Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Su fe y su humanidad le lleva cada año hasta Africa para ayudar a los que nada tienen

Es médico jubilado, buscaba donde seguir haciendo el bien y lo halló en un pobre hospital de Benin

Es médico jubilado, buscaba donde seguir haciendo el bien y lo halló en un pobre hospital de Benin

Pablo Valentín-Gamazo / ReL

¿Por qué, o cómo, acaba un cirujano en Benin? Jorge Parise lo explica con mucha naturalidad. Él ya intentó llevar a cabo esta misión en otros países de África sin éxito, pero, después de leer un libro sobre Benin, acudió al capellán del hospital en el que trabajaba. El recuerdo le divierte: “Casualmente, él era también de Benin”.
 
Decidió entonces seguir tirando de ese hilo “providencial” y acertó a preguntar si existía un centro u hospital en el que poder ayudar a la población local. “En diez minutos, de la nada, teníamos organizada una campaña sanitaria”, me cuenta. El hospital es muy importante en varios niveles y la sanidad es crítica, afirma Jorge.
 
En septiembre vuelve a partir. Su recuerdo y su “experiencia de experiencias” es lo que me genera la sed de pedirle que me rescate una: “Una vez vino una madre con un niño y empezó a hablarme en uno de los 72 dialectos que conviven en Benin. Yo no entendía, así que le señalé con el dedo y ella me indicó con el suyo lo que le pasaba. La pude atender a través de los gestos. Al acabar, puso la mano en su frente y se inclinó. Yo sólo lo pude entender como su manera de darme las gracias.”


 
Jorge también nos explica cómo es la relación con los habitantes de Dangbo, donde está el hospital: “Vamos a las misas del pueblo, de tres horas, con mucha música y alegría. Siempre nos hacen referencia, pero no nos alaban, sino que dicen: ‘¡Qué bien que hayáis venido!’ Estamos muy integrados. Creo que conozco a más gente en Dangbo que en Torrelodones, y llevo 40 años viviendo allí”.
 
- Le doy algunos datos: un médico cada 10000 habitantes y hay pacientes que no pueden operarse por no disponer del equivalente a tres euros para el viaje. ¿Qué le dicen estos datos viniendo de España?
- Tres euros lo podríamos comparar con quinientos en España. Para ellos es mucho dinero, dado que la renta per cápita de los habitantes de Benin es bajísima. Es aproximadamente un dólar diario. Para ellos, esos tres euros es una cantidad enorme.
 
La situación en Benin es crítica. Es un país pobre y rico al mismo tiempo. Las grandes ciudades tienen hospitales del Estado, que son muy deficitarios, con pocos médicos, mal pagados, y pocos equipamientos, con una medicina francesa, pero que no llega a nadie. No hay sistema de Seguridad Social ni de ayuda a las personas. La medicina, tanto pública como privada, es de pago. Es una verdadera, podríamos decir, catástrofe la salud y la atención en Benin. Por esa situación, las organizaciones acuden allí.
 
- ¿En qué momento acude Jorge Parise a Benin, por qué y cómo empieza la organización?
- Llevaba unos cuantos años operando en Kenia y Camerún. En Kenia no pudo salir adelante el proyecto por problemas locales y en Camerún no había pacientes de cirugía infantil en el hospital al que fui.
 
De manera muy casual, a la semana de haber leído un libro de un misionero de la Sociedad Misionera Africana, que contaba la historia trágica y muy bella de Benin, que fue uno de los principales países desde los que se capturaron esclavos para América y Europa, conocí al capellán del Hospital 12 de octubre, donde trabajaba hasta que me jubilé, que también era de Benin. Me pareció una coincidencia demasiado grande. En ese mismo momento, en noviembre de 2013, llamamos por teléfono al Hospital del Amor Redentor, en Dangbo. La directora es religiosa y médico, y depende de la diócesis de Portonovo, la capital de Benin.


 
Le pregunté si había alguna posibilidad de ir a operar allí, si había alguna instalación más o menos adecuada. Me contestó que sí, que me esperaban en febrero de 2014. Así, en diez minutos, de la nada organizamos una campaña. Se puede decir que fue casual o providencial, cada uno según lo vea, pero encontrar un sacerdote de Benin, después de haber leído sobre Benin... (ríe).
 
Después, hicimos una campaña en diciembre de ese año y seis campañas el año siguiente. Y este año vamos a hacer, en colaboración con otras asociaciones, unas ocho campañas más.
 
Fue con una facilidad asombrosa cómo salió el proyecto. Lo empezamos el doctor Carlos Ortiz Johansson, del hospital de Vallecas, que operaba conmigo en África. Con la voluntad de ponerlo en marcha y las donaciones de la gente, conseguimos estar operando alrededor de 50 pacientes por campaña.
 
- ¿Por qué es tan importante conseguir la máquina de rayos X?
- Tenemos en marcha dos proyectos. Uno es para mejorar la luz del hospital, porque hay electricidad del Estado, pero se corta cada cinco minutos cuando estamos operando y afecta a los aparatos que tenemos. Uno de mis nietos hasta me regaló una linterna de minero para cuando volviera a Benin.
 
Instalar una máquina de rayos X en el hospital es fundamental. En toda la región no hay ni una sola. En la capital, hay dos o tres sitios donde hacen radiografías, pero son muy caras y de mala calidad, poco accesibles para la gente de Benin. Por un lado, los pacientes se beneficiarían de ello, pero también el hospital.
 
