Miércoles, 25 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Por ser católico, ¿soy ultraderechista?


por Pedro Trevijano

Opinión

Que en muchos medios de comunicación domine lo ‘políticamente correcto’ y que se nos califique de ultraderecha a quienes no pensamos así es algo que ciertamente ya no nos llama la atención. Pero no hace mucho leí en un periódico estos dos párrafos que sí me parece necesitan una respuesta: “Abascal, en sus propuestas de ‘Vida y Familia’, está igualmente influenciado por la ultraderecha europea, pero sobre todo por la americana. Sus ideas de ‘derogar la ley de violencia de género’, suprimir ‘los organismos feministas radicales’, el apoyo a las ‘familias numerosas’ y a ‘la familia natural’ y sus posiciones contrarias al aborto están en el discurso de Trump, pero también y mucho, en el de Bolsonaro. El candidato a la presidencia de Brasil ha hecho de la lucha contra el feminismo y el aborto y su defensa de la familia convencional una de sus señas de identidad”.

Leyendo lo que dice ese periodista, que creo refleja muy bien lo que es la mentalidad de la ideología de género, debo decir que si ser de ultraderecha es defender todo lo que ataca ese periodista, soy ultraderechista.

Empecemos por “derogar la ley de violencia de género”. Por supuesto estoy contra la violencia, pero no logro entender que, si la Declaración de Derechos Humanos de la ONU de 1948 dice en su artículo 2-1: “Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política…”, por qué ha de castigarse más el mismo delito cometido por un varón que por una mujer y por qué ocultan las estadísticas de los delitos cometidos por éstas contra los hombres, que eran aproximadamente un tercio del total, mientras se publicaron las estadísticas.

“Suprimir los organismos feministas radicales”. Por supuesto que hay un feminismo sano, que ha tratado y trata de defender los legítimos derechos de las mujeres y al que como ciudadano y sacerdote no puedo sino mirar con simpatía, y a él han pertenecido personas que hoy están canonizadas. Pero el feminismo radical intenta destruir la maternidad, el matrimonio, la familia y la religión a fin de conseguir la liberación sexual. La mujer debe independizarse y liberarse de las ataduras de su naturaleza y de las funciones asociadas a ella, como la maternidad y el hogar. Y es que en el matrimonio el marido es el explotador burgués y la mujer la proletaria esclavizada. La pareja está, por tanto, en rivalidad constante. Como dice una de sus ideólogas, Celia Amorós, la supresión de la familia es el objetivo fundamental a conseguir. Pero, como es lógico, el odio engendra odio y la violencia, violencia. Con esta mentalidad no se consigue, sino todo lo contrario, disminuir la violencia doméstica o de género, como prueban las estadísticas sobre el tema. Es una ideología subversiva que intenta destruir las raíces y valores básicos de nuestra sociedad.

El “apoyo a las familias numerosas”. En una sociedad donde uno de los problemas más graves es el de la ausencia de una natalidad capaz de asegurar el relevo generacional, arremeter contra las familias que actúan con una generosidad responsable me parece de locos. En cierta ocasión que me preguntaron sobre qué opinaba con respecto a las familias numerosas respondí: “Soy sexto hijo y estoy encantado de haber nacido”.

“El apoyo a la familia natural”. Tengo muy claro que la familia es la institución social más antigua que existe y que se da incluso en el reino animal, en muchas aves y mamíferos. Es desde luego el ámbito más adecuado para la generación y educación de los hijos. Recuerdo mi sonrisa la primera vez que leí que una Universidad, creo que sueca, había hecho un estudio para llegar a la conclusión que para los niños lo mejor era vivir en una familia monógama, estable y en la que los padres se quisiesen. Pensé que para llegar a esas conclusiones no hacían falta demasiadas alforjas. Los demás tipos de familia que intentan colarnos hoy no dejan de ser sucedáneos y además poco afortunados. La Asociación Española de Pediatría ya dijo hace unos años: “Un núcleo familiar con dos padres o dos madres es, desde el punto de vista pedagógico y pediátrico, claramente perjudicial para el armónico desarrollo y adaptación social del niño”.

“Posiciones contrarias al aborto”. Por supuesto, y es que ¿en el aborto no se mata a un ser humano? Recuerdo que en cierta ocasión le pregunté a una sobrina mía embarazada: “Cuando vas al ginecólogo, ¿qué le preguntas?” Me contestó: “Doctor, ¿cómo va mi bebé?”.

La ideología de género supone un No a Dios, que acaba siendo un No al ser humano, porque es una ideología criminal, disparatada y anticientífica: “Los niños tienen pene, los niños tienen vagina; las niñas tienen vagina, las niñas tienen pene” dice un conocido eslogan de esta ideología. Pregunto: ¿desde cuándo algunos niños tienen vagina y cromosomas XX, y algunas niñas tienen pene y cromosomas XY? Termino con un ¡Viva lo políticamente correcto! Cualquier crimen y cualquier idiotez antes que me llamen ultraderechista.

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