Fieles a vuestra partida de nacimiento
Al recibirlas en la Iglesia Católica, el responsable del Oratorio de Oxford, Daniel Seward, les recordó que "no os unís a algo ajeno o extraño, sino a vuestra propia partida de nacimiento"
por José Luis Restán
La entrada del año nuevo ha tenido un significado muy especial para once monjas anglicanas de la Comunidad de Santa María Virgen, pertenecientes al convento de Wantage, en Oxfordshire. En este caso, año nuevo sí ha significado vida nueva, aunque eso no implique ruptura con el pasado sino más bien profundizar en un camino hace tiempo emprendido. El 1 de enero de 2013, estas monjas han sido recibidas en la plena comunión de la Iglesia Católica presidida por el Sucesor de Pedro, constituyendo una nueva comunidad cuyo título es el de "Hermanas de la Bienaventurada Virgen María", insertada dentro del Ordinariato de Nuestra Señora de Walsingham.
Hace ya más de dos años que Benedicto XVI estableció, a través de la Carta Anglicanorum coetibus, un camino que permite a los fieles anglicanos integrarse plenamente en el hogar de la Iglesia Católica conservando algunos elementos de su tradición litúrgica y teológica. Para ello se han ido creando diversos Ordinariatos en Inglaterra, Estados Unidos (que de momento acoge a los fieles de Canadá) y Australia (en el que se integran los procedentes del Pacífico). Desde entonces se han integrado personas de la más diversa condición: obispos, sacerdotes y laicos. La novedad de lo sucedido este 1 de enero es que se ha incorporado por primera un grupo de monjas que además permanecerán juntas formando una nueva comunidad bajo la regla de San Benito.
Al recibirlas en la Iglesia Católica, el responsable del Oratorio de Oxford, Daniel Seward, les recordó que "no os unís a algo ajeno o extraño, sino a vuestra propia partida de nacimiento". Y añadió que con este paso, realizado con plena conciencia y libertad, se hacían uno con San Gregorio el Grande, San Agustín de Canterbury, San Benito, San Eduardo el Confesor, y todos aquellos hombres y mujeres que a través de los siglos han sido signo de la providencia de Dios.
El camino de estas monjas, como el de otros hermanos anglicanos que en estos años han entrado en el hogar de la Católica ha estado marcado por una seña de inequívoca autenticidad que se refleja en sus gestos y palabras. En primer lugar hay que subrayar que no se trata de una huida ni de la búsqueda de un lugar bajo el sol. Se trata de una peregrinación hasta el fondo de su propia experiencia cristiana, como sucedió en el caso del beato John Henry Newman, que descubrió en la Iglesia Católica la única posibilidad de custodiar y fructificar la experiencia de fe germinada en el anglicanismo. Pero que nadie se engañe, hoy como ayer es un camino que implica renuncias dolorosas a seguridades bien ganadas, y que significa para muchos un nuevo inicio cuando tienen ya sesenta, setenta u ochenta años, como es el caso de una de las religiosas de Wantage.
Es cierto que la paternidad de Benedicto XVI ha dispuesto una estancia dentro de la gran casa de la Iglesia en la que preservarán la riqueza de su tradición, pero eso no les pone al resguardo de suspicacias de allá y de acá, ni resuelve cuestiones que pueden tener su carga de angustia, como la falta de una vivienda que las nuevas hermanas deberán buscar, o la pérdida de oficios y responsabilidades adquiridas. Una de las monjas que ahora forman el nuevo instituto había recibido la ordenación sacerdotal en la Comunión Anglicana, pero ha explicado que la llamada a la unidad ha sido la principal motivación de su paso, y que todo lo que impida este proceso no puede venir de Dios, y por tanto es un obstáculo que debe ser removido. Ahora su principal tarea será la oración por la unidad y el testimonio de que es posible vivirla sin perder nada de la riqueza auténticamente cristiana del anglicanismo. El camino será largo y en algunos momentos será también áspero, pero la alegría de poder vivir la fe en toda su amplitud, dentro de la plena comunión de la Iglesia, supera todos los obstáculos.
© PáginasDigital.es
Hace ya más de dos años que Benedicto XVI estableció, a través de la Carta Anglicanorum coetibus, un camino que permite a los fieles anglicanos integrarse plenamente en el hogar de la Iglesia Católica conservando algunos elementos de su tradición litúrgica y teológica. Para ello se han ido creando diversos Ordinariatos en Inglaterra, Estados Unidos (que de momento acoge a los fieles de Canadá) y Australia (en el que se integran los procedentes del Pacífico). Desde entonces se han integrado personas de la más diversa condición: obispos, sacerdotes y laicos. La novedad de lo sucedido este 1 de enero es que se ha incorporado por primera un grupo de monjas que además permanecerán juntas formando una nueva comunidad bajo la regla de San Benito.
Al recibirlas en la Iglesia Católica, el responsable del Oratorio de Oxford, Daniel Seward, les recordó que "no os unís a algo ajeno o extraño, sino a vuestra propia partida de nacimiento". Y añadió que con este paso, realizado con plena conciencia y libertad, se hacían uno con San Gregorio el Grande, San Agustín de Canterbury, San Benito, San Eduardo el Confesor, y todos aquellos hombres y mujeres que a través de los siglos han sido signo de la providencia de Dios.
El camino de estas monjas, como el de otros hermanos anglicanos que en estos años han entrado en el hogar de la Católica ha estado marcado por una seña de inequívoca autenticidad que se refleja en sus gestos y palabras. En primer lugar hay que subrayar que no se trata de una huida ni de la búsqueda de un lugar bajo el sol. Se trata de una peregrinación hasta el fondo de su propia experiencia cristiana, como sucedió en el caso del beato John Henry Newman, que descubrió en la Iglesia Católica la única posibilidad de custodiar y fructificar la experiencia de fe germinada en el anglicanismo. Pero que nadie se engañe, hoy como ayer es un camino que implica renuncias dolorosas a seguridades bien ganadas, y que significa para muchos un nuevo inicio cuando tienen ya sesenta, setenta u ochenta años, como es el caso de una de las religiosas de Wantage.
Es cierto que la paternidad de Benedicto XVI ha dispuesto una estancia dentro de la gran casa de la Iglesia en la que preservarán la riqueza de su tradición, pero eso no les pone al resguardo de suspicacias de allá y de acá, ni resuelve cuestiones que pueden tener su carga de angustia, como la falta de una vivienda que las nuevas hermanas deberán buscar, o la pérdida de oficios y responsabilidades adquiridas. Una de las monjas que ahora forman el nuevo instituto había recibido la ordenación sacerdotal en la Comunión Anglicana, pero ha explicado que la llamada a la unidad ha sido la principal motivación de su paso, y que todo lo que impida este proceso no puede venir de Dios, y por tanto es un obstáculo que debe ser removido. Ahora su principal tarea será la oración por la unidad y el testimonio de que es posible vivirla sin perder nada de la riqueza auténticamente cristiana del anglicanismo. El camino será largo y en algunos momentos será también áspero, pero la alegría de poder vivir la fe en toda su amplitud, dentro de la plena comunión de la Iglesia, supera todos los obstáculos.
© PáginasDigital.es
Comentarios