Señor Rajoy, ¡sean ustedes valientes!
El votante católico y provida, con usted Señor Rajoy ya como Presidente, se sentirá entonces igualmente burlado como lo fue en el pasado; y ya no funcionará la estrategia de la falta de consenso ni la ahora posible estratagema excusadora de que hay que ir dando pasos cortos
por Antonio Torres
Señor Rajoy, tras las declaraciones de la Vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, pareciera quedar del todo clara la actitud oficial del PP en torno a la causa de la vida, que podría no ser otra sino la que sostuvo el Sr. Aznar en sus dos etapas de gobierno, quien no tuvo reparos entonces ni los tiene ahora para justificar su total inhibición que alegar, -ante los cientos de miles de víctimas inocentes que están desangrando a España moral y demográficamente-, un supuesto consenso social en torno a la política abortista impuesta en España por el PSOE.
Es curioso, porque donde realmente no había entonces consenso social era en enviar tropas españolas a la guerra de Irak, decisión que el entonces Presidente tomo con claro conocimiento de la radical oposición de una gran parte de los españoles, pero con la conciencia clara y tranquila de que como estadista era lo que él creía más conveniente para los legítimos intereses de España. Si en efecto convenía o no, es tan opinable y respetable como cualquier otro planteamiento y decisión política; pero no cuando se trata de vidas humanas indefensas e inocentes, y de madres abandonadas a su suerte bajo las presiones siempre egoístas de propios y extraños.
Y así fue que no se tomó decisión alguna en relación con el asunto del aborto, dejándose las cosas tal como las había establecido el gobierno del PSOE, de forma que con las superficiales modificaciones realizadas por el mismo Sr. González, atendiendo la Sentencia de entonces del Tribunal Constitucional, se mantuvo la Ley del 85 a los largo de los dos gobiernos sucesivos del Sr. Aznar, uno de ellos con mayoría absoluta.
Ni siquiera se ocuparon por hacer cumplir esa ley en ninguno de sus aspectos restrictivos, siendo real y verdaderamente libre el aborto desde entonces en España. Y así fue como la pasividad del mismo Sr. Aznar y de los miembros de su gobierno, contribuyeron a alimentar con su inhibición ese aparente consenso e indiferencia moral de los españoles en torno al aborto y sus víctimas.
No le quepa duda sobre mi respeto por la persona del Sr. Aznar, como por lo mucho bueno que hizo por España durante su gobierno; pero eso no aminora la tristeza y decepción de millones de españoles ante su pasividad y la de los miembros de sus dos gobiernos, por las víctimas del aborto, -hijos y madres-, ni su indiferencia por el suicidio demográfico que con su consentimiento se lleva años produciendo en España.
Ya expresidente, el Sr. Aznar sorpresivamente se personó en una de las manifestaciones más grandes habidas en España, justamente en defensa de la vida en todos los supuestos, desde el momento de la concepción hasta su final por causas naturales. Aquella presencia y la de otros políticos relevantes del PP, hicieron creer a muchos españoles que de volver a gobernar ustedes, no darían por buena ninguna Ley del aborto y derogarían cualquiera que estuviese vigente.
Pero no parece que vaya a ser así, sino que volveremos a una Ley igual o muy parecida a la del 85, de cuyos resultados hablan las demoledoras cifras de niños abortados en España. Triste y decepcionante, porque la vigente Ley del aborto es a efectos prácticos tan letal como la anterior y, como acaba de anunciar la Vicepresidenta, no derogará su gobierno dicha Ley, sino que se limitarán a modificarla de forma que, de nuevo, las cosas quedarán y continuarán más o menos tal como estaban.
Por supuesto, bienvenidas las modificaciones anunciadas si es todo lo que su gobierno está dispuesto a hacer, pero eso es lamentablemente insuficiente y no responde a las expectativas creadas. Por más que se elimine el culmen de la barbarie de haber convertido el aborto en un derecho, las menores tengan que contar con el permiso de sus padres y se despenalice el aborto sólo para determinados supuestos, esas medidas no impedirán que las víctimas del aborto sigan creciendo año a año y que la indiferencia ante tamaño drama termine realmente por imponerse.
