Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Mis criterios a la hora de votar


Creo también que no hay que dejarse llevar por el sectarismo ni el odio a la Iglesia, que tantos miles de millones de euros ahorra al Estado.

por Pedro Trevijano

Opinión

Tras ver el debate entre Rajoy y Rubalcaba, voy a indicar cuáles van a ser mis criterios a la hora de votar.

Ante todo deseo expresar mi fundamental coincidencia con lo expresado en la Nota de la Comisión Permanente de nuestro Episcopado, titulada “Orientaciones para un voto libre y responsable”. Dicho esto, éstos son mis criterios personales:

La mayor parte de los españoles piensan que nuestro mayor problema es la crisis económica y su consecuencia el paro, pero muchos añadimos que la crisis económica es también una crisis en valores. Por ello:

Creo en la dignidad intrínseca e inalienable del ser humano, hijo adoptivo de Dios (Gal 4,4-7; Rom 8,1417; Ef 1,5) y “única criatura terrestre a la que Dios ha querido por sí misma” (Concilio Vaticano II, GS 24), poseedor en consecuencia de unos derechos que le vienen no del Estado, lo que dejaría la puerta totalmente abierta al totalitarismo, sino de su condición de ser humano. Creo por tanto en la existencia de una Ley Natural, de la que en estos momentos su mejor expresión concreta es la Declaración de Derechos Humanos de la ONU del 10 de Diciembre de 1948.

Creo en la defensa de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural. El aborto no es un derecho, sino un “crimen abominable” (GS 51). Igualmente creo que la investigación con células madres embrionales, que destruye los embriones es radicalmente inmoral. En cambio si se realiza con células madres no embrionales es una de las grandes esperanzas de la Medicina actual y ya tiene unos cuantos éxitos en su haber.

Creo que la eutanasia es un crimen y como tal debe ser considerado. El ejemplo de Holanda nos muestra que se llega fácilmente a que el médico decida por sí mismo si mata o no al enfermo. No quiero que cuando me lleven a un hospital no saber si me van a curar o matar, y no quiero que me pase como a muchos de la tercera edad holandesa que llevan consigo una tarjeta en la que dice: “Si caigo enfermo, que no me lleven a un hospital”.

Creo en el matrimonio y en la familia en cuanto unión firme de un varón y de una mujer ordenada al bien de los esposos y de los hijos. Acepto que el Estado pueda tener una ley que regule el divorcio, pero la ley estatal ha de proteger la estabilidad del matrimonio y es intolerable que el contrato matrimonial sea un auténtico contrato basura, como sucede gracias a la Ley del divorcio exprés. En cuanto al matrimonio homosexual la palabra matrimonio es inapropiada porque es otra cosa. Sus derechos, como sucede en Francia, pueden ser regulados por los PACS (Pactos civiles de Solidariedad).
Creo en la educación en valores, por lo que me opongo a la ideología de género que defiende que el ser humano puede escoger libremente su sexo (“no naces mujer, te hacen mujer”), que en el sexo se permite todo, con un sí a la promiscuidad y un no a la castidad, que el matrimonio es una institución a combatir y con las consecuencias inevitables en la educación de los hijos, que ya no tendrán un papá y una mamá, sino un progenitor A y un progenitor B. Creo también en el valor del esfuerzo y como dijo un ministro de educación laborista inglés: “creo en el valor de la disciplina, en los deberes para casa, en el resolver problemas de matemáticas y en el escribir sin faltas de ortografía”. Es importante que nuestros jóvenes valoren el estudio para que no suceda lo que contestó una adolescente, a quien su padre reñía por sus malas notas: “Papá, no te creas que no me he dado cuenta que para ser alguien en la vida, estudiar sea necesario o imprescindible”.

Creo que para salir de la crisis es necesaria gente honrada y competente, que no se robe ni se malgaste el dinero público, y que lo mismo que para cualquier cargo importante en las empresas se requieren unos estudios, para ser altos cargos de la Administración se requiera algo más que el bachiller.

Creo también que no hay que dejarse llevar por el sectarismo ni el odio a la Iglesia, que tantos miles de millones de euros ahorra al Estado. Recuerdo en este punto que cuando los socialistas alemanes llegaron al poder, se plantearon el quitar la beneficencia a las Iglesias y pasársela al Estado, pero como no eran idiotas llegaron rápidamente a esta conclusión: “el Estado alemán no tiene dinero suficiente para hacerlo que con cuatro marcos hacen las Iglesias”.

Y por último, creo en España y votaré lo que pienso es mejor para España.
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