El camino hacia la heterosexualidad
Las terapias que buscan el cambio en los pensamientos, sentimientos y comportamientos de las personas homosexuales, se han mostrado, según bastantes terapeutas, científicamente eficaces en bastantes casos, por lo que el cambio radical de homosexual a heterosexual es posible.
por Pedro Trevijano
La homosexualidad es la orientación sexual que se caracteriza por una propensión hacia otros del mismo sexo.
En la actualidad la Psicología y la Psiquiatría están muy mediatizadas ideológicamente. Por ello hoy muchos psiquiatras y psicólogos no tratan de cambiar la orientación sexual, lo que, por otra parte, se considera como muy problemático, dada la profunda resistencia de toda orientación sexual a dejarse modificar. En consecuencia la terapia de Afirmación Gay trata de ayudar a los homosexuales a aceptar y afirmar su orientación sexual. Ésta es incluso la actitud mayoritaria. Pero también hay, quienes, aun considerando que el cambio de orientación sexual no es realizable para ellos, tratan de vivir una vida en la que está presente la llamada cristiana a la castidad, aceptando su atracción homosexual, pero esforzándose por no dejarse llevar por ella.
Otros, sin embargo, insisten en la posibilidad del cambio. La reorientación sexual es posible, por lo que la actitud fatalista respecto a la mutabilidad de la opción homosexual no está justificada. Se requiere para ello un ambiente adecuado y apoyo, ya que, para éstos, la sexualidad normal es el punto de llegada de un largo proceso de evolución susceptible de paradas y regresiones. Por ello la homosexualidad rara vez se manifiesta durante la infancia, aunque ya esté presente en ella, sino que normalmente se revela en la adolescencia. Se ha producido algo que ha impedido el desarrollo libre y total del dinamismo sexual.
En esta concepción, la homosexualidad no es algo innato, sino aprendido, por lo que en un tiempo se aprendió, puede desaprenderse, pues si se curan las heridas y las necesidades insatisfechas se ven realizadas, se experimenta la identificación de género y aparece el deseo heterosexual. Las terapias que buscan el cambio en los pensamientos, sentimientos y comportamientos de las personas homosexuales, se han mostrado, según bastantes terapeutas, científicamente eficaces en bastantes casos, por lo que el cambio radical de homosexual a heterosexual es posible. En la Filosofía Medieval había una sentencia que decía así: “Contra el hecho no valen argumentos”. Para éstos un homosexual es de forma latente un heterosexual que simplemente se ha estancado en una fase temprana de desarrollo psicosexual.
Las personas inclinadas a la homosexualidad nacen con las mismas características físicas y psíquicas que cualquier otra. Cae así el mito, tan defendido por los lobbys gays, de “los gays nacen, no se hacen”. El proceso de cambio requiere la aceptación de sí mismo gracias a un trabajo basado en un proceso gradual en el que se buscan una serie de pequeños éxitos, pero que le pueden conducir a resultados bastante satisfactorios, especialmente si uno se autoconvence de que “yo puedo, yo lo conseguiré”. Hay que aprender a ver las dificultades de la vida como parte del crecimiento. La confianza es requisito indispensable, porque concede valor para afrontar la situación.
En la fase inicial de la terapia, muchos homosexuales describen la sensación de no haber crecido completamente, pues se consideran como niños o adolescentes, y consideran la masculinidad casi como sinónimo de madurez y edad adulta. Es importante que el cliente cuente los primeros recuerdos de su infancia, porque ése es el terreno fértil en que crece la desorientación sexual. En la terapia se trata de un proceso de profunda transformación de la propia identidad, en la que uno de los primeros pasos es la reconciliación con la figura paterna, hacia el que con frecuencia tiene un profundo rencor, pero el paciente tiene que llegar a entender que es en él mismo donde está el poder de transformarse, pero que la llave de este proceso está en su capacidad de perdonar. Debe entender también que el verdadero daño no se lo ha ocasionado su padre, sino él mismo con su actitud de separación defensiva, por lo que debe empezar a apreciar a su padre como persona y como hombre. La psicoterapia es para un homosexual la oportunidad de darse a sí mismo lo que sus padres no le dieron, pero que para obtenerlo necesita la ayuda de los demás. Comprender, perdonar y amar significa, paradójicamente, hacer de padre del propio padre, darle todo lo que se hubiese querido recibir de él. En cambio en su avance hacia la heterosexualidad, éste se ve frenado porque le cuesta renunciar a los placeres sexuales.
