Relativismo y familia
Cada vez más gente se da cuenta del abismo al que nos conducen los relativistas: el Papa lleva años denunciando esa gran amenaza.
por Pedro Trevijano
Siempre he creído en el sentido común y desde luego, influido indudablemente por haber nacido y educado en una de ellas, que lo mejor para un niño era precisamente eso: una familia unida, estable y además cristiana, en la que el padre y la madre tienen un papel fundamental.
Por eso cuando he leído en la nueva Constitución húngara que esa Ley fundamental “protege la institución del matrimonio entendida como la unión voluntaria del hombre y de la mujer, y considera a la familia como la clave de la supervivencia de la nación”, así como el que Hungría “fomentará el compromiso para tener hijos”, si no hubiese estado enterado de toda la polémica sobre el relativismo y la ideología de género, me hubiesen parecido unas afirmaciones casi dignas de Perogrullo.
Pero empecé a comprender que allí había una problemática, cuando hace unos cuantos años, leí que una Universidad, creo que sueca, había hecho un estudio para llegar a la conclusión que lo mejor para educar a un niño, era una familia estable y monógama. Ante algo tan claro, pensé para ese viaje no se necesitaban alforjas. Pero, desgraciadamente, hoy sí se necesitan, aunque las estadísticas y el sentido común nos digan que la familia normal o natural es el entorno ideal para la crianza de los hijos.
Efectivamente, hoy hay una fuerte campaña a nivel mundial, promovida por muy importantes organizaciones internacionales y gobiernos como el que tuvimos la legislatura pasada, y recordemos que tampoco nuestro actual gobierno ha hecho nada para corregir la situación, descaradamente relativistas y que negaban tanto la existencia de una Verdad objetiva, como la propia Ley Natural. Su mentalidad era y es claramente hedonista y pretendían tanto promocionar la ideología de género, como destruir la familia con toda una legislación encaminada a ese fin. Todas las formas de uniones son válidas, salvo el matrimonio normal porque en él se reproduce la lucha de clases, siendo los varones la clase opresora. El aborto es una conquista social y un derecho de la mujer. ¿El amor o la entrega generosa al prójimo?: no tienen ni idea de lo que significa.
Afortunadamente cada vez hay más gente que se da cuenta del abismo al que nos quieren conducir los relativistas: el Papa lleva muchos años, desde antes de ser Papa, denunciando como la gran amenaza, la dictadura relativista. Esta misma semana en su discurso a la Curia romana ha dicho: “El gran rabino de Francia, Gilles Bernheim, en un tratado cuidadosamente documentado y profundamente conmovedor, ha mostrado que el atentado, al que hoy estamos expuestos, a la auténtica forma de la familia, compuesta por padre, madre e hijo, tiene una dimensión aún más profunda. Si hasta ahora habíamos visto como causa de la crisis de la familia un malentendido de la esencia de la libertad humana, ahora se ve claro que aquí está en juego la visión del ser mismo, de lo que significa realmente ser hombres. Cita una afirmación que se ha hecho famosa de Simone de Beauvoir: «Mujer no se nace, se hace» (“On ne naît pas femme, on le devient”). En estas palabras se expresa la base de lo que hoy se presenta bajo el lema «gender» como una nueva filosofía de la sexualidad. Según esta filosofía, el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social del que se decide autónomamente, mientras que hasta ahora era la sociedad la que decidía. La falacia profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace en ella es evidente. El hombre niega tener una naturaleza preconstituida por su corporeidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear”.
Por su parte los pediatras italianos, como ya hicieron en su día los españoles, se pronuncian con un no rotundo a las adopciones por parte de homosexuales. Para ellos aunque los niños tienen una gran capacidad de adaptación, “sin embargo, teniendo en cuenta la literatura científica disponible, viven mejor cuando pasan toda su infancia con sus padres biológicos casados”. Citan también una encuesta realizada en Tejas sobre doce mil hijos de padres gays con el siguiente resultado: “Por primera vez se habla directamente con los hijos (ahora ya adultos) de padres homosexuales, y las cifras son claras: el 12% piensa en el suicidio (en comparación con el 5% de los hijos de las parejas heterosexuales), son más propensos a la traición (40% versus 13%), recurren más fácilmente a la psicoterapia (19% frente al 8%) y la asistencia social se dedica a ellos más a menudo que a sus coetáneos criados por parejas heterosexuales casadas. En el 40% de los casos, han contraído una enfermedad de transmisión sexual (frente al 8%), son en general menos saludables, más pobres, más propensos a fumar y al crimen”. Y es que, a la larga, el sentido común acaba imponiéndose.
