Lo que podemos hacer

Acabo de pasar unos días en Argentina, donde están revisando su legislación en el sentido de favorecer los valores anticristianos del relativismo, del derecho al aborto, del matrimonio homosexual y de la ideología de género, aunque por supuesto algunos cambios son también positivos. Es decir, están teniendo los problemas que hemos tenido en España desde hace algunos años y que seguimos teniendo.

Como he dado varias charlas sobre el relativismo, la ideología de género y la educación sexual de niños y adolescentes, no es extraño que una de las preguntas que más se me ha hecho ha sido la siguiente: ¿ante esto, qué podemos hacer?

Creo que tanto allí como aquí en España, una de nuestras primeras preocupaciones ha de ser crear una opinión pública responsable. Para ello lo primero que tengo que hacer es informarme bien de los problemas que puede presentar la nueva legislación y crear opinión pública por el boca a boca, comprometerme también con aquello en que creo, incluso públicamente por caceroladas en Argentina, concentraciones y manifestaciones aquí, como la que acaba de haber en cien ciudades españolas a favor del aborto cero.

También es bueno utilizar los medios de comunicación, como pueden ser las cartas al director de los periódicos, aunque muchas no se publiquen, o utilizar medios como los usados en España de defender los derechos de los padres en la educación de sus hijos, derechos reconocidos por la Declaración de Derechos Humanos de la ONU del 10 de Diciembre de 1948, y por tanto derechos reconocidos también en Argentina, y que llevaron aquí a cincuenta mil padres a declararse objetores de conciencia contra la asignatura Educación para la Ciudadanía, en la que se pretendía adoctrinar a los niños en las ideas relativistas.

Pero es indudable que hay que dar aún más importancia a lo que pueden hacer los padres dentro de su casa. Para que los niños desarrollen actitudes sanas y positivas necesitan ver ejemplos de relaciones positivas. Una familia estable es la que garantiza seguridad efectiva y afectiva, emocional y psicológica, a los hijos que van creciendo y desarrollándose con la ayuda de los padres.

La familia ha tenido a lo largo de la historia una función acogedora y educativa, no conociéndosele todavía ninguna alternativa mejor, pues el niño nace, no debiera producirse y ser el producto de un instituto tecnológico, sino que debe tener unos padres que se quieran, preocupándose de él en un hogar estable, siendo muy deseable que estén presentes los valores religiosos, y donde se le acepta simplemente porque es y porque se le quiere. Gracias al amor el niño es aceptado, respetado y reconocido en su dignidad. “El niño, para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, necesita amor y comprensión. Siempre que sea posible, deberá crecer al amparo y bajo la responsabilidad de sus padres y, en todo caso, en un ambiente de seguridad moral y material” (Declaración de Derechos del Niño, ONU 20-XI1959, Principio nº 6).

La responsabilidad inicial de la educación sexual recae sobre los padres, siendo esto su derecho y deber, ya que son los primeros educadores del niño y por ser la familia el lugar más adecuado para la creación de un clima afectivo que difícilmente puede lograrse en otros ambientes.

Colocando como punto de referencia a una familia que podemos calificar éticamente como buena, es decir de padres cariñosos, de buena voluntad, de inteligencia normal, el hogar tiene un valor educativo incuestionable. Aquí puede darse una excelente educación sexual, siempre que la actitud de los padres sea de comprensión y verdadera acción directiva, recibiendo entonces los hijos sus primeras y más valiosas enseñanzas de sus propios padres, y muy especialmente de su ejemplo.

En familia la educación sexual no tiene por qué programarse; debe hablarse de ella en el momento adecuado, siendo con frecuencia el diálogo personal entre padres e hijos y la enseñanza ocasional lo más eficaz, aunque los padres han de ser conscientes de que muchas veces sus hijos maduran antes de lo que ellos creen, por lo que corren el riesgo de dar sus primeras informaciones demasiado tarde. Es muy importante que los hijos se sientan libres de preguntar a los padres.
Los padres deben procurar hacerse presentes en la educación sexual de sus hijos tanto en la etapa preescolar como en la escolar. Pero no siempre los padres están preparados para esta tarea. Aunque deseosos de ayudar a sus hijos, muchos no son capaces por falta de preparación.

Existen ya iniciativas diversas, tanto particulares como oficiales, que les pueden ayudar. Hoy mismo he visto un magnífico video de 48 minutos, que se encuentra en Google bajo el título “Amor sin remordimiento” y que es una charla, que puedes oír en español, de una pareja de novios en un colegio de secundaria norteamericano. Hay que evitar que los hijos interioricen el mensaje que sobre estos temas no se puede hablar con los padres y cuando sientan la necesidad recurran a los amigos, Internet, o a las revistas, pero no a los padres.

Y por último los padres recuerden que lo mejor que pueden hacer por sus hijos es rezar por ellos y darles buen ejemplo.

Pedro Trevijano