante. El Papa Benedicto XVI es otro buscador de la verdad”.
La conversación entre el Papa y el rabino ha quedado abierta, pero ambos, a buen seguro, están deseando retomarla bajo la luz que no se apaga.
Publicado en Páginas Digital.
Muchos años atrás, Ratzinger había quedado impresionado por la lectura del libro de Neusner Un rabino habla con Jesús, tanto que dedicó quince páginas de su primer volumen sobre Jesús de Nazaret a dialogar, rigurosa y apasionadamente con él. En su libro, Neusner se introducía como uno más entre los judíos que escuchaban a Jesús, y discutía con él. Se veía tocado por la grandeza y la pureza de sus palabras, se tomaba en serio su propuesta, pero en última instancia Jesús llegaba a intranquilizarle. El nudo crucial que impedía al rabino creer en Jesús (a pesar de la simpatía despertada) era su pretensión de identificarse con Dios. A fin de cuentas no es extraño, dado que ese es el punto crítico de cualquier encuentro verdadero entre judíos y cristianos.
Para Benedicto XVI ese coloquio imaginario entre el rabino hebreo y Jesús deja trasparentar toda la dureza de la diferencia entre ambos (judíos y cristianos), pero discurre en un clima de gran amor: el rabino acepta que Jesús es diferente, pero se despide de él sin odio, teniendo siempre presente la fuerza conciliadora del amor dentro de su búsqueda respectiva de la verdad. Este sería, a juicio del Papa Ratzinger, el modelo para un verdadero diálogo hebreo-cristiano que no se contente con impulsar actividades comunes o con deshacer prejuicios.
Años después, cuando Benedicto fue objeto de polémicas absurdas y ataques infundados, Jacob Neusner salió en su defensa, reconociendo el precio que estaba pagando por su genuina integridad y su capacidad de exponer la verdad a los hombres de cualquier condición y cultura. No sólo eso, sino que como signo de estima profunda, quiso reseñar el Jesús de Nazaret de su amigo Joseph Ratzinger en el diario Jerusalem Post. En ese cálido y exigente artículo, Neusner afirmaba que con el Jesús de Nazaret de Benedicto XVI, “el debate judío-cristiano entra en una nueva era… somos capaces de encontrarnos unos a otros en un prometedor ejercicio de razón y crítica”. Y concluía con una confesión personal: “Alguien me llamó alguna vez la persona más polemista que jamás había conocido… ahora he encontrado mi contrincante. El Papa Benedicto XVI es otro buscador de la verdad”.
La conversación entre el Papa y el rabino ha quedado abierta, pero ambos, a buen seguro, están deseando retomarla bajo la luz que no se apaga.
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