Una misionera española explica qué pasa en Sudán: «La gente está traumatizada, ha visto matar mucho»
El Papa Francisco convocó para este próximo viernes 23 de febrero una jornada de ayuno y oración por Sudán del Sur y República Democrátia del Congo, países marcados por la violencia y por una crisis humanitaria, sobre todo en el primero de ellos, de gran magnitud.
Ambos países son al 100% territorio de misión por lo que dependen de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y de las ayudas que les llegan de Obras Misionales Pontificias, básica para la subsistencia de miles de personas.
Sobre Sudán del Sur habla la misionera española Yudith Pereira, directora asociada de Solidarity with South Sudan, proyecto internacional de ayuda a Sudán del Sur y que cuenta a OMP la situación en la que se encuentra el país más joven del mundo.
Decenas de religiosos misioneros se juegan la vida allí para ayudar a reflotar este país e intentar conseguir la paz. Ella canaliza las ayudas que llegan de todo el mundo e incluso recibió un donativo del propio Papa Francsico.
- ¿Cómo nace Solidarity with South Soudan?
- En 2005 y 2006, una comisión grande de superiores y superioras visitó el país, respondiendo a una petición de los obispos de allí, y conoció de cerca la devastación. La gente se estaba desplazando desde el norte -donde estaban esclavizados- al sur, pero en el sur no había nada. Ni hospitales, ni escuelas, ni Iglesias. nada de nada. Era un país abandonado. Habían sufrido mucho la guerra de Joseph Kony, de Uganda y del Congo, con lo cual la gente había huido al norte, y los del norte se aprovecharon.
Se plantearon qué cosas podían hacer que fueran eficaces y duraderas. Entonces, se decidió que en vez de escuelas y hospitales, era mejor crear las estructuras de formación de los futuros maestros, enfermeros, comadronas, y sacerdotes. Dada la magnitud de la tarea, las congregaciones se dieron cuenta de que no podían asumir los proyectos por separado, pero sí podían mandar a algún misionero especialista. Decidieron ir juntos, en comunidades intercongregacionales mixtas. En 2008 se formaron 5 comunidades a la vez. Se montaron dos escuelas de magisterio, una escuela de enfermería y comadrona, un proyecto agrícola, una comunidad pastoral y logística en Yuba para asistir a la Conferencia Episcopal en lo que fuera.
- ¿Por dónde empezar?
- Ha habido que empezar por el personal de Iglesia. La gente está traumatizada. Es una cosa en la que no caemos en la cuenta. Lo malo no es la pobreza material, es que la gente ha visto matar tanto, está tan destrozada por dentro, que la vida se ve con otro cristal. Es necesario recuperar a la gente, mantener esperanza, ayudarles a que hagan su proceso, que nosotros no podemos hacer por ellos. Ahí se está invirtiendo muchas fuerzas, y muy lentas, porque uno viene, mata en cinco minutos, pero recuperarse. requiere un proceso largo. Estamos formando a los coordinadores de pastoral diocesanos, catequistas, talleres de reconciliación, paz, sanación de traumas. Ese tipo de cosas.
En síntesis hacemos estos cuatro campos: educación, salud, agricultura y pastoral. Los proyectos dependen de la Conferencia Episcopal, y son dirigidos por religiosos, quienes tienen independencia de actuación. En principio, es un proyecto temporal, que tiene intención de crear las estructuras para que en el futuro se desarrollen por sí mismos. Ahora parece que la paz no llega, y no vamos a dejarlo en guerra.
- Sudán del Sur ha estado en guerra prácticamente desde su nacimiento.
- Sí, el gobierno es militar, y el conflicto empezó porque el presidente expulsó por corrupto al vicepresidente, que era de una tribu diferente. El conflicto étnico existe desde siempre, por la lucha por las vacas, que son la riqueza que hay que recuperar. Pero en este caso, una cosa que es un conflicto militar por poder, corrupción y por dinero se está derivando en temas tribales. Y eso es muy serio. La gente actúa por venganza. Por ejemplo, en Yambio unos militares dispararon a unos chicos que iban en moto-taxi. Y los dispararon porque sí, sin venir a cuento, solo por ser de otra etnia, que es la local. ¿Qué hizo la etnia local? Fueron a donde vivían los familiares de los militares, que eran de otra etnia y mataron a muchos. A parir de ahí se desencadenó una batalla. Es como una cadena de venganzas. No es porque se odien de por sí, es que les han matado y responden matando. Y eso es muy serio, es un genocidio silencioso. No sale en los medios, y no interesa a nadie. Si viene el ISIS y hace un atentado en España o en Inglaterra, sale en todos los medios. En Sudán del Sur están matando gente todos los días, como en R. D. Congo, y no sale, no nos interesa, nos pilla muy lejos.
