Junto a la comunidad internacional
El Papa ha unido al realismo la esperanza. Recordando que siempre hay que tener presente la dimensión moral, sea en economía como en bioética.
No raramente se reprocha a Benedicto XVI atención escasa e incluso poca sensibilidad respecto a los escenarios y los problemas internacionales. Pero nada más lejos de la realidad. Lo muestra una vez más su discurso al cuerpo diplomático. Obviamente el Papa es ante todo el sucesor del apóstol Pedro y la presencia de la Santa Sede en el mundo tiene un carácter primaria y esencialmente religioso. Sin embargo, precisamente porque el obispo de Roma y su Iglesia están al servicio del Evangelio y de la familia humana, alta es su atención a los sucesos del mundo.
Y mientras que al comenzar el año Benedicto XVI agradeció inusualmente la presencia de los embajadores de “tantos países amigos”, ante un cuerpo diplomático que se cuenta entre los más numerosos y representativos del mundo ha subrayado que, de por sí, este hecho recuerda la importante contribución de la Iglesia católica y su compromiso “junto a la comunidad internacional”. Contribución y compromiso reconocidos con responsabilidad por muchísimos países, también en los encuentros personales de numerosos jefes de Estado y de Gobierno con el Pontífice: como, en 2011, en las ceremonias por la beatificación de Juan Pablo II y por el sexagésimo aniversario de sacerdocio del proprio Benedicto XVI.
En la mirada al panorama mundial —que realmente “está en la oscuridad allí donde el hombre no reconoce ya su vínculo con el Creador”— y a “las graves y preocupantes consecuencias” de la crisis, el Papa ha unido al realismo la esperanza. Recordando que siempre hay que tener presente la dimensión moral, sea en economía como en bioética: la vida humana y la libertad religiosa deben respetarse y promoverse, en el firme rechazo de toda política que se oriente a marginar el papel de la religión y del terrorismo motivado religiosamente.
Finalmente es significativo que Benedicto XVI se haya expresado satisfecho de la visión cristiana del hombre —que inspiró a los padres constitucionales de Alemania y a cuantos fundaron la Europa unida— y de los signos alentadores en el ámbito de la libertad religiosa en diversos países, entre los que ha citado a Italia. Repitiendo que la Santa Sede está en el mundo para recordar la realidad de Cristo. Que ha transformado el destino del hombre desde la corrupción a la inmortalidad.
Giovanni Maria Vian, director de L´Osservatore Romano
Y mientras que al comenzar el año Benedicto XVI agradeció inusualmente la presencia de los embajadores de “tantos países amigos”, ante un cuerpo diplomático que se cuenta entre los más numerosos y representativos del mundo ha subrayado que, de por sí, este hecho recuerda la importante contribución de la Iglesia católica y su compromiso “junto a la comunidad internacional”. Contribución y compromiso reconocidos con responsabilidad por muchísimos países, también en los encuentros personales de numerosos jefes de Estado y de Gobierno con el Pontífice: como, en 2011, en las ceremonias por la beatificación de Juan Pablo II y por el sexagésimo aniversario de sacerdocio del proprio Benedicto XVI.
En la mirada al panorama mundial —que realmente “está en la oscuridad allí donde el hombre no reconoce ya su vínculo con el Creador”— y a “las graves y preocupantes consecuencias” de la crisis, el Papa ha unido al realismo la esperanza. Recordando que siempre hay que tener presente la dimensión moral, sea en economía como en bioética: la vida humana y la libertad religiosa deben respetarse y promoverse, en el firme rechazo de toda política que se oriente a marginar el papel de la religión y del terrorismo motivado religiosamente.
Finalmente es significativo que Benedicto XVI se haya expresado satisfecho de la visión cristiana del hombre —que inspiró a los padres constitucionales de Alemania y a cuantos fundaron la Europa unida— y de los signos alentadores en el ámbito de la libertad religiosa en diversos países, entre los que ha citado a Italia. Repitiendo que la Santa Sede está en el mundo para recordar la realidad de Cristo. Que ha transformado el destino del hombre desde la corrupción a la inmortalidad.
Giovanni Maria Vian, director de L´Osservatore Romano
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