Un prelado en el Crazy Horse
Se empieza creyendo que la Iglesia tiene un problema porque tú eres homosexual, y se acaba creyendo que España es un Estado antidemocrático porque no te permite saltarte la ley
El prelado Charamsa, polaco, ha dicho que “el porcentaje de homosexuales en la Iglesia es más alto que en la sociedad” y que no acepta el celibato porque “es inhumano” y “obliga a una cierta asexualidad”.
Este y todos los curas están en su perfecto derecho de colgar los hábitos y llevar la vida que quieran, y con quien quieran. Dios es amor y es liberad.
Lo que no es tolerable es que pretenda el prelado convertirse en la medida de todas las cosas, y que se aproveche de la confianza que en él ha sido depositada para atentar contra los principios y la convivencia de una comunidad, en este caso la Iglesia concretamente, y los católicos en general.
Se empieza creyendo que la Iglesia tiene un problema porque tú eres homosexual, y se acaba creyendo que España es un Estado antidemocrático porque no te permite saltarte la ley. Es una metáfora difícilmente superable que el prelado gay tenga un novio catalán.
Es relativismo, pensamiento débil e ingratitud montar espectáculos a costa de la fe de los demás, y elevar a categoría los escozores fisiológicos; y hay que decir que concederle tal importancia al sexo es de gente que no va a ninguna parte.
La Iglesia tiene unas normas que implica un sacrificio seguirlas. Todos los sentimientos están resumidos en el Calvario. Nosotros somos los de la Cruz, no los del jakuzzi del norte liberado. La Iglesia no obliga a creer, ni mucho menos a ordenarse, y si este señor, como él mismo ha contado, ya de pequeño era homosexual y no sabía cómo llevarlo, lo primero que tenía que haber hecho es no meterse a cura, porque no se es pastor para tratar de solucionar tus problemas sino los de los demás.
El prelado Charamsa no sólo se hizo cura sino que aceptó la confianza y el honor de ser miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y profesor en las universidades pontificias. Es una traición a tan alta confianza, y a tan alto honor, montar el número de presentar a tu pareja en público como si se tratara de una variéte del Crazy Horse.
¿Qué respeto puede pedir el que no se lo tiene a los demás?
Yo no sé si hay en la Iglesia más o menos homosexuales que en la sociedad, pero seguro que hay curas mucho más leales, mucho más generosos y mucho menos egoístas, y muchísimo menos vanidosos que el prelado polaco.
Todos los debates son planteables, dentro y fuera de la Iglesia. Lo que resulta a todas luces inaceptable, y vulgar, y ya no al católico, sino al simple ciudadano aseado, es el exhibicionismo barato con cargo a las más altas instituciones eclesiásticas y ese tic, tan de la izquierda, de querer rebajar el listón del mundo al nivel de tus mediocridades.
(Leído en Herrera en COPE)
Este y todos los curas están en su perfecto derecho de colgar los hábitos y llevar la vida que quieran, y con quien quieran. Dios es amor y es liberad.
Lo que no es tolerable es que pretenda el prelado convertirse en la medida de todas las cosas, y que se aproveche de la confianza que en él ha sido depositada para atentar contra los principios y la convivencia de una comunidad, en este caso la Iglesia concretamente, y los católicos en general.
Se empieza creyendo que la Iglesia tiene un problema porque tú eres homosexual, y se acaba creyendo que España es un Estado antidemocrático porque no te permite saltarte la ley. Es una metáfora difícilmente superable que el prelado gay tenga un novio catalán.
Es relativismo, pensamiento débil e ingratitud montar espectáculos a costa de la fe de los demás, y elevar a categoría los escozores fisiológicos; y hay que decir que concederle tal importancia al sexo es de gente que no va a ninguna parte.
La Iglesia tiene unas normas que implica un sacrificio seguirlas. Todos los sentimientos están resumidos en el Calvario. Nosotros somos los de la Cruz, no los del jakuzzi del norte liberado. La Iglesia no obliga a creer, ni mucho menos a ordenarse, y si este señor, como él mismo ha contado, ya de pequeño era homosexual y no sabía cómo llevarlo, lo primero que tenía que haber hecho es no meterse a cura, porque no se es pastor para tratar de solucionar tus problemas sino los de los demás.
El prelado Charamsa no sólo se hizo cura sino que aceptó la confianza y el honor de ser miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y profesor en las universidades pontificias. Es una traición a tan alta confianza, y a tan alto honor, montar el número de presentar a tu pareja en público como si se tratara de una variéte del Crazy Horse.
¿Qué respeto puede pedir el que no se lo tiene a los demás?
Yo no sé si hay en la Iglesia más o menos homosexuales que en la sociedad, pero seguro que hay curas mucho más leales, mucho más generosos y mucho menos egoístas, y muchísimo menos vanidosos que el prelado polaco.
Todos los debates son planteables, dentro y fuera de la Iglesia. Lo que resulta a todas luces inaceptable, y vulgar, y ya no al católico, sino al simple ciudadano aseado, es el exhibicionismo barato con cargo a las más altas instituciones eclesiásticas y ese tic, tan de la izquierda, de querer rebajar el listón del mundo al nivel de tus mediocridades.
(Leído en Herrera en COPE)
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