Mantenemos una presencia en el campo de refugiados con dos misioneros, que van y hacen asistencia pastoral. Es un sacerdote y una mujer, que hace mucha sanación de traumas, especialmente con las mujeres. Los habitantes de los campos son sobre todo mujeres y niños y jóvenes. Los hombres están luchando o han muerto. Mantenemos dos personas que van y vienen, porque no se aguanta vivir permanentemente en el campo de refugiados, no se puede.
- ¿Qué valoración hacéis de vuestro trabajo en estos diez años?
- Ya está casi todo construido. Cada uno de los dos centros de magisterio, enfermería y formación de comadrona tienen unos 120 alumnos internos por 2 o 3 años. Son adultos (algunos padres y madres de familia), de todas las tribus mezcladas y viven en paz. Tienen que estar internos porque no pueden desplazarse a sus lugares. No hay carreteras, y hay que fletar aviones para mandarlos a sus casas, y no podemos hacerlo cada curso. Entonces, se acortan los cursos y no hay vacaciones. Entran, y salen ya graduados, con un título oficial reconocido. No hemos hecho un estudio de impacto serio, que nos lo están pidiendo, porque no tenemos capacidad de hacerlo.
Por nuestros proyectos han pasado miles de alumnos. Aparte de magisterio, tenemos programas para reforzar la formación de los maestros que ya ejercen. Nos vamos a poblados tres meses, traemos religiosos que vienen a Sudán del Sur para esto, y montamos un programa que dura cuatro años, en tres meses en cada año. Hemos ido a sitios dificilísimos. Es peligroso, pero si no, no llegas a la gente que quiere formación. Es un proyecto precioso.
- ¿Qué testimonio dais a los alumnos?
El hecho de estar juntas varias congregaciones, es precioso. Se reproduce el cielo, con limitaciones humanas. Hay asiáticos, americanos, neozelandeses... De todo. Es bonito ver que congregaciones tan diversas somos tan iguales, y que el carisma de los cristianos es enseñar el amor de Dios a la gente. Además, evidentemente, tenemos en común la forma de vida. No te casas, no tienes otros compromisos, para dedicarte por completo donde otros no pueden estar. Y la gente que está, está tan contenta.
En un sitio donde hay problema tribal por la diversidad, cuando nuestros alumnos nos ven, cada uno de un color, hombres y mujeres, por osmosis reciben muchos valores. Ellos nos dicen que quieren vivir también estos valores. Esto se ve especialmente cuando ha habido conflictos en algunas ciudades, que nos han amenazado... Recuerdo en Yambio un mensaje de texto que ponía "esta noche entraremos y mataremos, si no nos los entregáis a los 12 dinkas que tenéis". ¿Qué hicimos? Pues turnos. No podemos dejar que les maten, que nos maten a nosotros antes, no vamos a entregar a nuestros alumnos. Es una decisión muy fría, firme y fuerte. No, nos negamos. Y nadie tiene miedo. Te das cuenta que es lo que tienes que hacer, está clarísimo. Y los alumnos nos dicen: "no os dejaremos que os pase nada". Ves la solidaridad que se crea, que al final descubrimos, que este nombre que pusieron al principio -Solidarity with South Sudan- es mucho más que un nombre.
- ¿Y los misioneros aguantan?
- Hacemos contratos de tres años, y normalmente la gente se quiere quedar, es difícil sacarles. Cuando ves cómo está la gente, te das cuenta que tienes que estar allí, ese es el lugar. Por supuesto que tenemos que estar en España, en lugares difíciles, porque educar pastoral en un colegio aquí es durísimo, es un horror, nadie te hace caso. Hay que estar, y hacer puentes.
- El Papa os apoyó en noviembre de 2016 con un donativo, y presidió la vigilia de oración que organizasteis en la Basílica San Pedro del Vaticano. ¿Cómo os conoció?
- El Papa quería viajar a Sudán del Sur, pero no pudo venir. Entonces, dijo que no quería quedarse lejos de la realidad, y se buscó los recursos de muchos sitios para dar donativos. Creemos que uno de esos donantes le habló al Papa de nosotros. Nos dieron la ayuda a través del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, y quisieron conocernos. Allí nos instaron a ir a la Secretaría de Estado para darnos a conocer. Nosotros queríamos organizar una vigilia para rezar por Sudán del Sur y sensibilizar. Allí nos animaron a hacerlo, y a unir a la oración la situación de R. D. Congo, que tiene una problemática parecida. Así que empezamos a trabajar en mayo, religiosos, laicos, Iglesia diocesana. El Papa quiso presidirla, y tuvo lugar el pasado 23 de noviembre.