Por eso cuando he leído en la nueva Constitución húngara que esa Ley fundamental “protege la institución del matrimonio entendida como la unión voluntaria del hombre y de la mujer, y considera a la familia como la clave de la supervivencia de la nación”, así como el que Hungría “fomentará el compromiso para tener hijos”, si no hubiese estado enterado de toda la polémica sobre el relativismo y la ideología de género, me hubiesen parecido unas afirmaciones casi dignas de Perogrullo.
Pero empecé a comprender que allí había una problemática, cuando hace unos cuantos años, leí que una Universidad, creo que sueca, había hecho un estudio para llegar a la conclusión que lo mejor para educar a un niño, era una familia estable y monógama. Ante algo tan claro, pensé para ese viaje no se necesitaban alforjas. Pero, desgraciadamente, hoy sí se necesitan, aunque las estadísticas y el sentido común nos digan que la familia normal o natural es el entorno ideal para la crianza de los hijos.
Efectivamente, hoy hay una fuerte campaña a nivel mundial, promovida por muy importantes organizaciones internacionales y gobiernos como el que tuvimos la legislatura pasada, y recordemos que tampoco nuestro actual gobierno ha hecho nada para corregir la situación, descaradamente relativistas y que negaban tanto la existencia de una Verdad objetiva, como la propia Ley Natural. Su mentalidad era y es claramente hedonista y pretendían tanto promocionar la ideología de género, como destruir la familia con toda una legislación encaminada a ese fin. Todas las formas de uniones son válidas, salvo el matrimonio normal porque en él se reproduce la lucha de clases, siendo los varones la clase opresora. El aborto es una conquista social y un derecho de la mujer. ¿El amor o la entrega generosa al prójimo?: no tienen ni idea de lo que significa.
Afortunadamente cada vez hay más gente que se da cuenta del abismo al que nos quieren conducir los relativistas: el Papa lleva muchos años, desde antes de ser Papa, denunciando como la gran amenaza, la dictadura relativista. Esta misma semana en su discurso a la Curia romana ha dicho: “El gran rabino de Francia, Gilles Bernheim, en un tratado cuidadosamente documentado y profundamente conmovedor, ha mostrado que el atentado, al que hoy estamos expuestos, a la auténtica forma de la familia, compuesta por padre, madre e hijo, tiene una dimensión aún más profunda. Si hasta ahora habíamos visto como causa de la crisis de la familia un malentendido de la esencia de la libertad humana, ahora se ve claro que aquí está en juego la visión del ser mismo, de lo que significa realmente ser hombres. Cita una afirmación que se ha hecho famosa de Simone de Beauvoir: «Mujer no se nace, se hace» (“On ne naît pas femme, on le devient”). En estas palabras se expresa la base de lo que hoy se presenta bajo el lema «gender» como una nueva filosofía de la sexualidad. Según esta filosofía, el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social del que se decide autónomamente, mientras que hasta ahora era la sociedad la que decidía. La falacia profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace en ella es evidente. El hombre niega tener una naturaleza preconstituida por su corporeidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear”.
Por su parte los pediatras italianos, como ya hicieron en su día los españoles, se pronuncian con un no rotundo a las adopciones por parte de homosexuales. Para ellos aunque los niños tienen una gran capacidad de adaptación, “sin embargo, teniendo en cuenta la literatura científica disponible, viven mejor cuando pasan toda su infancia con sus padres biológicos casados”. Citan también una encuesta realizada en Tejas sobre doce mil hijos de padres gays con el siguiente resultado: “Por primera vez se habla directamente con los hijos (ahora ya adultos) de padres homosexuales, y las cifras son claras: el 12% piensa en el suicidio (en comparación con el 5% de los hijos de las parejas heterosexuales), son más propensos a la traición (40% versus 13%), recurren más fácilmente a la psicoterapia (19% frente al 8%) y la asistencia social se dedica a ellos más a menudo que a sus coetáneos criados por parejas heterosexuales casadas. En el 40% de los casos, han contraído una enfermedad de transmisión sexual (frente al 8%), son en general menos saludables, más pobres, más propensos a fumar y al crimen”. Y es que, a la larga, el sentido común acaba imponiéndose.
Comentarios
Otros artículos del autor
- Los conflictos matrimoniales y su superación
- Cielo, purgatorio, infierno
- Los hijos del diablo, según Jesucristo
- Iglesia, nacionalismo y bien común
- El Antiguo Testamento y la elección de Israel
- Creo en la Comunión de los Santos
- Familia, demonio y libertad
- Los días más especiales en una vida humana
- Sin Dios ni sentido común
- Conferencia episcopal e ideología de género