Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

La sumisión en «Cásate y sé sumisa»


hay una innovación radical en el cómo debe ser esta sumisión, porque se pone a Cristo como punto de referencia de toda la existencia cristiana, solicitando que sea como el de la Iglesia a Cristo, es decir una sumisión de amor, es decir de tipo espiritual y no como el de una esclava a su amo

por Pedro Trevijano

Opinión

En mi artículo anterior “Cásate y sé sumisa y la libertad de expresión” criticaba a aquéllos que ponían verde a ese libro de Costanza Miriana sin haberse tomado la molestia de leerlo. He leído con mis ojos expresiones del tipo “No he leído, ni tengo intención de hacerlo, el susodicho libro”, lo que me parece una carencia total de sentido común.

Sobre lo que opina la autora sobre la sumisión, creo lo más conveniente es citar una serie de textos de ella, con algún breve comentario.

“Tendrás que aprender a ser sumisa, como dice San Pablo. O sea, a ponerte debajo, porque tú serás la base de vuestra familia. Tú serás los cimientos. Tú sostendrás a todos, a tu marido y a tus hijos, adaptándote, aceptando, dejando pasar las cosas, dirigiendo con dulzura. Quien sostiene el mundo es el que está debajo, no el que se pone por encima de los demás. Sólo lo podrás hacer tú, porque entre Domenico y vuestros hijos, serás la única mujer adulta y, por tanto, elástica, tierna, sólida, resistente, paciente y prudente”.

La autora se proclama católica y hace referencia al texto deuteropaulino de Efesios 5,21-6,4). (Se llaman deutero-paulinos los textos que aunque figuran bajo el nombre del Apóstol, no tienen su origen en el mismo Pablo (Ef, cartas pastorales), o no se puede afirmar con certeza que procedan de él (Col, 2 Tes)).

“Nosotras, las mujeres, ya no estamos obligadas a ser criadas, pero podemos elegir servir por amor y como respuesta libre a nuestra vocación”.

“La mujer ‘realizada’ ama ante todo. Escucha, consuela, anima, perdona, une y les hace sitio a los demás. Construye al padre con su sumisión, porque lo pone por encima de ella , le confiere autoridad”.

“Nada puede sustituir a la fecundidad de una lealtad definitiva”.

“Al final, nuestra vida será el producto de las elecciones que hayamos ido haciendo progresivamente”.

“Vivir todos los amores no te enseñará más sobre el amor que vivir uno solo en profundidad”.

“Como dice Pavel Evdokimov, el teólogo ortodoxo ruso, si el fin objetivo del matrimonio es engendrar hijos, el subjetivo es engendrarse a uno mismo”.

“Cuando San Pablo le dice a las mujeres que acepten estar debajo, no piensa ni mucho menos que sean inferiores”.

“La sumisión de la que habla San Pablo es un regalo, libre como todo regalo, porque si no, sería una imposición. Es un regalo espontáneo de uno mismo, que se hace por amor. Renuncio a mi egoísmo por ti. Y si queremos hablar en términos de grandeza y pequeñez, de fuerza y debilidad, de poder, lo mejor es recordar que “quien quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor (Mt 20,27; Mc 10,44)”.

“El problema es que nosotras, en muchos siglos y en muchas culturas, hemos sido ‘puestas debajo’ no desde una óptica de un don libre y espontáneo, sino desde la óptica del poder y de la fuerza, desde la lógica del mundo. Y, por eso, hablar de obediencia es hurgar en heridas, que todavía no han cicatrizado. En este sentido, el feminismo tuvo el mérito de conseguir llevar a la práctica algunas aspiraciones de justicia en una época en que la justicia era escasa”.

“La mujer precede al hombre, que necesita ser acogido”.

“El amor se provoca precisamente así, no hay otro modo: dando libremente, sin volverse atrás. Si no, no es amor, es un contrato. Y entonces, búscate un mayordomo”.

“La familia es un equipo, en el que cada uno debe jugar su propio papel, que es el más adecuado para él. El secreto para vivir en armonía es entender los talentos, y poner a todos en condiciones de usarlos”.

“La paridad consiste en tener la misma dignidad, no en hacer las mismas cosas. Cada uno según sus talentos”.

Es evidente que en todo este asunto hemos de tener muy presente el texto de Efesios 5, 21-6,4. En este pasaje se toma la vida conyugal como símbolo de la unión entre Cristo y la Iglesia, pero haciendo a su vez a esta unión modelo de la vida conyugal. El autor precisa los deberes de los esposos (vv. 22-23) que sitúa al nivel de las relaciones entre Cristo y su Iglesia (v. 24), alcanzando por ello con la venida de Cristo el matrimonio una categoría que no tenía antes. La mujer debe regular su comportamiento sobre el comportamiento de la Iglesia con respecto a Cristo y el marido el suyo con el comportamiento de Cristo con respecto a la Iglesia.

La Epístola pide a la mujer someterse al marido como a Cristo (vv. 22-24), puesto que el marido es jefe de la familia como Cristo de la Iglesia (v. 24). Esta exhortación a la sumisión de las mujeres focaliza la atención sobre estos versículos y desacreditan a su autor ante muchos de nuestros contemporáneos. Pero vale la pena notar que aunque no se intenta subvertir el orden social de la época, pues esta sumisión estaba tanto en la tradición mosaica, como en la helenística y romana, hay una innovación radical en el cómo debe ser esta sumisión, porque se pone a Cristo como punto de referencia de toda la existencia cristiana, solicitando que sea como el de la Iglesia a Cristo, es decir una sumisión de amor, es decir de tipo espiritual y no como el de una esclava a su amo.

Pedro Trevijano
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