Sin embargo, el resultado final depende de muchos factores: el más importante y absolutamente imprescindible es la motivación del paciente para cambiar, como pueden ser su insatisfacción del estilo de vida gay, su constancia, la fe religiosa, que ayuda a tener esperanza y alegría, su sinceridad consigo mismo, el aprender a afrontar las dificultades corrientes de la vida, el ánimo que le infunden los demás, el percibir progresos, si bien cuando se consigue un cambio real, éste suele ser consecuencia de un largo trabajo, normalmente de varios años. Quienes se presentan a estos tratamientos lo hacen porque no están a gusto con su homosexualidad y desean salir de ella, o al menos un alivio. Los estudios realizados han mostrado que aquellos que tienen algún tipo de práctica espiritual mejoran antes.
A cualquier edad es posible cambiar, si se tiene el convencimiento de ello y existe una gran motivación personal con un profundo deseo de hacerlo, pero sin un compromiso por el cambio profundamente asentado el proceso de sanación es virtualmente imposible. La abstinencia evita muchos problemas, pero es en la sana intimidad hombre a hombre, donde acontece la verdadera sanación.
En conclusión, diremos que no parece posible hablar de un resultado común del tratamiento. Sus resultados son probablemente tan numerosos como los individuos que lo solicitan, pero con la posibilidad siempre de un cambio a mejor e incluso de sanación. El paciente determina cuándo el tratamiento le ha proporcionado una gran beneficio, incluso haciéndole llegar hasta la heterosexualidad, o, por el contrario, cuándo ha alcanzado el límite máximo que puede tolerar.
En la actualidad la Psicología y la Psiquiatría están muy mediatizadas ideológicamente. Por ello hoy muchos psiquiatras y psicólogos no tratan de cambiar la orientación sexual, lo que, por otra parte, se considera como muy problemático, dada la profunda resistencia de toda orientación sexual a dejarse modificar. En consecuencia la terapia de Afirmación Gay trata de ayudar a los homosexuales a aceptar y afirmar su orientación sexual. Ésta es incluso la actitud mayoritaria. Pero también hay, quienes, aun considerando que el cambio de orientación sexual no es realizable para ellos, tratan de vivir una vida en la que está presente la llamada cristiana a la castidad, aceptando su atracción homosexual, pero esforzándose por no dejarse llevar por ella.
Otros, sin embargo, insisten en la posibilidad del cambio. La reorientación sexual es posible, por lo que la actitud fatalista respecto a la mutabilidad de la opción homosexual no está justificada. Se requiere para ello un ambiente adecuado y apoyo, ya que, para éstos, la sexualidad normal es el punto de llegada de un largo proceso de evolución susceptible de paradas y regresiones. Por ello la homosexualidad rara vez se manifiesta durante la infancia, aunque ya esté presente en ella, sino que normalmente se revela en la adolescencia. Se ha producido algo que ha impedido el desarrollo libre y total del dinamismo sexual.
En esta concepción, la homosexualidad no es algo innato, sino aprendido, por lo que en un tiempo se aprendió, puede desaprenderse, pues si se curan las heridas y las necesidades insatisfechas se ven realizadas, se experimenta la identificación de género y aparece el deseo heterosexual. Las terapias que buscan el cambio en los pensamientos, sentimientos y comportamientos de las personas homosexuales, se han mostrado, según bastantes terapeutas, científicamente eficaces en bastantes casos, por lo que el cambio radical de homosexual a heterosexual es posible. En la Filosofía Medieval había una sentencia que decía así: “Contra el hecho no valen argumentos”. Para éstos un homosexual es de forma latente un heterosexual que simplemente se ha estancado en una fase temprana de desarrollo psicosexual.