El votante católico y provida, con usted Señor Rajoy ya como Presidente, se sentirá entonces igualmente burlado como lo fue en el pasado; y ya no funcionará la estrategia de la falta de consenso ni la ahora posible estratagema excusadora de que hay que ir dando pasos cortos. Los católicos, estoy convencido, ya no son esos votantes dóciles y cautivos; le han dado a usted una oportunidad y no volverán a dársela si se sienten nuevamente burlados.
Porque si bien Señor Rajoy usted ha procurado ser durante la campaña todo lo ambiguo que le ha sido posible, algunos de los actuales ministros y exministros populares, acudieron en los últimos años a marchas por la vida que fueron convocadas bajo el lema de un sí incondicional a la defensa del nasciturus, no dando por buena ninguna ley del aborto y pidiendo su derogación en cualquier caso.
Algunos importantes miembros del PP, llegaron a pedir en privado y públicamente en diversos foros católicos y tertulias, que se debía dar una nueva oportunidad al PP y que no volverían a incurrir en el fatal error del pasado, declarando sentirse arrepentidos a la vista de sus perniciosas consecuencias.
Pero ya encaramados en el poder, pareciera que de nuevo estamos ante la más burda estrategia electoralista y el mismo cálculo cortoplacista de la época del Sr. Aznar, quien de la mano de lo mejor de su equipo, algunos de ellos católicos practicantes, eliminaron entonces del programa del PP la defensa de la vida y revirtieron su inicial frontal oposición a la Ley del aborto de 1985, con la cual posteriormente convivieron y consintieron sin objeción alguna a los largo de ocho largos años, sin ni siquiera velar por su cumplimiento, lo cual habría salvado la vida de cientos de miles de españoles.
No debe usted repetir el mismo error ni permitir que bajo ningún concepto continúe la sangría, porque somos muchos los que les hemos votado con la esperanza de que usted y sus Ministros, -que de nuevo cuentan con todo el poder en España y en la mayoría de las Comunidades Autónomas-, van a hacer todo lo que sea justo y necesario en la búsqueda y consolidación del bien común: para detener el suicidio demográfico de nuestro pueblo; para apoyar unas madres abandonadas a su suerte y que en el último año se han visto literalmente forzadas a eliminar 113.031 españoles; para apoyar a las familias y solventar la injusticia laboral que se produce con las mujeres; y para poner en marcha la vital y urgente revolución educativa que precisa España.
Señor Rajoy, ¡sean ustedes valientes! y no defrauden las expectativas de quienes con su voto les han permitido acceder al poder; cientos de miles de españoles de buena voluntad que, católicos o no, no volverán a dejarse burlar por las medias tintas ni las ambigüedades.
Señor Rajoy, ¡sean ustedes valientes! y, por encima de todo, ponga la prioridad de su gobierno, la atención y el esfuerzo de todos los servidores públicos, en la consecución del bien común, que no se cifra sólo en abordar la difícil situación económica, -de la que sin lugar a dudas saldremos cuando empiecen a salir también las economías más prósperas del mundo-.
Señor Rajoy, ¡sean ustedes valientes! y ponga su gobierno a trabajar, también, en la transformación de la mentalidad y el corazón de un pueblo al que pareciera que se le había hecho perder su amor por la vida; su respeto por la maternidad; su reconocimiento por el valor de la familia; su gusto por el esfuerzo, el conocimiento y la belleza de las cosas bien hechas; y, por supuesto, su orgullo por pertenecer a una extraordinaria nación como lo es a todas luces España.
No pongo por supuesto en duda su valor ni el de sus ministros, pero el valor que no está o ha sido dirigido de forma franca y decidida a la consecución del bien común, resulta tan estéril como perjudicial para los pueblos que, gobernados sin la mirada puesta en la vida, la maternidad, la familia y la educación, terminan por desmoronarse perdiendo quizás para siempre las oportunidades que un día tuvieron.
Esas oportunidades están ahí: cuenta usted hoy con millones de españoles que le secundaremos entusiasmados si acierta a legislar y gobernar elevando el actual nivel de pobreza moral e intelectual de una parte sustancial de nuestro pueblo, -hoy desesperanzado y carente de claridad y certezas en torno a las cosas que de verdad importan-, haciendo en consecuencia de la defensa de la vida, la maternidad, la familia y la educación, los ejes fundamentales de su gobierno.
