Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

El drama de nuestros jóvenes: incapaces de contraer matrimonio


Hay que volver a una educación sexual seria donde estén presentes los valores humanos y porqué no, cristianos. Una auténtica educación para el amor.

por Pedro Trevijano

Opinión

Creo que Dios, o si lo prefieren Vds. la Naturaleza, hace bien las cosas. Cuando hace años empezaron en lo sexual esas teorías de lo políticamente correcto me hizo gracia leer que en una universidad sueca, habían hecho un estudio en el que habían llegado a la conclusión que lo mejor para un niño es nacer en una familia estable y en la que los padres se aman. En aquel momento pensé que para ese viaje no se necesitan alforjas. Para mí es indudable que el niño, cualquier niño, tiene derecho a nacer, a vivir, a crecer sano y feliz en una familia estable y amorosa., siendo el hogar familiar el mejor ámbito para la acogida de los hijos y para darles seguridad afectiva. Y lo que pienso yo lo piensa mucha gente, pues la familia suele ser la institución más valorada en muchas encuestas. 

Pero con lo sexualmente políticamente correcto parece ser que de lo que se trata es incapacitar a nuestros jóvenes con el objetivo de conseguir que no puedan contraer matrimonio. Recuerdo cuando me venían a clase los de Sanidad a dar una educación sexual que no pasaba de ser una instrucción a fin que supiesen ponerse un preservativo y tratar así de prevenir embarazos y evitar enfermedades venéreas, porque con el pretexto de neutralidad se evitaba cualquier educación en valores y en concreto sobre todo la palabra castidad, que no es otra cosa sino el dominio de la sexualidad por la razón para aprender a respetarse a sí mismo y a los demás, era cuidadosamente evitada Su enseñanza, nos decían, era objetiva, neutral y científica, es decir con una total ausencia de valores y una gran presencia de errores, como muestra su rotundo fracaso a la hora de prevenir embarazos no deseados, pues con una instrucción así el número de abortos ha ido en progresión constante.

A mí me llamó especialmente la atención la afirmación que les merecía tanto respeto un chico que se acostase como uno que no lo hiciera, lo que no deja de ser falso porque por ejemplo no me merece el mismo respeto el buen estudiante que el malo, y tampoco opino que merece la misma estima un joven que tiene valores que uno que no los tiene. Desde luego si da lo mismo, para mí está claro que el que no tiene relaciones sexuales es tonto.  Eso dicho a adolescentes me parecía gravísimo y entonces yo ya tenía claro que si se empieza a ir a la cama a los quince años, para la edad del matrimonio ya se han acostado con una media de cinco a seis personas y como el matrimonio no cambia sustancialmente las personas después de la boda seguirían las infidelidades y la ruptura de los matrimonios. Para muchos el único principio moral que han recibido es me apetece o no me apetece.

Desgraciadamente el tiempo ha confirmado mi pesimismo. Recuerdo el asombro de tantos jóvenes de ambos sexos cuando les decía que la causa de sus repetidos fracasos en el noviazgo era que de entrada se iban a la cama sin ningún esfuerzo por madurar humanamente y mucho menos cristianamente, con lo cual a muchos se les está pasando hasta la edad de casarse. Debo decir que hasta a los curas nos da apuro hablar de castidad y por ello una generación en la que muchos han sido educados sin valores no es extraño que fracase rotundamente.

Es cierto que no es la única causa, las cifras del paro juvenil son también muy elocuentes, pero quien renuncia a dar valores y aquí hay que hacer un llamamiento a padres y educadores, no se extrañen que luego no se recoja lo que no se ha sembrado. El problema no está en cuántos lo hacen, sino qué es lo realmente mejor, y aunque aparentemente el irse a la cama y la convivencia previa parece que debería llevar a una mayor estabilidad de la pareja, al saber ambos lo que es una vida en común, el alejarse de Dios, que es el autor e inventor del Amor, con la realización de actos que en sí son pecado, no llevan al éxito de esta realización de la persona ni de la pareja. 

Una encuesta del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) titulado “Encuesta sobre fecundidad y familia” de 1995, confirmado por otros trabajos y estadísticas de Francia, Suecia y Estados Unidos, señala que entre las mujeres nacidas a finales de los años sesenta, se han separado en los primeros cinco años de matrimonio entre las que cohabitaron previamente, una cuarta parte, y de las que se casaron directamente, sin cohabitación previa, algo menos del cuatro por ciento.

Es decir, las relaciones sexuales previas no ayudan a poder fundar una familia estable, sino todo lo contrario. La solución: volver a una educación sexual seria donde estén presentes los valores humanos y porqué no, cristianos. Una auténtica educación para el amor.
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