Además de esto, organizamos el pasado 18 de enero una mesa redonda en la Universidad Urbaniana, para conseguir un foro en el que discutir propuestas de paz desde diversos ámbitos de la sociedad de Sudán del Sur y R. D. Congo.
Ambos países son al 100% territorio de misión por lo que dependen de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y de las ayudas que les llegan de Obras Misionales Pontificias, básica para la subsistencia de miles de personas.
Sobre Sudán del Sur habla la misionera española Yudith Pereira, directora asociada de Solidarity with South Sudan, proyecto internacional de ayuda a Sudán del Sur y que cuenta a OMP la situación en la que se encuentra el país más joven del mundo.
Decenas de religiosos misioneros se juegan la vida allí para ayudar a reflotar este país e intentar conseguir la paz. Ella canaliza las ayudas que llegan de todo el mundo e incluso recibió un donativo del propio Papa Francsico.
- ¿Cómo nace Solidarity with South Soudan?
- En 2005 y 2006, una comisión grande de superiores y superioras visitó el país, respondiendo a una petición de los obispos de allí, y conoció de cerca la devastación. La gente se estaba desplazando desde el norte -donde estaban esclavizados- al sur, pero en el sur no había nada. Ni hospitales, ni escuelas, ni Iglesias. nada de nada. Era un país abandonado. Habían sufrido mucho la guerra de Joseph Kony, de Uganda y del Congo, con lo cual la gente había huido al norte, y los del norte se aprovecharon.
Se plantearon qué cosas podían hacer que fueran eficaces y duraderas. Entonces, se decidió que en vez de escuelas y hospitales, era mejor crear las estructuras de formación de los futuros maestros, enfermeros, comadronas, y sacerdotes. Dada la magnitud de la tarea, las congregaciones se dieron cuenta de que no podían asumir los proyectos por separado, pero sí podían mandar a algún misionero especialista. Decidieron ir juntos, en comunidades intercongregacionales mixtas. En 2008 se formaron 5 comunidades a la vez. Se montaron dos escuelas de magisterio, una escuela de enfermería y comadrona, un proyecto agrícola, una comunidad pastoral y logística en Yuba para asistir a la Conferencia Episcopal en lo que fuera.
- ¿Por dónde empezar?
- Ha habido que empezar por el personal de Iglesia. La gente está traumatizada. Es una cosa en la que no caemos en la cuenta. Lo malo no es la pobreza material, es que la gente ha visto matar tanto, está tan destrozada por dentro, que la vida se ve con otro cristal. Es necesario recuperar a la gente, mantener esperanza, ayudarles a que hagan su proceso, que nosotros no podemos hacer por ellos. Ahí se está invirtiendo muchas fuerzas, y muy lentas, porque uno viene, mata en cinco minutos, pero recuperarse. requiere un proceso largo. Estamos formando a los coordinadores de pastoral diocesanos, catequistas, talleres de reconciliación, paz, sanación de traumas. Ese tipo de cosas.
En síntesis hacemos estos cuatro campos: educación, salud, agricultura y pastoral. Los proyectos dependen de la Conferencia Episcopal, y son dirigidos por religiosos, quienes tienen independencia de actuación. En principio, es un proyecto temporal, que tiene intención de crear las estructuras para que en el futuro se desarrollen por sí mismos. Ahora parece que la paz no llega, y no vamos a dejarlo en guerra.
- Sudán del Sur ha estado en guerra prácticamente desde su nacimiento.
- Sí, el gobierno es militar, y el conflicto empezó porque el presidente expulsó por corrupto al vicepresidente, que era de una tribu diferente. El conflicto étnico existe desde siempre, por la lucha por las vacas, que son la riqueza que hay que recuperar. Pero en este caso, una cosa que es un conflicto militar por poder, corrupción y por dinero se está derivando en temas tribales. Y eso es muy serio. La gente actúa por venganza. Por ejemplo, en Yambio unos militares dispararon a unos chicos que iban en moto-taxi. Y los dispararon porque sí, sin venir a cuento, solo por ser de otra etnia, que es la local. ¿Qué hizo la etnia local? Fueron a donde vivían los familiares de los militares, que eran de otra etnia y mataron a muchos. A parir de ahí se desencadenó una batalla. Es como una cadena de venganzas. No es porque se odien de por sí, es que les han matado y responden matando. Y eso es muy serio, es un genocidio silencioso. No sale en los medios, y no interesa a nadie. Si viene el ISIS y hace un atentado en España o en Inglaterra, sale en todos los medios. En Sudán del Sur están matando gente todos los días, como en R. D. Congo, y no sale, no nos interesa, nos pilla muy lejos.