En esos absolutos están hoy maduras para crecer las raíces del auténtico y posible futuro de España, del futuro de Europa y del futuro del mundo. Desde la decidida defensa de esas causas, de esos ideales, podrá usted realmente entusiasmar y motivar a millones de personas que tienen perdidas hoy, prácticamente, las esperanzas de recuperar la verdadera alegría de vivir y el estímulo para el esfuerzo y sacrificios que, sin lugar a dudas, requieren los proyectos que merecen realmente la pena.
No ha lugar para más de lo mismo o parecido, aunque la inmediatez de los problemas estrictamente económicos nos podría poner una venda ante la necesaria altura de miras que se requiere con urgencia, impidiéndonos ver con claridad los verdaderos cimientos sobre los que es posible construir el porvenir de las naciones, poniendo un poquito de luz y esperanza en la conciencia de millones de personas que están hartas de vivir en el reino de la mentira, de la manipulación, del más burdo de los egoísmos.
La historia reciente de las últimas décadas, en que los valores de que hablo han sido impune e insistentemente banalizados y frivolizados, indican con radical claridad que no hay otra forma de preservar el derecho a la vida ni de garantizar la situación de las menores, ni de la maternidad, ni de la familia, ni de la educación en valores superiores, aunque nuestra Vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría así parezca creerlo, sin duda con la mejor intención y buenos propósitos.
Por eso, los Secretarios de Estado que se nombren para ocuparse de estos cruciales asuntos, deberían ser expertos en la materia y conscientes de lo que se juega España en los próximos cuatro años, de optar por la política de aceptación pasiva de hechos consumados y seguir cerrando los ojos a sus fatales consecuencias, que pagaremos todos y de las que unos seremos más responsables que otros ante las nuevas generaciones.
Desde un punto de vista práctico y de cariz meramente político, estoy convencido que de no abordar con decisión, claridad y eficiencia, la defensa incondicional de la vida, la maternidad, la familia y la educación, el PP no volverá a ganar unas elecciones, lo cual será dramático para España, porque en ese partido se da hoy cita sin duda lo mejor de la clase política española.
Pero no basta ser buenas personas y profesionales; además hay que ser valientes en la batalla política por la consecución del bien común. La misma que no han temido librar nunca los socialistas para llevar adelante su errónea idea y visión sobre asuntos de tan extraordinaria importancia, tratando de cambiar la mentalidad de los españoles, sin que hasta la fecha nadie desde el poder se haya atrevido a contradecir sus presupuestos y prejuicios ideológicos y antropológicos, siquiera a la vista de sus nefastas consecuencias no sólo en España sino en otras muchas partes del mundo.
Perdone Señor Presidente el atrevimiento, y que esta Navidad el Niño Jesús alumbre con su luz a usted y a sus ministros, así como a sus familias.
Antonio Torres
Es curioso, porque donde realmente no había entonces consenso social era en enviar tropas españolas a la guerra de Irak, decisión que el entonces Presidente tomo con claro conocimiento de la radical oposición de una gran parte de los españoles, pero con la conciencia clara y tranquila de que como estadista era lo que él creía más conveniente para los legítimos intereses de España. Si en efecto convenía o no, es tan opinable y respetable como cualquier otro planteamiento y decisión política; pero no cuando se trata de vidas humanas indefensas e inocentes, y de madres abandonadas a su suerte bajo las presiones siempre egoístas de propios y extraños.
Y así fue que no se tomó decisión alguna en relación con el asunto del aborto, dejándose las cosas tal como las había establecido el gobierno del PSOE, de forma que con las superficiales modificaciones realizadas por el mismo Sr. González, atendiendo la Sentencia de entonces del Tribunal Constitucional, se mantuvo la Ley del 85 a los largo de los dos gobiernos sucesivos del Sr. Aznar, uno de ellos con mayoría absoluta.
Ni siquiera se ocuparon por hacer cumplir esa ley en ninguno de sus aspectos restrictivos, siendo real y verdaderamente libre el aborto desde entonces en España. Y así fue como la pasividad del mismo Sr. Aznar y de los miembros de su gobierno, contribuyeron a alimentar con su inhibición ese aparente consenso e indiferencia moral de los españoles en torno al aborto y sus víctimas.
No le quepa duda sobre mi respeto por la persona del Sr. Aznar, como por lo mucho bueno que hizo por España durante su gobierno; pero eso no aminora la tristeza y decepción de millones de españoles ante su pasividad y la de los miembros de sus dos gobiernos, por las víctimas del aborto, -hijos y madres-, ni su indiferencia por el suicidio demográfico que con su consentimiento se lleva años produciendo en España.
