Un sacerdote del Congo relata al mundo cómo se queman templos y se persigue a los curas en el país
Congo vive en estos momentos una situación extrema de inestabilidad que ha desembocado en unos episodios de violencia en el que uno de los objetivos principales ha sido la Iglesia Católica. En el país el 95% de la población es cristiana, de la que algo más de la mitad es católica. Sin embargo, en medio de las luchas políticas la Iglesia ha sido utilizada como un chivo expiatorio.
“Los políticos no se pusieron de acuerdo y hubo revueltas. Se empezó a atacar a las parroquias, y se culpó a la Iglesia del fracaso de las negociaciones”, cuenta a la Fundación EUK Mamie-HM Televisión el sacerdote congoleño Agustín Ntumba Mulumba, tal y como recoge Alfa y Omega.
La Iglesia, brutalmente perseguida
Este religioso cuenta que “hubo ataques y muchos vinieron a buscar refugio en nuestras parroquias. Se atacó a todas las instituciones y edificios de la Iglesia, y son los fieles los que están pagando el mayor precio, porque no pueden beneficiarse de la Santa Eucaristía. Se quemaron iglesias, incluso el obispado, y lo quemaron también. Buscaron al obispo, pero gracias a Dios no estaba. Se pusieron sus casullas, y mataron a uno de sus colaboradores, decapitándolo en presencia de su mujer”.
El Seminario también ha sido quemado
Del mismo modo, Agustín recuerda que “el Seminario también fue atacado, y quemaron todo. Era el mes de febrero, y desde ese día los seminaristas se dispersaron y se refugiaron con sus familias, o en casas de feligreses…, lo están pasando muy mal”.
Asimismo, los sacerdotes tuvieron que dejar sus casas, algunos en el mismo momento en que fueron a por ellos: “Gracias a Dios han podido huir todos, como han podido. Algunos han pasado días sin comer… No pueden volver, porque no hay nada. Los que están escondidos no pueden celebrar la Eucaristía abiertamente. La Semana Santa solo se pudo celebrar en tres o cuatro parroquias”, lamenta Agustín.
"Tenemos que ser fuertes"
A pesar de todas las dificultades y de la persecución los congoleños se siguen manteniendo firmes en su fe. “Hablé por teléfono con mi obispo y me dijo que estábamos ante una prueba, para ver si amamos de verdad a Dios; y que tenemos que pedir perdón a Dios por todas estas personas. En realidad no saben lo que están haciendo. Y para nosotros tenemos que pedir que Dios nos haga fuertes y que nos ayude a salir de todo esto, porque los feligreses nos necesitan. La Iglesia trabaja mucho en la educación, y por los huérfanos, por el desarrollo de la gente. Por eso destruir la vida de la Iglesia es destruir la vida de la población. Tenemos que ser fuertes para poder volver a hacer cosas en beneficio de la población”.
“Han destruido todo, pero no han destruido nuestra fe. Tenemos que ser fuertes, y pedir al Señor la fuerza para salir adelante”.
“Los políticos no se pusieron de acuerdo y hubo revueltas. Se empezó a atacar a las parroquias, y se culpó a la Iglesia del fracaso de las negociaciones”, cuenta a la Fundación EUK Mamie-HM Televisión el sacerdote congoleño Agustín Ntumba Mulumba, tal y como recoge Alfa y Omega.
La Iglesia, brutalmente perseguida
Este religioso cuenta que “hubo ataques y muchos vinieron a buscar refugio en nuestras parroquias. Se atacó a todas las instituciones y edificios de la Iglesia, y son los fieles los que están pagando el mayor precio, porque no pueden beneficiarse de la Santa Eucaristía. Se quemaron iglesias, incluso el obispado, y lo quemaron también. Buscaron al obispo, pero gracias a Dios no estaba. Se pusieron sus casullas, y mataron a uno de sus colaboradores, decapitándolo en presencia de su mujer”.
El Seminario también ha sido quemado
Del mismo modo, Agustín recuerda que “el Seminario también fue atacado, y quemaron todo. Era el mes de febrero, y desde ese día los seminaristas se dispersaron y se refugiaron con sus familias, o en casas de feligreses…, lo están pasando muy mal”.
Asimismo, los sacerdotes tuvieron que dejar sus casas, algunos en el mismo momento en que fueron a por ellos: “Gracias a Dios han podido huir todos, como han podido. Algunos han pasado días sin comer… No pueden volver, porque no hay nada. Los que están escondidos no pueden celebrar la Eucaristía abiertamente. La Semana Santa solo se pudo celebrar en tres o cuatro parroquias”, lamenta Agustín.
"Tenemos que ser fuertes"
A pesar de todas las dificultades y de la persecución los congoleños se siguen manteniendo firmes en su fe. “Hablé por teléfono con mi obispo y me dijo que estábamos ante una prueba, para ver si amamos de verdad a Dios; y que tenemos que pedir perdón a Dios por todas estas personas. En realidad no saben lo que están haciendo. Y para nosotros tenemos que pedir que Dios nos haga fuertes y que nos ayude a salir de todo esto, porque los feligreses nos necesitan. La Iglesia trabaja mucho en la educación, y por los huérfanos, por el desarrollo de la gente. Por eso destruir la vida de la Iglesia es destruir la vida de la población. Tenemos que ser fuertes para poder volver a hacer cosas en beneficio de la población”.
“Han destruido todo, pero no han destruido nuestra fe. Tenemos que ser fuertes, y pedir al Señor la fuerza para salir adelante”.
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