Mantenemos una presencia en el campo de refugiados con dos misioneros, que van y hacen asistencia pastoral. Es un sacerdote y una mujer, que hace mucha sanación de traumas, especialmente con las mujeres. Los habitantes de los campos son sobre todo mujeres y niños y jóvenes. Los hombres están luchando o han muerto. Mantenemos dos personas que van y vienen, porque no se aguanta vivir permanentemente en el campo de refugiados, no se puede.
- ¿Qué valoración hacéis de vuestro trabajo en estos diez años?
- Ya está casi todo construido. Cada uno de los dos centros de magisterio, enfermería y formación de comadrona tienen unos 120 alumnos internos por 2 o 3 años. Son adultos (algunos padres y madres de familia), de todas las tribus mezcladas y viven en paz. Tienen que estar internos porque no pueden desplazarse a sus lugares. No hay carreteras, y hay que fletar aviones para mandarlos a sus casas, y no podemos hacerlo cada curso. Entonces, se acortan los cursos y no hay vacaciones. Entran, y salen ya graduados, con un título oficial reconocido. No hemos hecho un estudio de impacto serio, que nos lo están pidiendo, porque no tenemos capacidad de hacerlo.
Por nuestros proyectos han pasado miles de alumnos. Aparte de magisterio, tenemos programas para reforzar la formación de los maestros que ya ejercen. Nos vamos a poblados tres meses, traemos religiosos que vienen a Sudán del Sur para esto, y montamos un programa que dura cuatro años, en tres meses en cada año. Hemos ido a sitios dificilísimos. Es peligroso, pero si no, no llegas a la gente que quiere formación. Es un proyecto precioso.
- ¿Qué testimonio dais a los alumnos?
El hecho de estar juntas varias congregaciones, es precioso. Se reproduce el cielo, con limitaciones humanas. Hay asiáticos, americanos, neozelandeses... De todo. Es bonito ver que congregaciones tan diversas somos tan iguales, y que el carisma de los cristianos es enseñar el amor de Dios a la gente. Además, evidentemente, tenemos en común la forma de vida. No te casas, no tienes otros compromisos, para dedicarte por completo donde otros no pueden estar. Y la gente que está, está tan contenta.
En un sitio donde hay problema tribal por la diversidad, cuando nuestros alumnos nos ven, cada uno de un color, hombres y mujeres, por osmosis reciben muchos valores. Ellos nos dicen que quieren vivir también estos valores. Esto se ve especialmente cuando ha habido conflictos en algunas ciudades, que nos han amenazado... Recuerdo en Yambio un mensaje de texto que ponía "esta noche entraremos y mataremos, si no nos los entregáis a los 12 dinkas que tenéis". ¿Qué hicimos? Pues turnos. No podemos dejar que les maten, que nos maten a nosotros antes, no vamos a entregar a nuestros alumnos. Es una decisión muy fría, firme y fuerte. No, nos negamos. Y nadie tiene miedo. Te das cuenta que es lo que tienes que hacer, está clarísimo. Y los alumnos nos dicen: "no os dejaremos que os pase nada". Ves la solidaridad que se crea, que al final descubrimos, que este nombre que pusieron al principio -Solidarity with South Sudan- es mucho más que un nombre.
- ¿Y los misioneros aguantan?
- Hacemos contratos de tres años, y normalmente la gente se quiere quedar, es difícil sacarles. Cuando ves cómo está la gente, te das cuenta que tienes que estar allí, ese es el lugar. Por supuesto que tenemos que estar en España, en lugares difíciles, porque educar pastoral en un colegio aquí es durísimo, es un horror, nadie te hace caso. Hay que estar, y hacer puentes.
- El Papa os apoyó en noviembre de 2016 con un donativo, y presidió la vigilia de oración que organizasteis en la Basílica San Pedro del Vaticano. ¿Cómo os conoció?
- El Papa quería viajar a Sudán del Sur, pero no pudo venir. Entonces, dijo que no quería quedarse lejos de la realidad, y se buscó los recursos de muchos sitios para dar donativos. Creemos que uno de esos donantes le habló al Papa de nosotros. Nos dieron la ayuda a través del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, y quisieron conocernos. Allí nos instaron a ir a la Secretaría de Estado para darnos a conocer. Nosotros queríamos organizar una vigilia para rezar por Sudán del Sur y sensibilizar. Allí nos animaron a hacerlo, y a unir a la oración la situación de R. D. Congo, que tiene una problemática parecida. Así que empezamos a trabajar en mayo, religiosos, laicos, Iglesia diocesana. El Papa quiso presidirla, y tuvo lugar el pasado 23 de noviembre.
Además de esto, organizamos el pasado 18 de enero una mesa redonda en la Universidad Urbaniana, para conseguir un foro en el que discutir propuestas de paz desde diversos ámbitos de la sociedad de Sudán del Sur y R. D. Congo.
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