Ya expresidente, el Sr. Aznar sorpresivamente se personó en una de las manifestaciones más grandes habidas en España, justamente en defensa de la vida en todos los supuestos, desde el momento de la concepción hasta su final por causas naturales. Aquella presencia y la de otros políticos relevantes del PP, hicieron creer a muchos españoles que de volver a gobernar ustedes, no darían por buena ninguna Ley del aborto y derogarían cualquiera que estuviese vigente.
Pero no parece que vaya a ser así, sino que volveremos a una Ley igual o muy parecida a la del 85, de cuyos resultados hablan las demoledoras cifras de niños abortados en España. Triste y decepcionante, porque la vigente Ley del aborto es a efectos prácticos tan letal como la anterior y, como acaba de anunciar la Vicepresidenta, no derogará su gobierno dicha Ley, sino que se limitarán a modificarla de forma que, de nuevo, las cosas quedarán y continuarán más o menos tal como estaban.
Por supuesto, bienvenidas las modificaciones anunciadas si es todo lo que su gobierno está dispuesto a hacer, pero eso es lamentablemente insuficiente y no responde a las expectativas creadas. Por más que se elimine el culmen de la barbarie de haber convertido el aborto en un derecho, las menores tengan que contar con el permiso de sus padres y se despenalice el aborto sólo para determinados supuestos, esas medidas no impedirán que las víctimas del aborto sigan creciendo año a año y que la indiferencia ante tamaño drama termine realmente por imponerse.
El votante católico y provida, con usted Señor Rajoy ya como Presidente, se sentirá entonces igualmente burlado como lo fue en el pasado; y ya no funcionará la estrategia de la falta de consenso ni la ahora posible estratagema excusadora de que hay que ir dando pasos cortos. Los católicos, estoy convencido, ya no son esos votantes dóciles y cautivos; le han dado a usted una oportunidad y no volverán a dársela si se sienten nuevamente burlados.
Porque si bien Señor Rajoy usted ha procurado ser durante la campaña todo lo ambiguo que le ha sido posible, algunos de los actuales ministros y exministros populares, acudieron en los últimos años a marchas por la vida que fueron convocadas bajo el lema de un sí incondicional a la defensa del nasciturus, no dando por buena ninguna ley del aborto y pidiendo su derogación en cualquier caso.
Algunos importantes miembros del PP, llegaron a pedir en privado y públicamente en diversos foros católicos y tertulias, que se debía dar una nueva oportunidad al PP y que no volverían a incurrir en el fatal error del pasado, declarando sentirse arrepentidos a la vista de sus perniciosas consecuencias.
Pero ya encaramados en el poder, pareciera que de nuevo estamos ante la más burda estrategia electoralista y el mismo cálculo cortoplacista de la época del Sr. Aznar, quien de la mano de lo mejor de su equipo, algunos de ellos católicos practicantes, eliminaron entonces del programa del PP la defensa de la vida y revirtieron su inicial frontal oposición a la Ley del aborto de 1985, con la cual posteriormente convivieron y consintieron sin objeción alguna a los largo de ocho largos años, sin ni siquiera velar por su cumplimiento, lo cual habría salvado la vida de cientos de miles de españoles.
No debe usted repetir el mismo error ni permitir que bajo ningún concepto continúe la sangría, porque somos muchos los que les hemos votado con la esperanza de que usted y sus Ministros, -que de nuevo cuentan con todo el poder en España y en la mayoría de las Comunidades Autónomas-, van a hacer todo lo que sea justo y necesario en la búsqueda y consolidación del bien común: para detener el suicidio demográfico de nuestro pueblo; para apoyar unas madres abandonadas a su suerte y que en el último año se han visto literalmente forzadas a eliminar 113.031 españoles; para apoyar a las familias y solventar la injusticia laboral que se produce con las mujeres; y para poner en marcha la vital y urgente revolución educativa que precisa España.
Señor Rajoy, ¡sean ustedes valientes! y no defrauden las expectativas de quienes con su voto les han permitido acceder al poder; cientos de miles de españoles de buena voluntad que, católicos o no, no volverán a dejarse burlar por las medias tintas ni las ambigüedades.
