Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Maria Gaetana Agnesi, la (gran) matemática de Dios


por Andrea Bartelloni

Opinión

Una niña prodigio en el Milán del siglo XVIII y un padre, Pietro Agnesi, que la convierte en la atracción de su noble casa, exhibiéndola por sus enormes y precoces capacidades: así comienza la aventura de Maria Gaetana Agnesi, nacida el 16 de mayo de 1718, quien ya a los nueve años puede reza en latín y que, bajo la guía de ilustres maestros, encuentra el camino de la ciencia y de las matemáticas, convirtiéndose en una gran figura en la materia.

Entre esos maestros, muchos son eruditos sacerdotes, docentes universitarios como Francesco Manara, profesor de física experimental en la Universidad de Pavía; Michele Casati, también él físico en la Universidad de Turín y luego obispo de Mondovi; Guido Grandi, monje camaldulense miembro de la Royal Society.

Pero su vocación es y será otra. De hecho, a la edad de veinte años expresa su deseo de retirarse del mundo y entrar en las hermanas carcaninas [religiosas de un monasterio milanés fundado por la familia Carcano, n.n.]. Su padre queda fulminado por la idea de perder al genio de la casa, y Maria Gaetana, para no disgustarle, renuncia por el momento. No renuncia, sin embargo, a una vida devota y se mantiene alejada de la vida mundana, entregándose a los estudios matemáticos.

En 1738 publica las Propositiones philosophicae, que confirman su ingreso definitivo en el mundo de las matemáticas y la llevan a ser apreciada en toda Europa. Si la Academia de Ciencias de París hubiese podido admitir estudiosas de sexo femenino, Agnesi también habría sobresalido en ese foro, y en todo caso no le faltan homenajes por parte de los mayores estudiosos europeos, incluso el de María Teresa, emperatriz de Austria. La casa Agnesi es frecuentada por la flor de la sociedad milanesa gracias también al reclamo de ese auténtico fenómeno que es la joven Maria Gaetana, y entre quienes la visitan está el padre Ramiro Rampinelli (1679-1759), monje olivetano [cenobio benedictino fundado el monte Oliveto (Siena), n.n.], gran matemático, que durante su estancia en el monasterio de San Vittore en Milán conoce a la Agnesi e intuye sus potencialidades.

Gracias a sus clases llega a la Academia de las Ciencias de Bolonia (1748), donde publica su obra principal: las Instituciones analíticas para uso de la juventud italiana, dedicada a María Teresa de Austria. La intención de su trabajo es pedagógica y orientada al mayor número de personas: justo por eso elige el italiano como lengua de la obra, en vez del latín, como era habitual para las obras científicas. Un monje, el ya citado Rampinelli, consigue que entre en la Universidad de Bolonia, y un Papa, Benedicto XIV, la nombra profesora ordinaria de esa universidad en 1750, segunda mujer en subir a una cátedra universitaria.

Pero su auténtica vocación es la de la caridad cristiana, y cuando muere su padre (1752) se siente libre para dedicarse a las obras de religión que siempre había deseado, y para servir a Dios ayudando al prójimo. La casa paterna, que en parte ya utilizaba para albergar personas necesitadas y dolientes, se transforma en un refugio para pobres y enfermos, y les dedica todo su tiempo a pesar de las numerosas peticiones que le llegan del mundo académico. Dedica también sus recursos a ayudar a pobres, enfermos mentales y seminaristas sin medios para sufragar sus estudios. En 1771 se convierte en visitadora y directora del Luogo Pio Trivulzio, que se convertirá en el Pio Albergo Trivulzio (para los milaneses, la “Baggina”), y ahí desarrollará su obra hasta su muerte. Fue el 9 de enero de 1799, hace doscientos años. Una gran científica, una gran mujer de fe y una gran benefactora.

Publicado en La Nuova Bussola Quotidiana.

Traducción de Carmelo López-Arias.

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