Cultura y religión
por Pedro Trevijano
Según dice nuestra Constitución, “los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”(art. 27,3). Es decir, el derecho no es ni siquiera de la Iglesia católica, sino de los padres, aunque es indiscutible que la mayoría de ellos quieren que sea la Iglesia católica la que se encargue de dar esa formación religiosa y moral que ellos desean, aunque haya una minoría que desea con toda razón que a sus hijos se les dé otra conforme con su propia ideología no católica.
En estos momentos del curso, nuestros obispos nos están recordando la importancia que tiene para los padres creyentes el apuntar a sus hijos a la clase de Religión, a fin de que sus hijos reciban en los centros de estudio unos principios conformes con lo que profesan y creen sus padres.
¿Aporta algo la Religión a la educación integral y humana de la persona? ¿No nos ayuda a responder los grandes interrogantes del ser humano, como el sentido de la vida? Para mí las respuestas mejores, más exactas y verdaderas las tiene la Iglesia católica, sobre todo si las comparo con las de los no creyentes, o como sucede por ejemplo con el gran problema humano de qué pasa después de la muerte, donde el no creyente tiene que decirte que no tiene ni idea, mientras el creyente cristiano, si no es un ignorante integral de su Religión, sí sabe lo que sucede, pues, como dice San Pablo, “no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza” (1 Tes 4, 13).
Un conocido mío, entonces no creyente, me dio el siguiente argumento para educar cristianamente a sus hijos: “A mis hijos les voy a obligar, les guste o no, a ir a la escuela y al instituto, para que el día de mañana puedan escoger libremente su profesión. Quiero que mis hijos escojan libremente si quieren ser creyentes o no, pero para eso necesitan conocer los principios cristianos, porque desde la ignorancia su decisión sería no libre”.
Pero hay otra razón: el valor cultural. La cultura de España y de Europa están totalmente impregnadas por el cristianismo. ¿Nos imaginamos una Historia de España en la que no se mencione el factor religioso? O, en la visita turística a cualquier ciudad, de la que normalmente su catedral e iglesias son los monumentos más importantes, ¿se pueden enseñar sin mencionar para qué y por qué se construyeron? Y si vamos a cualquier pinacoteca, como puede ser el Museo del Prado, quien no sepa quién es Jesucristo, la Virgen, los apóstoles, unos cuantos santos, Moisés, Adán y Eva, Caín y Abel, etc., ese visitante, ¿crees que se entera de mucho? La cultura religiosa, ¿no nos ayuda a entender mejor la Literatura, el Arte, la Filosofía, la Lengua?
Siempre me ha sorprendido la audacia con la que la gente habla de Religión. Mientras para hablar de Matemáticas, Farmacia, Ingeniería, Historia, o Filosofía, la gente comprende que necesita unos conocimientos básicos, tal vez la Religión sea el único lugar donde se puede discutir con una total ignorancia. Recuerdo en este punto lo que un padre no creyente, pero sensato, decía a su hijo, que le pedía no ir a clase de Religión: “¿Cómo sería completa tu instrucción sin un conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas sobre las cuales todo el mundo discute? ¿Quisieras tú, por ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre estos asuntos sin exponerte a soltar un disparate?”
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