Para el hospital sería una forma de atraer más pacientes, obtener más ingresos y alimentaría un fenómeno muy curioso y muy bonito de ver. Cuando los pacientes se desplazan hasta el hospital, lo hacen familias enteras. Por un niño que se opera, pueden acompañarle 15 personas, toda la familia. No exagero.
 
Cuantos más pacientes vayan al hospital, la economía local crece, porque las personas se tienen que trasladar en “taxis”, que son motos, porque no hay transporte público. Cuando vienen al hospital residen en el pueblo un tiempo y tienen que comer, alojarse, comprar algo de ropa…


- ¿Qué destacarías de las campañas que habéis hecho ya?
- Empezamos con cirugía de niños y adultos, y hemos hecho también de ginecología para la maternidad en el hospital, y hemos llegado también con la medicina general. En noviembre de este año volveremos allí con otra de ginecología.
 
Era un hospital que estaba prácticamente abandonado. Tenía sólo consultas externas y, muy de vez en cuando, en un quirófano muy bien instalado se operaba. El bloque quirúrgico, como lo llaman ellos, nos han ayudado a financiarlo organizaciones de Burgos.
 
Este proyecto está inyectando mucho entusiasmo en el hospital. Había pocos medios y poco flujo de pacientes. Estamos mejorando la atención sanitaria, la reputación del hospital también. De carecer de ella, muchas personas se están pudiendo operar.
 
A los niños les permite tener una vida normal, al igual que a los adultos, que pueden trabajar para mantener a sus familias y que no ocurra al contrario porque hay gente que, por no poder operarse, acaba imposibilitada para trabajar.
 
- ¿En qué se concreta la necesidad urgente de la atención a la maternidad y la ginecología?
- Hay muchos partos en proporción de la región que es. Son unos dos o tres al día. Este hospital tiene un acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) porque es un centro de detección y tratamiento de SIDA. La ONU aporta al hospital los medios.
 
El número de diagnosticados de SIDA en Benin ronda el 3% de los 9.000.000 de habitantes, es decir, unas 270.000 personas. Pero eso son sólo las estadísticas, que son solo fiables de un lado.
 
La maternidad necesita apoyo porque los paritorios son muy elementales, no hay medidas de higiene, hay pocos elementos. No hay prácticamente nada, pero dan a luz un poco mejor que en su casa, las mujeres están mejor aconsejadas y podemos intentar atacar de raíz la transmisión del SIDA de madres a hijos.
 
El equipo de ginecólogos es de Albacete. Los conocí también en África y vienen todos los años. No hacen obstetricia. Van con las matronas y con un ecógrafo, las instruyen y atienden los problemas ginecológicos de las mujeres, que son gravísimos. Sobre todo, se encuentran con miomas uterinos que, por estar sin tratar, pueden alcanzar los 12 kilos.
 
- Más allá del valor sanitario, ¿qué significa la figura del médico para los habitantes de Benin?
- Te sientes extraordinario. No te imaginas la sensación. Hablan en francés o en sus dialectos, pero todos te dicen “bienvenido”, “buen trabajo”, te invitan a su casa a hablar de la vida. Simbólicamente, no nos ven como el europeo que viene a salvarles la vida, sino como alguien que está con ellos, un igual. La relación es magnífica.
 
Vamos a las misas del pueblo, de tres horas, con mucha música y alegría. Siempre nos hacen referencia, pero no nos alaban, sino que dicen: “¡Qué bien que hayáis venido!”. Estamos muy integrados. Creo que conozco a más gente en Dangbo que en Torrelodones, y llevo 40 años viviendo allí (se ríe).
 
- ¿Cómo valoraría la aportación de los estudiantes de Medicina que los acompañan?
- El hecho de que quieran venir ya les hace especiales, que se interesen por la vida. Vienen con nosotros, nos ayudan a operar y viven lo que vivimos nosotros. Tienen buena predisposición y salen muy enriquecidos.
 
Es un momento especial cuando en el hospital universitario digo: “¿Quién quiere venir a operar quince días a Benin?”, y todos contestan: “¡Yo!”. Cuando pueden, voy seleccionando de manera aleatoria. Son todos excelentes. Ya han ido varios que ya son médicos titulados y con sus trabajos.
 
Imagínate, a mis años, poder ir con chavales tan vivos y tan preparados es magnífico. Hacen unas ecografías perfectas.



- Es muy importante lo que da un profesional sanitario en África, ¿pero qué recibe él?
- Que la vida continúa. Es una clase de intercambio. Yo sé hacer operaciones y lo doy, porque en mi casa sé dormir, leer... Ellos simplemente te dan una sonrisa, una mirada, confianza. Yo no hablo mucho francés y ellos algunas veces tampoco, pero hay un idioma que no se habla y en el que te entiendes. Una vez vino una madre con un niño y empezó a hablarme en uno de los 72 dialectos que conviven en Benin. Yo no entendía, así que le señalé con el dedo y ella me indicó con el suyo lo que le pasaba. La pude atender a través de los gestos. Al acabar, puso la mano en su frente y se inclinó. Yo sólo lo pude entender como su manera de darme las gracias.
 
- ¿Estás preparado para volverte a ir en septiembre?
- Sí. Vamos en campaña de cirugía infantil con una enfermera de quirófano que nos va a ayudar mucho, con un anestesista y su mujer, que es ginecóloga. En octubre irán de Gijón, en noviembre irán otros a hacer Obstetricia y Ginecología y luego irá Carlos con su campaña anual de Cirugía General.

A continuación puedes ver un vídeo sobre el proyecto que lleva el doctor Jorge Parise en Benin, realizado por Producciones Variopinto, autores también de las fotos de este artículo.
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