Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

El Papa, el preservativo y el sentido común


En España, como nuestros gobernantes no creen en los principios morales, porque para algo son relativistas, ni en la libertad, ni en la posibilidad de dominar los instintos y encauzar la sexualidad al servicio del amor, han prescindido del A y B y nos hemos ido directamente al condón

por Pedro Trevijano

Opinión

Las palabras del Papa sobre el preservativo han levantado una gran discusión, que creo se debiera haber resuelto con la nota del Vaticano sobre este tema. Los interrogantes que nos presentan las palabras de Benedicto XVI se pueden reducir a dos: ¿las palabras del Papa cambian la doctrina de la Iglesia?, y ¿qué es lo que decía, ya antes, la doctrina de la Iglesia?

Lo que ha dicho el Papa, literalmente es esto: “Concentrarse sólo en el preservativo quiere decir banalizar la sexualidad y esta banalización representa precisamente el motivo por el que muchas personas ya no ven en la sexualidad la expresión de su amor, sino sólo una especie de droga, que se suministran por su cuenta. Por este motivo, también la lucha contra la banalización de la sexualidad forma parte del gran esfuerzo para que la sexualidad sea valorada positivamente y pueda ejercer su efecto positivo en el ser humano en su totalidad".

"Puede haber casos justificados singulares, por ejemplo, cuando una prostituta utiliza un preservativo, y éste puede ser el primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad para desarrollar de nuevo la conciencia sobre el hecho de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que se quiere. Sin embargo, este no es el verdadero modo para vencer la infección del VIH. Es verdaderamente necesaria una humanización de la sexualidad”.

Aun en el supuesto, como vemos, totalmente falso, que las palabras del Papa cambiasen la doctrina de la Iglesia, hay que decir ante todo, que la Iglesia tiene un Derecho, y que una entrevista, o un libro entrevista, no es el lugar para cambiar la doctrina de la Iglesia, sino que para ello se requiere un documento oficial, que en este caso tendría que ser por lo menos una Encíclica.

El portavoz vaticano, el jesuita Federico Lombardi, en un comunicado, ha asegurado que las manifestaciones de Benedicto XVI "no reforman o cambian las enseñanzas de la Iglesia, sino que las reafirman, en la perspectiva del valor y de la dignidad de la sexualidad humana como expresión del amor y la responsabilidad”.

El Papa observa que también en el ámbito no eclesial se ha desarrollado una conciencia análoga, como lo demuestra la llamada teoría "ABC" (abstinence, be faithful, condom), en la que los dos primeros elementos (abstinencia y fidelidad) son mucho más determinantes y fundamentales para la lucha contra el sida, mientras que el preservativo se presenta en última instancia como una escapatoria, cuando faltan los otros dos elementos. Por tanto, debe quedar claro que el preservativo no es la solución del problema.

Creo que la primera vez que oí hablar de la fórmula ABC fue en el libro J. Bernard, La Bioéthique, París 1994. Este autor, no creyente, pero científico de gran prestigio y sentido común, fue en tiempos de Mittterand, primer Presidente en Francia del Comité Consultivo Nacional de Ética de ciencias de la vida y de la salud, escribe: “La evolución del sida está de hecho dominada por la educación y por la investigación científica. La educación de los jóvenes es esencial. Las informaciones deben ser ampliamente dadas, las medidas preventivas explicadas. Castidad, fidelidad o preservativo, decía recientemente un teólogo. Esta fórmula es muy razonable” (página 29).
 
En España, como nuestros gobernantes no creen en los principios morales, porque para algo son relativistas, ni en la libertad, ni en la posibilidad de dominar los instintos y encauzar la sexualidad al servicio del amor, han prescindido del A y B y nos hemos ido directamente al condón, del que por supuesto no explican que, a pesar de todo, como no es absolutamente seguro, ella puede quedar embarazada, y los dos contraer enfermedades de transmisión sexual.

Recuerdo, además, el problema que tuvieron cinco médicos del Hospital Carlos III de Madrid, especialistas en enfermedades infecciosas, por publicar un folleto sobre el Sida titulado “Adolescentes frente al SIDA: preguntas con respuestas”, en el que defendían la estrategia ABC (Abstinencia, “be faithful”, es decir fidelidad, condón) y en el que se atrevían a insinuar como método la abstinencia. Enseñar esto ocasionó una tormenta en nuestro país, declarando el Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, del PP, que este libro lo han publicado esos médicos por su cuenta y riesgo, sin ninguna subvención, y que refleja sólo sus opiniones privadas, llegando la gerencia del Hospital a prohibir la distribución del opúsculo.

En pocas palabras, en España no se puede publicar una concepción de la sexualidad que se apoye en valores humanos y cristianos, o simplemente humanos, porque defender la castidad es un disparate, porque para nuestras autoridades es algo sencillamente imposible y no creen que el hombre sea libre y pueda vivir con continencia y fidelidad, pero en cambio sí creen en la ideología de género, que se puede enseñar con apoyo expreso legal del Gobierno del PSOE, aunque sea la idiotez de que cualquier persona pueda cambiarse de sexo y bienvenida sea la promiscuidad sexual, que para eso tenemos los órganos genitales.

Afortunadamente para la Humanidad, en muchos países, en los que todavía no se han vuelto locos y el sentido común sigue siendo sentido común, la enseñanza sexual se basa en el famoso método ABC, es decir A de abstinencia, que puede ser también continencia o castidad, B (be faithful), es decir fidelidad, C, condón y por ese orden.

Las palabras del Papa van en esta línea, ya defendida por la gran mayoría de los moralistas católicos: hay que defender fundamentalmente la castidad, pero si soy incapaz de ella, tengo que procurar que los efectos dañinos de mi mala acción, sean los menores posibles. Es decir, algo cargado de sentido común, pero que a juzgar por la polvareda que se ha montado, en cuestiones de sexualidad debe ser un bien más bien escaso.
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