Señor Rajoy, ¡sean ustedes valientes! y, por encima de todo, ponga la prioridad de su gobierno, la atención y el esfuerzo de todos los servidores públicos, en la consecución del bien común, que no se cifra sólo en abordar la difícil situación económica, -de la que sin lugar a dudas saldremos cuando empiecen a salir también las economías más prósperas del mundo-.
Señor Rajoy, ¡sean ustedes valientes! y ponga su gobierno a trabajar, también, en la transformación de la mentalidad y el corazón de un pueblo al que pareciera que se le había hecho perder su amor por la vida; su respeto por la maternidad; su reconocimiento por el valor de la familia; su gusto por el esfuerzo, el conocimiento y la belleza de las cosas bien hechas; y, por supuesto, su orgullo por pertenecer a una extraordinaria nación como lo es a todas luces España.
No pongo por supuesto en duda su valor ni el de sus ministros, pero el valor que no está o ha sido dirigido de forma franca y decidida a la consecución del bien común, resulta tan estéril como perjudicial para los pueblos que, gobernados sin la mirada puesta en la vida, la maternidad, la familia y la educación, terminan por desmoronarse perdiendo quizás para siempre las oportunidades que un día tuvieron.
Esas oportunidades están ahí: cuenta usted hoy con millones de españoles que le secundaremos entusiasmados si acierta a legislar y gobernar elevando el actual nivel de pobreza moral e intelectual de una parte sustancial de nuestro pueblo, -hoy desesperanzado y carente de claridad y certezas en torno a las cosas que de verdad importan-, haciendo en consecuencia de la defensa de la vida, la maternidad, la familia y la educación, los ejes fundamentales de su gobierno.
En esos absolutos están hoy maduras para crecer las raíces del auténtico y posible futuro de España, del futuro de Europa y del futuro del mundo. Desde la decidida defensa de esas causas, de esos ideales, podrá usted realmente entusiasmar y motivar a millones de personas que tienen perdidas hoy, prácticamente, las esperanzas de recuperar la verdadera alegría de vivir y el estímulo para el esfuerzo y sacrificios que, sin lugar a dudas, requieren los proyectos que merecen realmente la pena.
No ha lugar para más de lo mismo o parecido, aunque la inmediatez de los problemas estrictamente económicos nos podría poner una venda ante la necesaria altura de miras que se requiere con urgencia, impidiéndonos ver con claridad los verdaderos cimientos sobre los que es posible construir el porvenir de las naciones, poniendo un poquito de luz y esperanza en la conciencia de millones de personas que están hartas de vivir en el reino de la mentira, de la manipulación, del más burdo de los egoísmos.
La historia reciente de las últimas décadas, en que los valores de que hablo han sido impune e insistentemente banalizados y frivolizados, indican con radical claridad que no hay otra forma de preservar el derecho a la vida ni de garantizar la situación de las menores, ni de la maternidad, ni de la familia, ni de la educación en valores superiores, aunque nuestra Vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría así parezca creerlo, sin duda con la mejor intención y buenos propósitos.
Por eso, los Secretarios de Estado que se nombren para ocuparse de estos cruciales asuntos, deberían ser expertos en la materia y conscientes de lo que se juega España en los próximos cuatro años, de optar por la política de aceptación pasiva de hechos consumados y seguir cerrando los ojos a sus fatales consecuencias, que pagaremos todos y de las que unos seremos más responsables que otros ante las nuevas generaciones.
Desde un punto de vista práctico y de cariz meramente político, estoy convencido que de no abordar con decisión, claridad y eficiencia, la defensa incondicional de la vida, la maternidad, la familia y la educación, el PP no volverá a ganar unas elecciones, lo cual será dramático para España, porque en ese partido se da hoy cita sin duda lo mejor de la clase política española.
Pero no basta ser buenas personas y profesionales; además hay que ser valientes en la batalla política por la consecución del bien común. La misma que no han temido librar nunca los socialistas para llevar adelante su errónea idea y visión sobre asuntos de tan extraordinaria importancia, tratando de cambiar la mentalidad de los españoles, sin que hasta la fecha nadie desde el poder se haya atrevido a contradecir sus presupuestos y prejuicios ideológicos y antropológicos, siquiera a la vista de sus nefastas consecuencias no sólo en España sino en otras muchas partes del mundo.
Perdone Señor Presidente el atrevimiento, y que esta Navidad el Niño Jesús alumbre con su luz a usted y a sus ministros, así como a sus familias.
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