Revelación, Inspiración y Verdad

He leído estos días el Documento de Pontificia Comisión Bíblica “Inspiración y Verdad en la Sagrada Escritura”, publicado en Noviembre, tras cinco años de estudio. La Pontificia Comisión Bíblica la componen veinte miembros, designados por la Santa Sede y sus documentos desde Pablo VI no son Magisterio, pero llevan un prólogo del Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, por lo que se tratan de escritos bastante autorizados. En este caso este documento refiere los resultados de un atento estudio exegético de los textos bíblicos en lo que se refiere a su proveniencia de Dios y su verdad. Además, la Comisión Bíblica estudia algunas dificultades e interrogantes desde el punto de vista histórico o éticosocial. Para responder a estas cuestiones es necesario leer y comprender de manera adecuada los textos que plantean dificultades, teniendo en cuenta las ciencias modernas y el tema principal de la Sagrada Escritura: Dios y su plan de salvación (cf. Prólogo del cardenal Müller).

Ya Benedicto XVI en su Exhortación Apostólica “Verbum Domini” escribió: “Ciertamente, la reflexión eclesial ha considerado siempre la inspiración y la verdad como dos conceptos clave para una hermenéutica (interpretación) eclesial de las Sagradas Escrituras” (nº 1. Cito el número del Documento de la Comisión Bíblica). El contenido principal de la Revelación es Dios mismo y su proyecto de salvación para los hombres: “Agradó a Dios en su bondad y sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad (cf. Ef 1,9) en virtud del cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo hecho carne, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y llegan a ser partícipes de la naturaleza divina (cf. Ef 2,18; 2 Pe 1,4)” (Constitución Dogmática “Dei Verbum” nº 2) nº 3). Dios se revela especialmente en el hombre, creado a “su imagen” (Gén 1,27 cf. VD nº 9) (nº 5).
           
La inspiración afecta propiamente a los libros de la Sagrada Escritura. La “Dei Verbum” enseña que Dios es el inspirador y autor de los libros de uno y otro Testamento” (DV nº 16) y afirma: “En la composición de los libros sagrados, Dios eligió a hombres a los que empleó en pleno uso de sus facultades y capacidades; de manera que al actuar Él en ellos y mediante ellos, transmitieran por escrito como verdaderos autores todo aquello y solo aquello que Él quisiera” ( DV nº 11) (nº 5). Revelación e inspiración son, por tanto, dos acciones divinas distintas. La Revelación se presenta como el acto fundamental de Dios mediante el cual Él comunica qué y cuál es el misterio de su voluntad (cf. DV nº 2), capacitando además, al mismo tiempo, al hombre para recibir la Revelación. La inspiración aparece en cambio como la acción mediante la cual Dios habilita a ciertos hombres, escogidos por Él, para transmitir fielmente su revelación por escrito (cf. DV nº 11). La inspiración presupone la Revelación y está al servicio de la transmisión fiel de la revelación en los escritos de la Biblia (nº 7).
           
La verdad de la Palabra de Dios en las Sagradas Escrituras se halla íntimamente ligada a su inspiración: en efecto el Dios que habla no puede engañar. El sentido de la verdad en la Biblia es que los libros de la Sagrada Escritura, con todas sus partes, en cuanto inspirados por el Espíritu Santo y por tener a Dios como autor, se proponen comunicar la verdad en cuanto que está relacionada con nuestra salvación, que es de hecho la finalidad por la que Dios se revela (nº 63). Es decir, la verdad bíblica sólo se refiere a lo relacionado con la salvación. Dios lo que pretende en la Biblia es revelarnos su designio de salvación, no darnos enseñanzas científicas.
 
No obstante esta afirmación de principio, algunas afirmaciones del texto sagrado crean dificultades, de las que eran conscientes ya los Padres de los primeros siglos de la Iglesia. Los teólogos han recurrido al concepto de inerrancia y lo han aplicado a la Sagrada Escritura.

Literalmente, este término significaría que en la Biblia no puede haber error de ningún género. Pero con los sucesivos descubrimientos, los exegetas reconocen que en la Biblia no todo se expresa según las exigencias de las ciencias contemporáneas, pues los escritores bíblicos reflejan sus límites tanto personales como propios de su época y cultura, problemática ya abordada en el Concilio Vaticano II. Y es que en la Biblia encontramos contradicciones, inexactitudes históricas, narraciones inverosímiles y, en el Antiguo Testamento, preceptos y comportamientos morales que entran en conflicto con la enseñanza de Jesús (nº 63).

No olvidemos que la Biblia más que un libro es un conjunto de libros con diversos géneros literarios. También hoy la verdad contenida en una novela difiere de la de un manual de física; hay diversas modalidades de escribir la Historia, que no siempre es una crónica objetiva; la poesía lírica se expresa diversamente que un poema épico. En la Biblia encontramos diversos géneros literarios que estaban en uso en aquella área cultural: poesía, legislación, profecía, narración, dichos escatológicos, parábolas, himnos, confesiones de fe etc., cada uno con su propia manera de expresar la verdad (nº 104). Y es que una de las características de la verdad bíblica es hallarse expresada en muchas formas y en diversos modos (cf. Heb 1,1) (nº 145).