Las personas inclinadas a la homosexualidad nacen con las mismas características físicas y psíquicas que cualquier otra. Cae así el mito, tan defendido por los lobbys gays, de “los gays nacen, no se hacen”. El proceso de cambio requiere la aceptación de sí mismo gracias a un trabajo basado en un proceso gradual en el que se buscan una serie de pequeños éxitos, pero que le pueden conducir a resultados bastante satisfactorios, especialmente si uno se autoconvence de que “yo puedo, yo lo conseguiré”. Hay que aprender a ver las dificultades de la vida como parte del crecimiento. La confianza es requisito indispensable, porque concede valor para afrontar la situación.
En la fase inicial de la terapia, muchos homosexuales describen la sensación de no haber crecido completamente, pues se consideran como niños o adolescentes, y consideran la masculinidad casi como sinónimo de madurez y edad adulta. Es importante que el cliente cuente los primeros recuerdos de su infancia, porque ése es el terreno fértil en que crece la desorientación sexual. En la terapia se trata de un proceso de profunda transformación de la propia identidad, en la que uno de los primeros pasos es la reconciliación con la figura paterna, hacia el que con frecuencia tiene un profundo rencor, pero el paciente tiene que llegar a entender que es en él mismo donde está el poder de transformarse, pero que la llave de este proceso está en su capacidad de perdonar. Debe entender también que el verdadero daño no se lo ha ocasionado su padre, sino él mismo con su actitud de separación defensiva, por lo que debe empezar a apreciar a su padre como persona y como hombre. La psicoterapia es para un homosexual la oportunidad de darse a sí mismo lo que sus padres no le dieron, pero que para obtenerlo necesita la ayuda de los demás. Comprender, perdonar y amar significa, paradójicamente, hacer de padre del propio padre, darle todo lo que se hubiese querido recibir de él. En cambio en su avance hacia la heterosexualidad, éste se ve frenado porque le cuesta renunciar a los placeres sexuales.
Sin embargo, el resultado final depende de muchos factores: el más importante y absolutamente imprescindible es la motivación del paciente para cambiar, como pueden ser su insatisfacción del estilo de vida gay, su constancia, la fe religiosa, que ayuda a tener esperanza y alegría, su sinceridad consigo mismo, el aprender a afrontar las dificultades corrientes de la vida, el ánimo que le infunden los demás, el percibir progresos, si bien cuando se consigue un cambio real, éste suele ser consecuencia de un largo trabajo, normalmente de varios años. Quienes se presentan a estos tratamientos lo hacen porque no están a gusto con su homosexualidad y desean salir de ella, o al menos un alivio. Los estudios realizados han mostrado que aquellos que tienen algún tipo de práctica espiritual mejoran antes.
A cualquier edad es posible cambiar, si se tiene el convencimiento de ello y existe una gran motivación personal con un profundo deseo de hacerlo, pero sin un compromiso por el cambio profundamente asentado el proceso de sanación es virtualmente imposible. La abstinencia evita muchos problemas, pero es en la sana intimidad hombre a hombre, donde acontece la verdadera sanación.
En conclusión, diremos que no parece posible hablar de un resultado común del tratamiento. Sus resultados son probablemente tan numerosos como los individuos que lo solicitan, pero con la posibilidad siempre de un cambio a mejor e incluso de sanación. El paciente determina cuándo el tratamiento le ha proporcionado una gran beneficio, incluso haciéndole llegar hasta la heterosexualidad, o, por el contrario, cuándo ha alcanzado el límite máximo que puede tolerar.
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