Para acercarnos con el estudio a la Biblia
Su estudio científico por ello se realiza tanto por creyentes como por ateos, no siendo difícil encontrar criterios comunes de investigación.
por Pedro Trevijano
Hace unos días publiqué un artículo titulado: “Para acercarnos a la Biblia: la fe”. Allí hacía referencia a la importancia de la fe, la oración y el estudio a la hora de intentar entender la Biblia. Hoy me voy a referir a la importancia del estudio para intentar comprenderla, pues evidentemente si quiero poder hablar de algo con propiedad tengo que haber estudiado el asunto.
Nos dice la Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II en su número 12: “Para descubrir la intención del autor, hay que tener en cuenta, entre otras cosas, los géneros literarios. Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios. El intérprete indagará lo que el autor sagrado dice o intenta decir, según su tiempo y cultura, por medio de los géneros literarios propios de su época. Para comprender exactamente lo que el autor propone en sus escritos, hay que tener muy en cuenta los modos de pensar, de expresarse, de narrar que se usaban en tiempo del escritor, y también las expresiones que entonces más se solían emplear en la conversación ordinaria”.
Pero aunque es indudable que la fe da una dimensión espiritual más profunda al estudio de la Biblia, estamos hablando del libro más importante de la Historia de la Humanidad y del que más ediciones se han hecho. Su estudio científico por ello se realiza tanto por creyentes como por ateos, no siendo difícil encontrar criterios comunes de investigación.
Entre éstos están:
a) La crítica textual, con objeto de determinar el texto original o acercarnos en lo posible a él. Los textos originales no han llegado hasta nosotros, pero sí abundantes copias, incluso en los idiomas originales, que son en los que los estudian los especialistas. En relación con la literatura de aquéllas épocas, la situación de los textos bíblicos es privilegiada, por la abundancia de material llegado hasta nosotros, pues no olvidemos que han sido los monjes medievales los que han permitido que la cultura de la Antigüedad llegase hasta nosotros. De todos modos, en lo referente al Antiguo Testamento, hay que destacar por su importancia los manuscritos del Mar Muerto o de Qumram, hallados en 1947 y años sucesivos. La crítica textual, ciencia muy exigente, nos asegura que, en conjunto, los textos bíblicos que ahora tenemos son una fiel transmisión de los textos originarios;
b) la ciencia histórica y la arqueología, que tratan de proporcionarnos una visión del mundo en que vivieron los autores sagrados y la manera de pensar y vivir de sus lectores u oyentes inmediatos;
c) la crítica literaria, a fin de comprender los géneros literarios y las características estilísticas y lingüísticas de los autores. Y es que para entender la Biblia es necesario darse cuenta del género literario en que está escrito el libro o fragmento que estamos leyendo y la intención que preside la obra del autor humano. En la Biblia encontramos muy diversos géneros literarios y es indiscutible que un libro poético o una parábola no pueden entenderse del mismo modo que un libro histórico.
Cada forma de expresarse, cada género literario tiene su verdad. Así el relato de la Creación (Gen 1) no es una enseñanza científica, sino un poema litúrgico, ni el paso del Mar Rojo (Ex 14) un reportaje en directo, sino una epopeya, ni el libro de Jonás una historia, sino una novela. Por ello es tan importante entender el género literario de lo que estamos leyendo.
Pero otras muchas ciencias también contribuyen a alcanzar un conocimiento cada vez más profundo de la Biblia. Por ejemplo la gramática, la lingüística, la etnología, la psicología, la sociología.
Hoy mismo he tenido un ejemplo práctico de lo importante que es entender el ambiente y la sociedad en que se movían los autores de la Biblia para poder entender ésta. Hablando con un misionero de mi diócesis que está en Benin, ya me dijo en otra ocasión que para las gentes de allí, en un tipo de sociedad en muchas cosas más cercana a los tiempos de Jesucristo que la nuestra, me explicó que en ese país africano, que Jesús tuviese otros hermanos que no fuesen ni hijos de María ni de José, era lo más natural del mundo, porque allí a los que aquí llamamos primos se les considera hermanos.
Me explicó también la concepción de familia que tiene alguna tribu de allí, concepción muy diversa de la nuestra, pero también con grandes valores y cuando ante mi asombro ante algunas de las variaciones le pregunté si los misioneros no metían la pata con frecuencia, me contestó que dominar las lenguas de allí les costaba unos cuatro años, tiempo que empleaban para intentar entender las costumbres locales y sus porqués.
Pues eso mismo tienen que hacer nuestros biblistas: cuanto mejor conozcan y entiendan el ambiente en que se desarrolló la Biblia, en mejores condiciones están para poder entenderla y explicárnosla. Pero para ello hay que estudiar y tanto católicos, como protestantes y judíos tienen Centros y Facultades donde se estudia muy en serio la Biblia, como pueden ser entre los católicos el Pontificio Instituto Bíblico de Roma o L´École Biblique de Jerusalén.
Nos dice la Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II en su número 12: “Para descubrir la intención del autor, hay que tener en cuenta, entre otras cosas, los géneros literarios. Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios. El intérprete indagará lo que el autor sagrado dice o intenta decir, según su tiempo y cultura, por medio de los géneros literarios propios de su época. Para comprender exactamente lo que el autor propone en sus escritos, hay que tener muy en cuenta los modos de pensar, de expresarse, de narrar que se usaban en tiempo del escritor, y también las expresiones que entonces más se solían emplear en la conversación ordinaria”.
Pero aunque es indudable que la fe da una dimensión espiritual más profunda al estudio de la Biblia, estamos hablando del libro más importante de la Historia de la Humanidad y del que más ediciones se han hecho. Su estudio científico por ello se realiza tanto por creyentes como por ateos, no siendo difícil encontrar criterios comunes de investigación.
Entre éstos están:
a) La crítica textual, con objeto de determinar el texto original o acercarnos en lo posible a él. Los textos originales no han llegado hasta nosotros, pero sí abundantes copias, incluso en los idiomas originales, que son en los que los estudian los especialistas. En relación con la literatura de aquéllas épocas, la situación de los textos bíblicos es privilegiada, por la abundancia de material llegado hasta nosotros, pues no olvidemos que han sido los monjes medievales los que han permitido que la cultura de la Antigüedad llegase hasta nosotros. De todos modos, en lo referente al Antiguo Testamento, hay que destacar por su importancia los manuscritos del Mar Muerto o de Qumram, hallados en 1947 y años sucesivos. La crítica textual, ciencia muy exigente, nos asegura que, en conjunto, los textos bíblicos que ahora tenemos son una fiel transmisión de los textos originarios;
b) la ciencia histórica y la arqueología, que tratan de proporcionarnos una visión del mundo en que vivieron los autores sagrados y la manera de pensar y vivir de sus lectores u oyentes inmediatos;
c) la crítica literaria, a fin de comprender los géneros literarios y las características estilísticas y lingüísticas de los autores. Y es que para entender la Biblia es necesario darse cuenta del género literario en que está escrito el libro o fragmento que estamos leyendo y la intención que preside la obra del autor humano. En la Biblia encontramos muy diversos géneros literarios y es indiscutible que un libro poético o una parábola no pueden entenderse del mismo modo que un libro histórico.
Cada forma de expresarse, cada género literario tiene su verdad. Así el relato de la Creación (Gen 1) no es una enseñanza científica, sino un poema litúrgico, ni el paso del Mar Rojo (Ex 14) un reportaje en directo, sino una epopeya, ni el libro de Jonás una historia, sino una novela. Por ello es tan importante entender el género literario de lo que estamos leyendo.
Pero otras muchas ciencias también contribuyen a alcanzar un conocimiento cada vez más profundo de la Biblia. Por ejemplo la gramática, la lingüística, la etnología, la psicología, la sociología.
Hoy mismo he tenido un ejemplo práctico de lo importante que es entender el ambiente y la sociedad en que se movían los autores de la Biblia para poder entender ésta. Hablando con un misionero de mi diócesis que está en Benin, ya me dijo en otra ocasión que para las gentes de allí, en un tipo de sociedad en muchas cosas más cercana a los tiempos de Jesucristo que la nuestra, me explicó que en ese país africano, que Jesús tuviese otros hermanos que no fuesen ni hijos de María ni de José, era lo más natural del mundo, porque allí a los que aquí llamamos primos se les considera hermanos.
Me explicó también la concepción de familia que tiene alguna tribu de allí, concepción muy diversa de la nuestra, pero también con grandes valores y cuando ante mi asombro ante algunas de las variaciones le pregunté si los misioneros no metían la pata con frecuencia, me contestó que dominar las lenguas de allí les costaba unos cuatro años, tiempo que empleaban para intentar entender las costumbres locales y sus porqués.
Pues eso mismo tienen que hacer nuestros biblistas: cuanto mejor conozcan y entiendan el ambiente en que se desarrolló la Biblia, en mejores condiciones están para poder entenderla y explicárnosla. Pero para ello hay que estudiar y tanto católicos, como protestantes y judíos tienen Centros y Facultades donde se estudia muy en serio la Biblia, como pueden ser entre los católicos el Pontificio Instituto Bíblico de Roma o L´École Biblique de Jerusalén.
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